El comercio exterior latinoamericano en perspectiva histórica

Agustina Rayes (CONICET, UNSAM)

Agustina Rayes es Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Profesora Adjunta en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) de Argentina. Licenciada en Relaciones Internacionales y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) y Doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Se especializa en historia económica latinoamericana.

RESUMEN. El comercio exterior ha constituido uno de los sectores más revisitados por la historiografía económica que estudia el desempeño de los países latinoamericanos. Aquí, presentamos algunos de los principales aportes publicados en un dossier en el Anuario del Centro de estudios Económicos de la Empresa y el Desarrollo (CEEED) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (FCE-UBA). El número especial fue coordinado por Agustina Rayes y contó con la participación de Sabrina Siniscalchi, Henry Willebald, Atenea Castillo, Gustavo Gil, Luis Felipe Zegarra, José Díaz-Bahamonde y Cristián Ducoing.


En diciembre de 2021 se publicó en el Anuario del CEEED de la FCE-UBA un dossier titulado “Temas y problemas del comercio exterior sudamericano en perspectiva histórica”.  Este número especial refleja el papel del intercambio mercantil internacional de la región que, sin lugar a dudas, ha sido un tema ampliamente estudiado desde distintos ángulos. Estudios de caso, enfoques generalistas, reconstrucción de indicadores comparativos, análisis cortoplacistas centrados en alguna coyuntura crítica o visiones de largo aliento son las muchas maneras en que se aproximaron quienes se han dedicado al problema.

Algunas cuestiones para pensar la problemática

Muchas cuestiones han atravesado el estudio del comercio exterior latinoamericano en general, y sudamericano en particular, con una mirada histórica. Aquí mencionaremos solo algunas de las que fueron recuperadas en el dossier publicado.

Para empezar, debemos incluir los debates que desde el siglo pasado se han librado en torno a la fiabilidad de los datos para la reconstrucción de series de largo plazo. En este sentido, la discusión acerca de la validez de la información, y la consecuente crítica de fuentes, no solo se ha transformado en un punto de partida sino también en un problema en sí mismo (Federico & Tena, 1991). Así, la operación intelectual no se ha detenido solo en el cuestionamiento a las estadísticas oficiales sino que ha avanzado sobre las alternativas para corregirlas a fin de alcanzar mayor precisión y comparabilidad –entre épocas y países o regiones (Tena, 1992). Sobre este punto, cabe reconocer, por un lado, que naturalmente la data disponible condiciona la evaluación que se pueda hacer y que, por el otro, tal vez porque se trató de uno de los pocos sectores para los que tempranamente hubo registros, la relevancia de la reconstrucción de estas series de comercio externo se explica debido a que, mientras más nos alejamos de la actualidad, más significativo fue el desempeño del sector para dar cuenta de la economía en general a falta de series de otras variables.

Luego, el papel del Estado y de las políticas públicas en relación al comercio exterior ha sido un tema que implícita o explícitamente ha sobrevolado la literatura dedicada al tema (Bértola & Gerchunoff, 2011). Los debates alrededor de la intervención de las agencias estatales (o de actores que actuaron en su nombre), así como de la eficacia de las medidas tomadas para promover o arbitrar el intercambio externo, han formado parte de la tradición de estudios. Y ello no sorprende si pensamos en la alta dependencia fiscal que los estados latinoamericanos han tenido de los gravámenes a las exportaciones e importaciones, así como de la performance exportadora como uno de los motores de crecimiento del resto de la economía.

Finalmente, el perfil exportador en el sentido de la concentración (o no) en productos y en destinos ha sido un aspecto frecuentemente revisitado para evaluar el funcionamiento de esquemas de crecimiento. En general, ha primado la idea de que, a mayor desconcentración tanto en la composición como en la distribución de las ventas externas, menor riesgo y, en consecuencia, más chances de que una buena performance sea sostenida en el tiempo (Bulmer Thomas, 2010).

Las investigaciones presentadas

La reconstrucción de las importaciones uruguayas, 1870-1913

Este artículo constituye un avance en la reconstrucción de las importaciones de Uruguay durante el período conocido como Primera Globalización. Estudios previos se habían abocado a la revisión de las series de exportaciones (Baptista & Bértola, 1999; Bonino Gayoso, Tena-Junguito, & Willebald, 2015), lo cual es lógico dada la diferencia en la complejidad de una y otra canasta.

Debido al rol que las importaciones tuvieron al representar entre el 15% y el 25% del PBI, así como significar entre el 40% y el 90% de los ingresos del estado uruguayo durante el período estudiado, la contribución de Sabrina Siniscalchi, Henry Willebald, Atenea Castillo y Gustavo Gil, va más allá de la discusión sobre fiabilidad y precisión de los datos de comercio exterior.

La investigación aborda y describe críticamente los diversos problemas en el registro de las estadísticas oficiales uruguayas. Al hacerlo, repara en dos elementos distorsivos: el comercio de tránsito y los valores de aforo. Por la relevancia fiscal de las importaciones, tras un ejercicio de chequeo del volumen importado y del potencial consumo doméstico de diferentes bienes de consumo, los autores arribaron a la conclusión de que, a diferencia de lo ocurrido con las exportaciones, los bienes que estuvieron en tránsito no fueron efectivamente asentados como importaciones. En cambio, reconocieron como un gran problema la forma de valoración, ya que, como en el resto de América Latina, los productos se valuaron de acuerdo a valores oficiales que solo esporádicamente se actualizaban en relación a los precios de mercado.

La estadística oficial uruguaya ha sido la base de todas las reconstrucciones de series de comercio exterior durante el período conocido como Primera Globalización, c. 1870-1913.

Precio, infraestructura y crecimiento de las exportaciones peruanas entre 1885 y 1913

En su artículo, Luis Felipe Zegarra muestra el crecimiento, en términos generales y específicos (por productos), de las exportaciones peruanas durante 1885-1913. Al hacerlo, observa algunos rasgos que permiten vincular hasta qué punto los precios y el desarrollo de infraestructura fueron factores que impulsaron las ventas externas del país.

En primer lugar, a diferencia de lo que ocurrió con la mayoría de los países de la región, la senda de crecimiento de las exportaciones durante la Primera Era Exportadora (c. 1880-1930) no alcanzó los niveles de la etapa 1830-1870. Segundo, en términos relativos, la canasta exportadora fue variada (Badía-Miró, Carreras-Marín, & Rayes, 2016), dado que exportó productos mineros (plata y cobre), agropecuarios (azúcar, algodón y lana) y forestales (caucho), extraídos de distintas regiones (Zegarra, 2019). Tercero, hubo otros factores más allá del aumento o la baja de precios que impulsaron al sector exportador peruano. En este sentido, como en otros casos de la región, fue determinante el rol del ferrocarril para aumentar el volumen y la variedad de bienes ofrecidos al exterior (Gerchunoff & Llach, 2008).

La Guerra del Pacífico (1879-1883) fue un punto de inflexión en los ciclos de crecimiento de las exportaciones peruanas por su impacto negativo dadas la pérdida de territorios y la destrucción de la infraestructura.

La Junta Exportadora de Granos en Chile, 1930-1942

Si bien la Gran Depresión impactó a todos los países, fue un fenómeno que afectó particularmente a Chile (Knight, 2015). José Díaz-Bahamonde estudió la Junta Agrícola de Exportación entre 1930 y 1942, que fue una de las herramientas del gobierno chileno para enfrentar la Gran Depresión.

El organismo fue innovador en relación a la historia del país en cuanto a la intervención en los precios en un sector que en la época llegó a aportar casi un sexto del PBI y que empleaba al 40% de la mano de obra. No obstante las diversas políticas, el artículo muestra que la Junta fue parte de un conjunto de medidas poco articulado, con problemas no solo en su diseño administrativo sino también en la capacidad de ejecución, lo que se explica tanto por objetivos mal planteados y contradictorios como por la falta de coherencia con otras agencias gubernamentales. Así, concebida en el marco de mayor intervención estatal, la Junta Agrícola de Exportación debía controlar el mercado interior, es decir, tener capacidad de fijar precios del trigo, harina y pan, lo que supuso contradicciones con metas y funciones de otras reparticiones gubernamentales. También debía promover las exportaciones, lo que no fue un problema dado el excedente de producción. Y, finalmente, debía estimular la producción local, el aspecto más exitoso de todos.

Carlos Ibáñez del Campo fue el presidente chileno que debió enfrentar la Gran Depresión y tomar medidas como la creación de la Junta Agrícola de Exportación.

Exportaciones mineras y desarrollo minero en Chile en el largo plazo, 1850-2000

Desde una perspectiva largoplacista y con un enfoque de sostenibilidad débil, en boga en la historiografía (Ducoing & Peres-Cajías, 2021), la investigación de Cristian Ducoing confirma la premisa de que la explotación de recursos naturales y su exportación han dejado magros resultados en economías de la región.

En este sentido, estudia si las rentas entre aproximadamente 1850 y 2020, procedentes de exportaciones mineras en Chile, fueron reinvertidas proporcionalmente en capital humano y físico, considerándola como una forma que tienen las generaciones presentes de compensar a las generaciones futuras. El caso escogido es paradigmático, dado que la minería llegó a significar el 80% de los ingresos estatales y entre dos tercios y el 90% de las exportaciones entre mediados del siglo XIX y la década de 1970, cuando su descenso relativo la mantuvo, de todos modos, en el orden del 50%. Más allá de los ciclos a los que estuvo expuesto el sector, según las series temporales de largo plazo reconstruidas, no solo crecieron las exportaciones, sino que hubo avances en las inversiones en equipo y maquinaria y en educación. Sin embargo, el país no ha podido sustituir la extracción de recursos no renovables en inversiones para las generaciones futuras, especialmente durante el llamado “superciclo” de la historia reciente.

Dentro de las exportaciones chilenas tradicionalmente han destacado las mineras. Las minas de cobre son una de las fuentes incluso en la actualidad.

Bibliografía

Badía-Miró, M., Carreras-Marín, A., & Rayes, A. (2016). La diversificación del comercio de exportación latinoamericano, 1870-1913. Los casos de Argentina, Chile y Perú. En C. Zuleta, M. A. Lopes, M.-A. Lopes, & M. C. Zuleta (Edits.), Mercados en común. Estudios sobre conexiones, negocios y diplomacia en las Américas (siglos XIX y XX) (págs. 45-77). México: El Colegio de México.

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Revisitar el comercio internacional argentino durante la Primera Globalización y su crisis

Agustina Rayes (Universidad Nacional de San Martín – CONICET)

Agustina Rayes es Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Profesora Adjunta en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) de Argentina. Licenciada en Relaciones Internacionales y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) y Doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), se especializa en historia económica latinoamericana.

Resumen. Los debates que involucran el comercio exterior argentino durante la llamada Primera Globalización (c. 1850-1913) y su crisis (1914-1945) se han desplegado sobre diversos temas. Su estudio no solo permite evaluar los rasgos de la inserción económica internacional del país, sino también, a falta de series históricas sobre otros indicadores, se ha transformado en una de las principales aproximaciones del desempeño de la economía. Aquí, por un lado, repasamos brevemente algunas de las principales características de las fuentes tradicionales para reconstruir el intercambio mercantil en el período; por el otro, comentamos someramente algunas de las re-estimaciones de las exportaciones y sus contribuciones. Finalmente, planteamos aspectos por resolver en el futuro.


Presentación

En tiempos de crisis generalmente recurrimos a la Historia (sí, con mayúscula, la disciplina, la que narra con evidencia empírica –o al menos eso procura…) como buscando respuestas, lecciones del pasado, orientaciones sobre cómo fueron las cosas, cómo se manejaron, qué se pudo hacer mejor y qué hubiera sido preferible no hacer. En Argentina, como (arriesgo) en otros países de la región, la mirada sobre otros tiempos, en particular en cuestiones económicas, frecuentemente está teñida de versiones románticas o trágicas no necesariamente basadas en datos. Un ejemplo de ello son las visiones que existen acerca de los alcances y las limitaciones en la forma en la que el país se ha integrado en distintos momentos a la economía internacional, interés relanzado periódicamente por las recurrentes crisis de restricción externa y la necesidad de aumentar las exportaciones y mantener una balanza comercial lo más positiva posible. Dentro de estas preocupaciones desde el presente, la economía agro-exportadora, que se extendió principalmente entre el último cuarto del siglo XIX y la Gran Depresión, ha sido materia de variados análisis.

Los debates que involucran el comercio exterior argentino durante la llamada Primera Globalización (c. 1850-1913) y su crisis (1914-1945) se han desplegado sobre diversos temas, como la “relación especial” con Gran Bretaña, la existencia de un “triángulo” comercial, naviero y financiero en el que participaba Estados Unidos, la dicotomía “fronteras vs mercados” por la que el interés de los vínculos con los países limítrofes se centró en la resolución de los conflictos fronterizos, el lugar de Argentina en la división internacional del trabajo como exportadora de materias primas y alimentos, la alta dependencia de ciclos financieros y de la volatilidad de los precios de artículos primarios, la evolución de los términos de intercambio, el tipo de política comercial, y su impacto en los sectores económicos, entre muchos otros.

El estudio del comercio exterior no solo permite evaluar los rasgos de la inserción económica internacional de un país, especialmente en un período en que influyó ostensiblemente en su estructura productiva, sino que también, a falta de series de otros indicadores, como de Producto Bruto Interno, se ha transformado en una de las principales aproximaciones del desempeño de las economías latinoamericanas(Carreras, Hofman, Tafunell & Yáñez, 2003). Veamos, a continuación, muy someramente con qué fuentes contamos para abordar el caso argentino.

Las fuentes tradicionales para estudiar el comercio exterior argentino

En el caso argentino, las fuentes tradicionales para la reconstrucción del comercio exterior han sido los Anuarios de la Dirección General de Estadística de la Nación, cuya información en extremo detallada y organizada a partir de 1870 (cuando se reunieron los datos de todas las Aduanas), versa sobre diversos aspectos, como montos totales y parciales, volúmenes, destinos, procedencias y gravámenes de distintos bienes exportados e importados, así como sobre registros aduaneros y de navegación. Se han usado en innumerables estudios parciales que no podríamos enlistar aquí –que abordaron las relaciones económicas internacionales argentinas en general, que recrearon el vínculo con algún país o grupo de países o que reconstruyeron la trayectoria de algún producto– o en grandes series de historia económica que apuntaron a mostrar la evolución de diferentes indicadores en el largo plazo (por ejemplo, Vázquez Presedo, 1971; Mitchell, 1983; o Ferreres, 2005).

Pese al mencionado nivel de granularidad de los datos, las fuentes argentinas que reflejan el intercambio mercantil están expuestas a los típicos problemas de fiabilidad señalados por la literatura especializada (Federico & Tena, 1991). Dado que las estadísticas de comercio son un espejo (un país importa lo que otro exporta), la comparación recíproca debiera dar los mismos resultados excepto por las diferencias que surgen de que las exportaciones tienden a valorarse free on board (esto es, al punto de salida del producto de un país) mientras que las importaciones tienden a hacerlo cost, insurance, freight (adicionando los costos de comercialización, transporte y seguros). No obstante, a estas discrepancias “inevitables” se suman en la práctica otras que dificultan el emparejamiento de datos: algunas “estructurales”, como la diferente cobertura del comercio, la clasificación de los bienes, la forma de valuación y la asignación geográfica, o los “errores”en los que incurren los funcionarios aduaneros por fraude o negligencia.

En el caso argentino, tempranamente se expusieron algunos de los problemas técnicos de las estadísticas, sin embargo, es importante señalar que las correcciones y la reflexión versó más sobre el costado exportador que sobre la cara importadora, posiblemente por la complejidad de esta última canasta, así como por las dificultades de hallar precios de mercado de los ítems comprados afuera o de encontrar información para reconstruir costos de comercio, y porque las exportaciones fueron el principal motor de la economía durante el período de interés.

Las principales reconstrucciones de las exportaciones

Muy brevemente (cualquiera de estas reconstrucciones pueden verse en detalle en distintos trabajos de los/as autores/as citados/as y aquí no nos detendremos a reproducir sus resultados), entre las principales revisiones contamos las siguientes. La primera retrospectiva corregida fue realizada por Alejandro Bunge (1918), entonces Jefe de la Dirección General de Estadística de la Nación, quien preparó un método de valoración (consistente en averiguar los precios de mercado trimestrales de ciertos bienes) que impactó en importaciones y en los pocos casos de exportaciones que todavía se valuaban a valores oficiales. La revisión se hizo desde 1910 en adelante. Luego, Roberto Cortés Conde, Tulio Halperin Donghi y Haydée Gorostegui (1965) elaboraron la serie corregida más larga de exportaciones (1864-1964) utilizando precios en plaza de Buenos Aires, y pasando los montos totales y parciales a monedas convertibles y comparables en el tiempo y entre países (pesos oro hasta 1930 y dólares desde entonces). El propósito de esta serie fue mostrar el dinamismo de los sectores productivos. Sus resultados debían integrarse con otras estimaciones largoplacistas destinadas a mostrar la evolución de la estructura productiva argentina, como la reconstrucción de las importaciones, pero el proyecto quedó trunco. Más recientemente, Antonio Tena y Henry Willebald (2013) reconstruyeron la serie de exportaciones entre 1870 y 1913 aplicando precios de Londres, considerados internacionales por la relevancia de la plaza en el período, convirtiéndolas a valores f.o.b. Estos autores no solo recalcularon la canasta anual de exportaciones, como habían hecho Cortés Conde et al, sino que también incluyeron la distribución geográfica. Por mi parte, también he corregido las exportaciones entre 1875 y 1933 (Rayes, 2015, y datos inéditos), siguiendo la metodología de Cortés Conde et al, re-estimando la distribución geográfica de los principales socios, considerando los embarques “a órdenes” (en algunos años aproximadamente un tercio del valor total exportado fue reportado en esta categoría, ya que se trataba de bienes de bajo valor unitario, generalmente granos o rollizos de quebracho, que se enviaban sin destino final, el que se indicaba durante la travesía de acuerdo a condiciones de los mercados) y, a diferencia de los trabajos previos, reconstruí la trayectoria anual de los principales productos por valor (a moneda convertible) y por volumen (con uniformidad de unidades de medida y de clasificación de artículos).

Desde luego, existen otras fuentes para abordar el comercio argentino más allá de las estadísticas nacionales o extranjeras. Aquí me detendré a reseñar unas con las que he trabajado y que me aportaron considerablemente para alcanzar una mirada multilateral e integral del tema: las fuentes diplomáticas. En ellas encontré confirmaciones de los números que observaba en las estadísticas, aunque también aprendí sobre aspectos no abordados en los registros comerciales: condiciones y posibilidades de la demanda (gustos y preferencias de las carnes congeladas, fracaso de cosechas en mercados extranjeros, necesidades bélicas); condiciones y posibilidades de la oferta (suciedad de las lanas, potencial del extracto de quebracho para curtiembres); concurrencia extranjera (cereales de Europa del Este, lanas australianas); difusión de información de técnicas de producción y nuevos conocimientos (refrigeración de carnes); precios de venta (evolución mensual de tipo de artículos exportador en plazas extranjeras); conflictos por acuerdos de reciprocidad comercial (harina de trigo en Brasil, vinos españoles); barreras tarifarias y para-arancelarias (lanas en Estados Unidos, fiebre aftosa en ganado en pie a Inglaterra) (para más detalle, véase Rayes, 2020).

Repensar la trayectoria exportadora

Estas reconstrucciones y la aproximación a diversas fuentes han confirmado, matizado o desechado algunas ideas que existían en la literatura sobre las exportaciones. En general, reconocemos que Argentina creció, no exenta de fluctuaciones, como productora de materias primas y alimentos durante toda la llamada Era de las Exportaciones (c.1870-1929), pero es necesario subperiodizar para evitar generalizaciones erróneas. Véase el siguiente gráfico que refleja una propuesta basada no solo en la evolución general de las exportaciones sino, también, en el comportamiento de la canasta y de la distribución geográfica.

Elaboración propia en base a estadísticas oficiales y Cortés Conde et al. (1965).

La distribución geográfica, la composición de la canasta y la trayectoria individual de los principales productos muestran la importancia que tuvieron tanto la demanda como la oferta, así como la necesidad de redimensionar vínculos desde una perspectiva multilateral. A continuación reproducimos dos tablas en las que se resume, siguiendo la propuesta de subperiodización, la participación de los principales productos exportados y los destinos.

Tabla 1. Participación relativa (%) de los productos en las exportaciones argentinas, en valores corregidos (en mill. de oro $), 1875-1929

Cont. Tabla 1

Tabla 2. Participación relativa (%) de los destinos en las exportaciones argentinas, en   valores corregidos y con distribución de las exportaciones “a órdenes” (en mill. oro $), 1875-1929

Cont. Tabla 2

La región del Río de La Plata necesitó del comercio exterior desde la Independencia y, obviamente, se integró a los mercados internacionales desde antes, pero fue a partir de la década de 1870 que ese proceso se intensificó. Durante el último decenio decimonónico se sumaron nuevos artículos a la canasta (lino, trigo, maíz, harina de trigo, extracto y rollizos de quebracho, carnes congeladas y enfriadas), pero ello no implicó el declive absoluto de los artículos tradicionales (lanas, cueros, pieles, otros subproductos pecuarios).

La integración argentina a los mercados internacionales no estuvo exenta de conflictos. Esta tapa de Caras y Caretas (23 de noviembre de 1901) refleja el reclamo que el gobierno argentino hizo a Brasil por privilegiar la compra de harina de trigo de Estados Unidos, vulnerando la cláusula de Nación Más Favorecida presente en el Tratado argentino-brasileño.

La Primera Guerra Mundial cambió la lógica de crecimiento, hasta entonces principalmente traccionado por los volúmenes –por la relevancia de la revolución de los transportes que impactó como un shock de productividad en “canastas pesadas”(Gerchunoff & Llach, 2008)– dado el aumento de los precios internacionales. A su vez, es posible pensar la neutralidad argentina sostenida a lo largo de toda la contienda, entre otros factores sociales, culturales, políticos y económicos, por la relevancia de los principales socios comerciales en los años pre-bélicos (Reino Unido y Alemania, primero y segundo, respectivamente).

Los principales socios comerciales fueron cambiando de importancia relativa; hasta 1890 dominó Francia y, desde entonces, Reino Unido que, sin embargo, no superó el 40% del valor total exportado y tuvo un rol concentrador en crisis internacionales (durante la Gran Guerra o en Gran Depresión). Desde fines del siglo XIX creció el lugar de Alemania. Durante la contienda aumentó el share de Estados Unidos, lo que se sostuvo parcialmente en los 1920s, cuando también destacó Países Bajos. El intercambio intra-regional rondó el 15% del valor total exportado y si no fue mayor quizás se haya debido a la capacidad de compra de los partenaires, a la ausencia de redes de comercialización y a la falta de complementariedad.

Finalmente, es importante recalcar que la combinación de las diversas variables revela que Argentina no dependió de un único destino ni de un único artículo, y que hubo distintos patrones de distribución geográfica, lo que contribuye a explicar el crecimiento de las exportaciones en el largo plazo. No obstante, como sabemos hoy, ese crecimiento estaba condicionado a un contexto internacional que no se re-editó y en el más largo plazo esa forma de inserción internacional mostró serios límites para el desarrollo del país, incluso antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero esto que señalo, en todo caso para ilustrar la relevancia que sigue teniendo un tema tan revisitado por la historiografía, es parte de un amplio e interesante debate que requiere considerar muchas otras dimensiones.

La década de 1930 agravó los desafíos, presentes desde antes, a la forma de inserción económica internacional argentina. La tapa de Caras y Caretas (1 de abril de 1933) satiriza la firma del Tratado Roca-Runciman, un pacto anglo-argentino que ilustra algunas de las características del nuevo contexto internacional.

Un camino por recorrer

Para finalizar, quiero dejar en claro que, pese a los avances señalados, faltan algunas correcciones relevantes, como, por ejemplo, lograr una serie de importaciones con revisión de precios, ya que hemos probado que los montos se han calculado sobre aforos no actualizados (Rayes, Castro & Ibarra, 2020). Ello permitiría no solo estudiar su impacto en la modernización de la economía y observar la evolución en el tipo de consumo (aportando al debate sobre la industrialización temprana) sino, también, lograr un índice de precios de las importaciones para re-estimar términos de intercambio, generalmente basados en precios y en canastas de importadores, que no necesariamente eran parecidos a los argentinos (Ford, 1955). Ante la dificultad de hallar precios seriados en el mercado argentino para muchos de los artículos importados, una posible solución es aplicar los que se formaron principalmente en el mercado londinense (siguiendo la base de datos de Federico & Tena-Junguito, 2016), pero para poder hacerlo es preciso calcular los costos de comercio, lo que implica mucho más que considerar los costos de transporte (Jacks, Meissner & Novy, 2010). Además, conocer la verdadera evolución de los precios de mercado permitiría, junto con una ponderación de la evolución del tipo de cambio, estimar la protección efectiva, ya que las discusiones sobre el carácter de la política comercial argentina se han dado sobre la protección nominal. Otra vez, el uso de otras fuentes, más allá de las estadísticas comerciales, puede contribuir para alcanzar miradas enriquecedoras capaces de trazar puntos de contacto con las historias de otros países y de enlazar este período con otros a fin de lograr una visión de largo aliento que eche luz sobre el presente.

Bibliografía

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