Carolina Román (Universidad de la República, Uruguay), 29 de abril de 2014.[1]
El consumo, como componente de la demanda tiene varias vinculaciones con el proceso de crecimiento, de cambio estructural, al mismo tiempo que constituye un indicador de los niveles de vida de la población. Cuando el gasto en consumo por parte de las familias aumenta, esto podría suponer una buena noticia para la sociedad, aunque habría que preguntarse si mayores niveles también pueden constituir una restricción al propio desarrollo o al bienestar de largo plazo.
Frente al aumento del consumo en la economía mundial en las décadas recientes, con tasas mayores aún que el incremento del producto, cabe preguntarse si estamos consumiendo demasiado. Esta «simple» pregunta nos lleva a reflexionar sobre varias dimensiones. Aspectos vinculados con el rol del consumo –y, más en general, de la demanda– en el propio proceso de crecimiento económico y cambio estructural (siguiendo a los autores keynesianos y post-keynesianos como Nurkse 1953, Setterfield 2002, Pasinetti 2007, Kattel, Kregel y Reinert 2009); sobre el comportamiento emulativo de los hábitos de consumo (Duesenberry 1949, Nurkse 1953), sobre cuestiones éticas del acto de consumir (Cortina 2002), sobre cambios en la distribución del ingreso entre los países y al interior de estos.[2] Estas consideraciones responden, además, al estructuralismo latinoamericano de los 1960s y 1970s, cuando autores como Prebisch (1949), Furtado (1966) y Pinto (1976), insistían con ideas sobre la relación entre la concentración del ingreso, un patrón de consumo conspicuo de las clases altas, y las restricciones que esto imponía sobre el ahorro y el crecimiento económico. Alguna de todas estas dimensiones será objeto de próximas entradas en este blog. Ahora comenzaremos con una aproximación empírica y la presentación de un trabajo reciente que aporta otros elementos para reflexionar.
Podemos comenzar por una descripción de lo que ha sucedido con el consumo durante las últimas décadas, desde 1970, periodo que según Angus Maddison ha sido identificado como la cuarta fase del desarrollo del capitalismo. Este periodo comparte ciertos rasgos distintivos en cuanto al comportamiento de los precios, el producto, el sistema monetario internacional, la política económica sobre la demanda, el mercado de trabajo y una creciente apertura de los mercados de capitales (Maddison 1991). Utilizando los datos publicados por el Banco Mundial (Indicadores del Desarrollo Mundial –World Development Indicators-), es posible analizar el dinamismo del gasto de consumo final de los hogares y del producto interno bruto, expresado en dólares constantes de 2005 comparando las regiones clasificadas según su nivel de ingreso (países de ingreso bajo; ingreso alto OCDE; ingreso mediano). También resulta de interés identificar lo que ha ocurrido en América Latina y el Caribe, región que ha experimentado un crecimiento económico importante en la reciente década.
Entre 1970 y 2012 el crecimiento acumulativo anual del gasto en consumo de la economía mundial ha sido mayor, en 0.05 puntos porcentuales, al aumento que experimentó el producto interno bruto. (Ver Gráfico 1 y Gráfico 2). El consumo de los hogares, durante los años que han transcurrido del siglo XXI, mostró desempeños positivos (en promedio) en todas las regiones; contrastando claramente con la austera performance de los setenta, y el dispar comportamiento por regiones de los ochenta y los noventa (durante esta última década, los países pobres vieron caer su consumo per cápita). A nivel mundial, la década de los noventa fue la que mostró una mayor tasa de crecimiento acumulativo anual (1,51%), seguido por los ochenta con una tasa de 1,41%, y los años más recientes, 2000-2012 con una tasa de 1,27% (Ver Gráfico 1). Comparando el desempeño de las regiones, el consumo de los hogares de los países de ingreso mediano (que incluye países como India y China), han sido los más dinámicos desde los noventa. Por el contrario, los países de ingreso bajo, en gran parte de África sub-sahariana, luego de una caída en el consumo durante los noventa, experimentaron un crecimiento importante entre 2000 y 2012. Por su parte, el consumo en los países de ingreso alto y miembros de la OCDE ha crecido pero a menor ritmo desde los ochenta. En cuanto a América Latina y el Caribe, la región en su conjunto ha superado las tasas de crecimiento de la economía mundial desde la década de los noventa, con un incremento del consumo de los hogares mayor al experimentado por el nivel de actividad económica (medido por el PIB per cápita).

Gráfico 1. Crecimiento del gasto en consumo final de los hogares (per cápita). Tasa acumulativa anual a partir de las cifras en dólares constantes de 2005. Fuente: Elaborado en base a información de World Development Indicators del Banco Mundial.

Gráfico 2. Crecimiento del producto interno bruto (per cápita). Tasa acumulativa anual a partir de las cifras en dólares constantes de 2005. Fuente: Elaborado en base a información de World Development Indicators del Banco Mundial.
¿Cómo evaluar si este aumento del consumo en las últimas décadas es «excesivo»? El artículo de Arrow et al. (2004) proponen dos criterios teóricos basados en factores económicos y ecológicos, para ayudar a responder a la pregunta si los niveles de consumo (agregados) actuales son excesivos.
Un primer criterio es pensar en un problema de optimización en donde el bienestar social de distintas generaciones depende del consumo y de la utilidad que reporta. Por lo tanto, el consumo actual será excesivo si supera aquel nivel de consumo que maximiza el valor de la utilidad presente (aplicando una tasa de descuento intertemporal). Si bien determinar cuál es el nivel óptimo de consumo de una economía se convierte en un problema en sí mismo, los autores sugieren aplicar consideraciones teóricas para identificar aquellos factores que pueden ser considerados indicios de que el consumo se desvía de su trayectoria óptima.
El segundo criterio incorpora la dimensión de sostenibilidad[3] del bienestar social intertemporal y también consideran el crecimiento de la población y el cambio tecnológico (medido a través del crecimiento de la productividad total de los factores), llegando una definición más amplia de la riqueza genuina[4] (al respecto, cabe recordar la entrada en este blog de Henry Willebald reflexionando sobre la medición del ahorro genuino). Según este criterio, el consumo de las generaciones actuales debería ser consistente con niveles de vida futuros que, al menos, no empeoren en el transcurso del tiempo. Resulta interesante que, como lo plantean los autores, ambos criterios, para discernir si el consumo es excesivo, reflejan implicancias diferentes. Una economía que intenta satisfacer el criterio de sostenibildiad puede no estar optimizando los niveles de bienestar. A la vez, que una economía puede estar maximizando su utilidad intertemporal pero con riesgos de sostenibilidad.
El artículo también aporta evidencia empírica utilizando datos del Banco Mundial, durante el periodo 1970-2001 para una muestra de países seleccionada que comprende regiones pobres, exportadoras de petróleo y economías industrializadas (Gran Bretaña y Estados Unidos). Aplicando los dos criterios mencionados anteriormente, los autores encuentran que el consumo estaría excediendo aquel que condice con el objetivo de maximización, y que en las regiones más pobres del mundo no se estaría alcanzando el criterio de sostenibilidad. En estas regiones, la riqueza genuina per cápita estaría disminuyendo ya que la inversión en capital humano y físico no sería suficiente para compensar el deterioro del capital natural. De estos resultados se podría concluir, erróneamente, que los países más pobres están consumiendo en exceso, sin embargo esto debe verse en el marco de un problema más complejo de bajos niveles de ingreso, problemas de ineficiencia y baja productividad que afectan a estas sociedades. Como lo señalan los propios autores, existe cierto grado de interdependencia entre los cambios en la riqueza genuina de las regiones «y el éxito de los países más ricos puede deberse en parte al fracaso de las naciones más pobres» (Arrow et al. (2004): p.25). Además, resaltan que dada la dificultad para generar mediciones que permitan un análisis cuantitativo riguroso, se requiere tomar estos resultados con cautela y asumir que existe gran incertidumbre para evaluar el presente y obtener conclusiones sobre el futuro. No obstante, esto no impide que se generen políticas para promover consumos e inversiones más eficientes.
Más allá de las limitaciones que este enfoque pueda tener desde el punto de vista teórico, y más aún en cuanto a las posibilidades de testear empíricamente los dos criterios, aporta elementos conceptuales útiles para evaluar los niveles de consumo, y más en general, el bienestar con una perspectiva de largo plazo y con un criterio de sostenibilidad.
Existe un amplio campo por conocer sobre el comportamiento del consumo desde una perspectiva histórica, de su vinculación con el bienestar material, con el crecimiento y más en general con el desarrollo, sobre su distribución, sobre los cambios en los patrones, los impactos medioambientales, etc. Al mismo tiempo, resta mucho esfuerzo orientado a reconstruir series históricas de consumo de los hogares y sus componentes así como de mediciones de la riqueza genunia, para poder responder si estamos consumiendo demasiado y si esto compromete el bienestar de las próximas generaciones. En próximas entradas brindaremos otros elementos para esta discusión.
Referencias:
ARROW, K., P. DASGUPTA, L. GOULDER, G. DAILY, P. EHRLICH, G. HEAL, S. LEVIN, K.-G. MÄLER, S. SCHNEIDER, D. STARRETT, and B. WALKER (2004). «Are We Consuming Too Much?» Journal of Economic Perspectives, 18(3): 147-172.
CORTINA, A. (2002). Por una ética del consumo (p. 349). Madrid: Taurus.
DUESENBERRY, J.S. (1949). Income, Saving and the Theory of Consumer Behavior. Harvard University Press, Cambridge, MA.
FURTADO, C. (1966). Subdesarrollo y estancamiento en América Latina. Buenos Aires: Editorial Universitaria.
KATTEL, R., KREGEL, J. A., & REINERT, E. S. (Eds.). (2009). Ragnar Nurkse (1907-2007): Classical Development Economics and Its Relevance for Today. Anthem Press.
MILANOVIC, B. (2011). “A short history of global inequality: the past two centuries”. Explorations in Economic History, 48, 494-456.
NURKSE, R. (1953). Problems of capital formation in underdeveloped countries. Oxford, Basil Backwell.
PASINETTI, L. (2007). Keynes and the Cambridge Keynesians. A “Revolution in Economics” to be accomplished. Cambridge University Press.
PINTO, A. (1976). Heterogeneidad estructural y modelo de desarrollo reciente de la América Latina. Inflación: raíces estructurales. D.F., México: Fondo de Cultura Universitaria.
PREBISCH, R. (1949). El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas. Santiago de Chile, Chile: CEPAL.
SETTERFIELD, M. (2002). The economics of demand-led growth: challenging the supply-side vision of the long run. Edward Elgar Pub.
Notas:
1 La pregunta del título es la versión en español del nombre del artículo «Are we consuming too much?» elaborado por un grupo de destacados economistas y ecologistas y publicado en el Journal of Economic Perspectives en el 2004.
2 En una entrada anterior en este blog, Esteban Nicolini hacía referencia a los componentes de la desigualdad y resumía los resultados recientes, de autores como Milanovic (2011), en que la inequidad de ingresos ha aumentado en el mundo en los dos últimos siglos, siendo su aumento entre países el componente que más lo explica (en relación al aumento de la desigualdad al interior de los países).
3 Estos autores conciben la idea de sosteniblidad en forma consistente con la definición de desarrollo sostenible (sustainable development) entendida como «el desarrollo que permite satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras». Definición que surge del Informe Brundtland como resultado del trabajo de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creada en 1983.
4 El concepto de riqueza genuina, manejado por el Banco Mundial, sugiere que los países deben procurar, en el largo plazo, un stock de activos -capital producido, capital humano, capital natural y conocimiento- que permitan mantener el crecimiento económico.