La inequidad condenable: ´Dime donde naces…´

Esteban Nicolini (CIEDH – Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), 19 de febrero de 2013.

No todas las desigualdades económicas son injustas: algunos trabajan más o son más capaces que otros. Pero dado que gran parte de las distancias entre ricos y pobres en el mundo actual se debe sobre todo al país en el que las personas nacen … parece bastante obvio que la lucha contra la desigualdad es una lucha justa y necesaria.

En una entrada anterior de este blog presentábamos brevemente algunas visiones sobre la evolución de largo plazo de la inequidad. Mencionábamos que si bien era muy claro que los en los últimos doscientos años la humanidad había logrado, sin lugar a dudas, un enorme aumento de la producción de bienes y servicios per cápita, la distribución de esos bienes era hoy, casi con seguridad, mucho menos equitativa que hace doscientos años. Para algunos ese aumento de la inequidad global habría comenzado a revertirse en los últimos veinte o treinta años (Sala i Martin, 2002) mientras que para otros, a lo sumo se habría desacelerado o estancado (Milanovic, 2003). La mayor parte de esa entrada estaba centrada en la economía positiva, o sea, un intento de descripción y comprensión de la realidad sin emitir juicios de valor, aunque, reconozco, la noción de que la reducción de la inequidad era algo deseable aparecía implícitamente a lo largo de todo el texto.

En un comentario a ese post y en su reseña del libro de Branko Milanovic “The haves and the have-nots…”, Rafa Dobado insistía en una pregunta  importante y difícil de contestar: ¿Es siempre mala la inequidad? ¿Es deseable que todos los seres humanos tengamos el mismo ingreso o el mismo acceso a bienes y servicio? Ésta, por supuesto, es una pregunta normativa.  Dándole entonces toda la entidad que se merece la pregunta de Dobado, este post será una –pequeña y modesta- reflexión normativa sobre la inequidad y una discusión sobre algunas características de la inequidad actual y pasada.

Garantizar la equidad absoluta en cualquier escenario pondría en cuestión un valor importante: el de la responsabilidad. La convicción de que las personas adultas son responsables de sus acciones y las consecuencias de las mismas nos lleva a rechazar la propuesta de que todos ganemos lo mismo independientemente del esfuerzo y de la capacidad. Parece razonable que un profesor que publique el doble de lo que yo publico gane más que yo y que Messi  gane más que Bojan. Pero eso no nos lleva a aceptar todas las inequidades.

Un concepto central para evaluar la maldad, bondad o neutralidad de la inequidad es el de la equidad de oportunidades que sugiere que las desigualdades que surgen de elementos que están fuera de la responsabilidad de cada individuo no deberían ser motivos para penalizar a ese individuo con menores ingresos.

Otro concepto importante es de de los derechos básicos. Si una persona enfrenta el hambre, aún como consecuencia de sus malas decisiones, propongo que como sociedad debemos garantizar que todos nuestros esfuerzos se dirigirán a evitarle esa situación extrema. Y esta opción no tiene sólo que ver con la dignidad básica de la persona en cuestión; tiene que ver con nuestra dignidad como sociedad.

Deseo y creo que estos dos conceptos –o variantes muy cercanas de los mismos- son compartidos por una gran mayoría de los ciudadanos del mundo. Y estos dos conceptos tan generales nos permiten una mirada más crítica a la inequidad de ingresos que sufre –y en este caso la elección del término es intencional- nuestro mundo actual.

Como decíamos más arriba, hoy tenemos dos posturas sobre la evolución de la inequidad en los últimos años. Sin embargo, ambas visiones coinciden en que en las últimas décadas una gran parte de la inequidad global, esa que tiene que ver con las distancias entre los ingresos de todos los habitantes del mundo está relacionada con lo que se llama la inequidad “entre” países (la ya mencionada reseña de Dobado hace una definición un poco más precisa de este concepto y el libro de Milanovic ofrece una discusión completa). Esto quiere decir que las distancias de ingresos de los seres humanos depende mucho más del hecho de que algunos países son muy ricos en promedio y otros muy pobres que del hecho de que dentro de cada país existen habitantes ricos y habitantes pobres.

Esta gran importancia relativa de la inequidad entre países sugeriría que para un individuo nacido en un hogar pobre de dentro de un país pobre, la migración parecería un camino más sencillo o eficiente que la búsqueda del ascenso social y económico dentro de su propio país. La gran migración “hacia el norte” en varias regiones del mundo y las frecuentes tragedias humanas en la frontera entre México y los Estados Unidos y en la zona del estrecho de Gibraltar son una muestra de que muchas personas tienen esa convicción.

Si una gran parte de la posición social de un individuo la determina el país en el que nace, la posición social no depende de los esfuerzos ni las capacidades de cada individuo. Por lo tanto son injustas las diferencias de ingresos entre dos trabajadores imaginarios, uno nacido en España y el otro nacido en Mali, ambos con la misma capacidad y los mismos esfuerzos realizados a lo largo de su vida… y hay mucho trabajadores en los países pobres con condiciones de vida lamentables que realizaron al menos tantos o más esfuerzos que muchos trabajadores nacidos en países ricos. Y por si no quedó clara mi posición… esa inequidad es mala y por lo tanto gran parte de nuestra inequidad actual es condenable.

Y por último, las estimaciones de largo plazo que tenemos disponibles (Bourguignon y Morrison, 2002) sugieren que la gran importancia de la inequidad entre países es un fenómeno relativamente reciente y sus orígenes estarían en lo que los historiadores económicos llamamos “La Gran Divergencia”: con la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII algunos países aumentaron sostenida y notablemente su ingreso promedio mientras otros lo hicieron muy lentamente. Las diferencias entre países ricos y países pobres se agrandaron y los niveles de vida de la mayoría de los habitantes de los países pobres quedaron a enormes distancias de los de los países más ricos.

Obviamente se podría argumentar que en realidad los ciudadanos de cada país son los responsables últimos de su situación porque no generan las condiciones políticas, e institucionales para que estos países disfruten de un crecimiento económico sostenido pero la cuestión de la responsabilidad individual en el diseño y el resultado institucional de su comunidad es otro tema –uno extremadamente complejo e interesante- que quizás algún especialista trate en alguna entrada futura.

3 comentarios en “La inequidad condenable: ´Dime donde naces…´

  1. Salud y enhorabuena por el post. Una única matización. Publicar más no equivale a publicar mejor. O no debería pagarse más por publicar más. Porque si así fuera ello llevaría implícito que toda publicación tiene el mismo valor, lo cual no estoy seguro de que encaje muy bien con la realidad. Messi no gana más que Bojan por meter más goles, sino porque es mejor jugador y, seguramente, porque mete goles de más valor. Lo extraordinario de Messi es que cumple las dos premisas. Como indicas, lo que deberíamos tratar de evitar es que Messi, por haber nacido en Rosario, no pueda tener las mismas posibilidades vitales que Bojan, que nació en Lérida.

    • Muchas gracias por tu matiz. Reconozco las importantes diferencias entre cantidad y calidad en casi todo y en particular en las publicaciones o en el fútbol. Simplemente enfatizaba que parece razonable que aquellos que producen mas valor sean retribuidos más que aquellos que producen menos.
      Esteban

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