¿Estamos consumiendo demasiado?

Carolina Román (Universidad de la República, Uruguay), 29 de abril de 2014.[1]

El consumo, como componente de la demanda tiene varias vinculaciones con el proceso de crecimiento, de cambio estructural, al mismo tiempo que constituye un indicador de los niveles de vida de la población. Cuando el gasto en consumo por parte de las familias aumenta, esto podría suponer una buena noticia para la sociedad, aunque habría que preguntarse si mayores niveles también pueden constituir una restricción al propio desarrollo o al bienestar de largo plazo.

Frente al aumento del consumo en la economía mundial en las décadas recientes, con tasas mayores aún que el incremento del producto, cabe preguntarse si estamos consumiendo demasiado. Esta «simple» pregunta nos lleva a reflexionar sobre varias dimensiones. Aspectos vinculados con el rol del consumo –y, más en general, de la demanda– en el propio proceso de crecimiento económico y cambio estructural (siguiendo a los autores keynesianos y post-keynesianos como Nurkse 1953, Setterfield 2002, Pasinetti 2007, Kattel, Kregel y Reinert 2009); sobre el comportamiento emulativo de los hábitos de consumo (Duesenberry 1949, Nurkse 1953), sobre cuestiones éticas del acto de consumir (Cortina 2002), sobre cambios en la distribución del ingreso entre los países y al interior de estos.[2] Estas consideraciones responden, además, al estructuralismo latinoamericano de los 1960s y 1970s, cuando autores como Prebisch (1949), Furtado (1966) y Pinto (1976), insistían con ideas sobre la relación entre la concentración del ingreso, un patrón de consumo conspicuo de las clases altas, y las restricciones que esto imponía sobre el ahorro y el crecimiento económico. Alguna de todas estas dimensiones será objeto de próximas entradas en este blog. Ahora comenzaremos con una aproximación empírica y la presentación de un trabajo reciente que aporta otros elementos para reflexionar.

Podemos comenzar por una descripción de lo que ha sucedido con el consumo durante las últimas décadas, desde 1970, periodo que según Angus Maddison ha sido identificado como la cuarta fase del desarrollo del capitalismo. Este periodo comparte ciertos rasgos distintivos en cuanto al comportamiento de los precios, el producto, el sistema monetario internacional, la política económica sobre la demanda, el mercado de trabajo y una creciente apertura de los mercados de capitales (Maddison 1991). Utilizando los datos publicados por el Banco Mundial (Indicadores del Desarrollo MundialWorld Development Indicators-), es posible analizar el dinamismo del gasto de consumo final de los hogares y del producto interno bruto, expresado en dólares constantes de 2005 comparando las regiones clasificadas según su nivel de ingreso (países de ingreso bajo; ingreso alto OCDE; ingreso mediano). También resulta de interés identificar lo que ha ocurrido en América Latina y el Caribe, región que ha experimentado un crecimiento económico importante en la reciente década.

Entre 1970 y 2012 el crecimiento acumulativo anual del gasto en consumo de la economía mundial ha sido mayor, en 0.05 puntos porcentuales, al aumento que experimentó el producto interno bruto. (Ver Gráfico 1 y Gráfico 2). El consumo de los hogares, durante los años que han transcurrido del siglo XXI, mostró desempeños positivos (en promedio) en todas las regiones; contrastando claramente con la austera performance de los setenta, y el dispar comportamiento por regiones de los ochenta y los noventa (durante esta última década, los países pobres vieron caer su consumo per cápita). A nivel mundial, la década de los noventa fue la que mostró una mayor tasa de crecimiento acumulativo anual (1,51%), seguido por los ochenta con una tasa de 1,41%, y los años más recientes, 2000-2012 con una tasa de 1,27% (Ver Gráfico 1). Comparando el desempeño de las regiones, el consumo de los hogares de los países de ingreso mediano (que incluye países como India y China), han sido los más dinámicos desde los noventa. Por el contrario, los países de ingreso bajo, en gran parte de África sub-sahariana, luego de una caída en el consumo durante los noventa, experimentaron un crecimiento importante entre 2000 y 2012. Por su parte, el consumo en los países de ingreso alto y miembros de la OCDE ha crecido pero a menor ritmo desde los ochenta. En cuanto a América Latina y el Caribe, la región en su conjunto ha superado las tasas de crecimiento de la economía mundial desde la década de los noventa, con un incremento del consumo de los hogares mayor al experimentado por el nivel de actividad económica (medido por el PIB per cápita).

Gráfico 1. Crecimiento del gasto en consumo final de los hogares (per cápita). Tasa acumulativa anual a partir de las cifras en dólares constantes de 2005. Fuente: Elaborado en base a información de World Development Indicators del Banco Mundial.

Gráfico 2. Crecimiento del producto interno bruto (per cápita). Tasa acumulativa anual a partir de las cifras en dólares constantes de 2005. Fuente: Elaborado en base a información de World Development Indicators del Banco Mundial.

Gráfico 2. Crecimiento del producto interno bruto (per cápita). Tasa acumulativa anual a partir de las cifras en dólares constantes de 2005. Fuente: Elaborado en base a información de World Development Indicators del Banco Mundial.

¿Cómo evaluar si este aumento del consumo en las últimas décadas es «excesivo»? El artículo de Arrow et al. (2004) proponen dos criterios teóricos basados en factores económicos y ecológicos, para ayudar a responder a la pregunta si los niveles de consumo (agregados) actuales son excesivos.

Un primer criterio es pensar en un problema de optimización en donde el bienestar social de distintas generaciones depende del consumo y de la utilidad que reporta. Por lo tanto, el consumo actual será excesivo si supera aquel nivel de consumo que maximiza el valor de la utilidad presente (aplicando una tasa de descuento intertemporal). Si bien determinar cuál es el nivel óptimo de consumo de una economía se convierte en un problema en sí mismo, los autores sugieren aplicar consideraciones teóricas para identificar aquellos factores que pueden ser considerados indicios de que el consumo se desvía de su trayectoria óptima.

El segundo criterio incorpora la dimensión de sostenibilidad[3] del bienestar social intertemporal y también consideran el crecimiento de la población y el cambio tecnológico (medido a través del crecimiento de la productividad total de los factores), llegando una definición más amplia de la riqueza genuina[4] (al respecto, cabe recordar la entrada en este blog de Henry Willebald reflexionando sobre la medición del ahorro genuino). Según este criterio, el consumo de las generaciones actuales debería ser consistente con niveles de vida futuros que, al menos, no empeoren en el transcurso del tiempo. Resulta interesante que, como lo plantean los autores, ambos criterios, para discernir si el consumo es excesivo, reflejan implicancias diferentes. Una economía que intenta satisfacer el criterio de sostenibildiad puede no estar optimizando los niveles de bienestar. A la vez, que una economía puede estar maximizando su utilidad intertemporal pero con riesgos de sostenibilidad.

El artículo también aporta evidencia empírica utilizando datos del Banco Mundial, durante el periodo 1970-2001 para una muestra de países seleccionada que comprende regiones pobres, exportadoras de petróleo y economías industrializadas (Gran Bretaña y Estados Unidos). Aplicando los dos criterios mencionados anteriormente, los autores encuentran que el consumo estaría excediendo aquel que condice con el objetivo de maximización, y que en las regiones más pobres del mundo no se estaría alcanzando el criterio de sostenibilidad. En estas regiones, la riqueza genuina per cápita estaría disminuyendo ya que la inversión en capital humano y físico no sería suficiente para compensar el deterioro del capital natural. De estos resultados se podría concluir, erróneamente, que los países más pobres están consumiendo en exceso, sin embargo esto debe verse en el marco de un problema más complejo de bajos niveles de ingreso, problemas de ineficiencia y baja productividad que afectan a estas sociedades. Como lo señalan los propios autores, existe cierto grado de interdependencia entre los cambios en la riqueza genuina de las regiones «y el éxito de los países más ricos puede deberse en parte al fracaso de las naciones más pobres» (Arrow et al. (2004): p.25). Además, resaltan que dada la dificultad para generar mediciones que permitan un análisis cuantitativo riguroso, se requiere tomar estos resultados con cautela y asumir que existe gran incertidumbre para evaluar el presente y obtener conclusiones sobre el futuro. No obstante, esto no impide que se generen políticas para promover consumos e inversiones más eficientes.

Más allá de las limitaciones que este enfoque pueda tener desde el punto de vista teórico, y más aún en cuanto a las posibilidades de testear empíricamente los dos criterios, aporta elementos conceptuales útiles para evaluar los niveles de consumo, y más en general, el bienestar con una perspectiva de largo plazo y con un criterio de sostenibilidad.

Existe un amplio campo por conocer sobre el comportamiento del consumo desde una perspectiva histórica, de su vinculación con el bienestar material, con el crecimiento y más en general con el desarrollo, sobre su distribución, sobre los cambios en los patrones, los impactos medioambientales, etc. Al mismo tiempo, resta mucho esfuerzo orientado a reconstruir series históricas de consumo de los hogares y sus componentes así como de mediciones de la riqueza genunia, para poder responder si estamos consumiendo demasiado y si esto compromete el bienestar de las próximas generaciones. En próximas entradas brindaremos otros elementos para esta discusión.

 

Referencias:

ARROW, K., P. DASGUPTA, L. GOULDER, G. DAILY, P. EHRLICH, G. HEAL, S. LEVIN, K.-G. MÄLER, S. SCHNEIDER, D. STARRETT, and B. WALKER (2004). «Are We Consuming Too Much?» Journal of Economic Perspectives, 18(3): 147-172.

CORTINA, A. (2002). Por una ética del consumo (p. 349). Madrid: Taurus.

DUESENBERRY, J.S. (1949). Income, Saving and the Theory of Consumer Behavior. Harvard University Press, Cambridge, MA.

FURTADO, C. (1966). Subdesarrollo y estancamiento en América Latina. Buenos Aires: Editorial Universitaria.

KATTEL, R., KREGEL, J. A., & REINERT, E. S. (Eds.). (2009). Ragnar Nurkse (1907-2007): Classical Development Economics and Its Relevance for Today. Anthem Press.

MILANOVIC, B. (2011). “A short history of global inequality: the past two centuries”. Explorations in Economic History, 48, 494-456.

NURKSE, R. (1953). Problems of capital formation in underdeveloped countries. Oxford, Basil Backwell.

PASINETTI, L. (2007). Keynes and the Cambridge Keynesians. A “Revolution in Economics” to be accomplished. Cambridge University Press.

PINTO, A. (1976). Heterogeneidad estructural y modelo de desarrollo reciente de la América Latina. Inflación: raíces estructurales. D.F., México: Fondo de Cultura Universitaria.

PREBISCH, R. (1949). El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas. Santiago de Chile, Chile: CEPAL.

SETTERFIELD, M. (2002). The economics of demand-led growth: challenging the supply-side vision of the long run. Edward Elgar Pub.

Notas:
1 La pregunta del título es la versión en español del nombre del artículo «Are we consuming too much?» elaborado por un grupo de destacados economistas y ecologistas y publicado en el Journal of Economic Perspectives en el 2004.

2 En una entrada anterior en este blog, Esteban Nicolini hacía referencia a los componentes de la desigualdad y resumía los resultados recientes, de autores como Milanovic (2011), en que la inequidad de ingresos ha aumentado en el mundo en los dos últimos siglos, siendo su aumento entre países el componente que más lo explica (en relación al aumento de la desigualdad al interior de los países).

3 Estos autores conciben la idea de sosteniblidad en forma consistente con la definición de desarrollo sostenible (sustainable development) entendida como «el desarrollo que permite satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras». Definición que surge del Informe Brundtland como resultado del trabajo de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creada en 1983.

4 El concepto de riqueza genuina, manejado por el Banco Mundial, sugiere que los países deben procurar, en el largo plazo, un stock de activos -capital producido, capital humano, capital natural y conocimiento- que permitan mantener el crecimiento económico.

 

Preferencias e historia económica

Xavier Duran (Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia), 22 de abril de 2014.

El festival iberoamericano de teatro de Bogotá se realiza cada dos años, en la semana de pasión, y ofrece teatro de inmejorable calidad a los Bogotanos y visitantes. Es realmente “a world class event”. Cuando pasen por Bogotá, traten que sea en esta época, es la mejor Bogotá que se puede disfrutar.

Les voy a contar sobre una obra de teatro. No voy a hacer las veces de crítico de teatro, ni mucho menos. Pero si les quiero contar sobre una obra que me pareció muy divertida, y me recordó discusiones y reflexiones sobre el tema del blog de hoy.

El domingo fui a la obra del escritor-director-actor libanes-canadiense Wajdi Mouawad, “Solos”. La primera parte, un monologo sobre lo difícil que es ser estudiante doctoral – recomendadisima! Imagínense, en una escena el supervisor llama al protagonista, que es un estudiante doctoral de sociología, y le cuenta que un profesor del departamento acaba de morir y que esa es la vacante para él. También le indica que debe sustentar el doctorado seis meses antes de lo planeado para poder aplicar a esta vacante. El protagonista se mueve entre la ilusión del nuevo reto y el fin del doctorado, el miedo de enfrentar al comité sin aun tener claras las conclusiones de su tesis, el sueño de hacer la obra maestra de la sociología del imaginario, para lo cual necesitaría más tiempo, y el pudor de aplicar al proceso de selección para una posición que acaba de quedar libre porque su titular acaba de morir y el conocía! La representación es divertidísima! Después, el personaje de la obra, tras un accidente, entra en coma, el actor continua el monologo, y logra una representación impactante … pero no les voy a dañar más la obra.

La obra de teatro, como se imaginaran, la goce y sentí mucho, y la recomiendo.

Pero la obra también me hizo pensar sobre la vida y la muerte. Y, sobre la expectativa de vida! Y al llegar a la expectativa de vida, me recordó charlas, discusiones y reflexiones que he tenido sobre las preferencias en perspectiva histórica.

Dos reflexiones.

Primera, en la Colombia del sagrado corazón de Jesus, como dicen los locutores de noticias en semana santa, hemos tenido un muy triste laboratorio social que permite observar como diferentes grupos sociales enfrentan diferentes expectativas de vida. El caso más extremo son los sicarios, los asesinos a sueldo de los carteles de droga. Un sicario, por la naturaleza de su actividad, está perfectamente consciente que tiene pocas probabilidades de vivir más allá de los 20 años, y habla de “estoy viviendo tiempo extra”, tras cumplir los 20 años. En este contexto, es entendible que se genere una desconexión entre el consumo hoy, el ahorro, y el consumo mañana. Se prefiere consumir hoy. En otros grupos sociales en Colombia la expectativa de vida se triplica, y se generan comportamientos que parecen evidenciar cambios en la relación entre consumo hoy, ahorro y consumo mañana. Se consume hoy, pero también se ahorra hoy para consumir mañana.

La muerte no solo nos enfrenta a emociones, sino que los historiadores económicos hemos señalado está relacionada con grandes cambios económicos. Los cambios en la tasa de mortalidad y la transición demográfica están relacionados con cambios en los patrones de inversión entre “quantity and quality of children” y futuro crecimiento de los países.
Sin embargo, un ángulo que no hemos explorado es que a medida que aumenta la expectativa puede cambiar la tasa de descuento, la relación entre consumo hoy y consumo mañana. Sera posible que a medida que aumenta la expectativa de vida disminuya la tasa de descuento? Si esto fuera así, qué tipo de decisiones afectaría este cambio? El efecto de alargamiento de expectativa de vida sobre la tasa de descuento (si existe), nos induce a ahorrar más y, así, la economía crece más rápido?

Aunque no es trivial, creo que si alguien tiene una base de datos panel que incluye personas de varias generaciones y sus decisiones de ahorro, y podemos calcular su expectativa de vida al nacer, tal vez podríamos determinar si los cambios en expectativa de vida están asociados o causan cambios en las decisiones de ahorro, que, si se controla por otros factores, permite inferir cambios en la tasa de descuento. Una alternativa puede ser un cross-section de ahorradores de diferentes grupos sociales que enfrentan diferentes expectativas de vida. La ventaja de este approach es que se pueden realizar experimentos para que los participantes, con diferentes expectativas de vida, revelen su tasa de descuento y así hacer explicita la relación entre expectativa de vida-tasa de descuento-ahorro. Alguien sabe si esto ya se estudió? Si no, alguien tiene datos y se anima? Puede ser divertido.

Segunda, ya pensando en las preferencias en perspectiva histórica, es posible que las preferencias no hayan cambiado en siglos. Una de las discusiones menos productivas que a veces tenemos los historiadores económicos con los historiadores es sobre la especificidad del comportamiento humano respecto al lugar y el periodo en cuestión. Mientras los historiadores piensan que esta especificidad es alta, que las preferencias, las emociones, los objetivos de las personas son diferentes entre periodos y lugares, los historiadores económicos, en particular los más cuantitativos, piensan que esto es una explicación a considerar solo después que un determinado comportamiento no se puede explicar con mecanismos más convencionales y mejor estudiados, como por ejemplo reacciones a cambios de precios. En general trato de no tener estas discusiones porque es difícil saber cómo uno puede saber quién tiene razón y en qué.

Pero creo que ahora tenemos una idea que tal vez permita avanzar nuestro conocimiento sobre estos asuntos.

Un trabajo muy interesante cayó en mis manos hace varios meses. Giusti, Noussair y Voth (2013) prepararon un experimento en laboratorio para presentarle a varios grupos de estudiantes actuales el contexto institucional del mercado financiero durante el South Sea Bubble de manera controlada. Luego los estudiantes jugaron el experimento. Así es posible examinar sí al presentar el contexto institucional es posible generar en estudiantes actuales comportamientos que recrean la famosa burbuja de los 1720s. Y si esto es así, es posible también examinar cuál de las características institucionales tiene el mayor efecto. Los resultados indican que en algunos casos, los comportamientos de los estudiantes generan burbujas de tamaño comparable a la South Sea Bubble y la característica institucional clave fue el debt-equity swap. Sea que esto indica que el comportamiento humano no es tan especifico como podríamos creer?

CIEN AÑOS DE LA RESERVA FEDERAL: un comentario sobre el libro “Return to Jekyll Island”

Carlos Marichal (El Colegio de México), 13 de abril de 2014.

Valdría la pena recordar que en el 2014 se conmemora el centenario de la Reserva Federal, y que por tanto, resulta de gran interés analizar las obras históricas que explican de donde viene esta poderosa institución y por qué. Es cierto que la ley que autorizó el establecimiento del banco central de los Estados Unidos fue ratificada en 1913, pero en la práctica la Reserva Federal no empezó a ser operativa hasta un año después. Por otra parte, es importante llamar la atención sobre el hecho de que el plan de la Reserva Federal fue elaborado en una reunión singular y muy secreta celebrada a finales de 1910 en la Isla Jekyll . Fue allí donde un pequeño grupo de políticos de Washington y los banqueros de Nueva York elaboró ​​la arquitectura provisional del futuro Banco Central. Las seis personas involucradas eran Nelson Aldrich, el senador republicano de Rhode Island, su secretario Arthur Shelton, A Piatt Andrew, un funcionario del Tesoro y tres banqueros, Henry Davison (Morgan), Frank Vanderlip (National City) y Paul Warburg. Bajo pretexto de una semana inocente supuestamente dedicado a la caza de patos, estos seis hombres formularon allí las directrices fundamentales para el futuro establecimiento de la Reserva Federal.

Para conmemorar este evento Michael D. Bordo , de la Universidad de Rutgers y William Roberds de la Reserva Federal de Atlanta convocaron a un grupo de distinguidos historiadores económicos para presentar ponencias en un coloquio en el viejo y ya clásico hotel en Jekyll Island en noviembre de 2010. Los resultados han sido publicados en el libro editado por Bordo y Roberds, titulado Los orígenes, la historia y el futuro de la Reserva Federal , y publicado por Cambridge University Press en 2013.[i] Especialmente notable es el hecho de que los convocantes lograron que varios gobernadores de la Reserva Federal participaran en la reunión, entre ellos Ben Bernanke, Alan Greenspan y Paul Volker, aunque este último lo hizo por skype. Además, también estuvieron presentes Gerald Corrigan, ex jefe de la Fed de Nueva York , así como siete presidentes de los bancos regionales de la Reserva Federal. Los participantes se sintieron atraídos no solo por la posibilidad de intercambio social e intelectual, sino también por la posibilidad de comparar las crisis financieras, entonces y ahora.

Todo esto nos lleva de nuevo a una cuestión histórica esencial relacionada con los orígenes de la Reserva Federal. Hay un consenso de que el resultado más importante de la crisis de 1907 fue la demostración de que Estados Unidos necesitaba establecer un banco central para poder hacer frente a futuras turbulencias financieras y crisis bancarias. En Europa, en ese momento, ya había varios bancos centrales que actuaban como tales y que habían demostrado cierta eficacia en la gestión de la política monetaria y haciendo frente a los pánicos bancarios. Pero en América no existían tales instituciones, ni en Canadá ni los Estados Unidos ni en el conjunto de América Latina.

Esta situación plantea cuestiones importantes para la comprensión de las finanzas en el primer período de la globalización. En primer lugar : ¿por qué no había bancos centrales en América antes de 1914 ? Es el caso de que en algunos países de América Latina un gran banco nacional (a veces privado, a veces público) realizó algunas de las funciones de un banco central, pero ciertamente no todas . Lo que más sorprende es que no había ningún banco central en los Estados Unidos y que, de hecho, tenía un sistema bancario que era a la vez enorme y dinámico, pero también el más fragmentado e inestable en el mundo. Sin duda, ello ha contribuido a los muchos pánicos bancarios (1873, 1884, 1893 y 1907) en este período del capitalismo clásico. Pero también se basó en la idea de » laissez – faire» consistente con la idea de una intervención gubernamental limitada y escasa regulación de los bancos. Esto está directamente relacionado con dos dogmas comunes para el período.

En primer lugar antes de 1914, la teoría liberal de las finanzas públicas en general no animaba a los gobiernos a actuar de manera contra- cíclica en situaciones económicas difíciles, aunque esto no fue necesariamente el caso en tiempos de guerra. Dadas las restricciones fiscales, los gobiernos a menudo reducían el gasto público en situaciones de crisis financiera. En segundo lugar, la teoría más avanzada de los bancos centrales – la del Banco de Inglaterra – sostuvo la opinión de que debería limitarse a descontar liberalmente las cartas de crédito de la banca privada en tiempos de crisis para limitar el impacto de las restricciones crediticias en los mercados. Pero tal acción no contemplaba un aumento de la oferta monetaria, dadas las restricciones impuestas por el patrón oro. Por el contrario, a menudo en momentos de crisis, la fuga de oro podría causar una reducción en la circulación monetaria y esto se considera inevitable y necesario para la recuperación posterior.

Sin embargo, como se puede ver en la revisión histórica de las diversas crisis en este período de globalización temprana, en determinadas ocasiones hubo intervenciones del banco central y del Tesoro. Mientras que éstas, en general, se limitaron a las situaciones de crisis financieras, como se ha discutido, las intervenciones fueron eficaces. Nos referimos no sólo a la mayor liberalidad de crédito, sino a las muchas oportunidades por el cual algunos gobiernos de finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX (por ejemplo, los Estados Unidos e Italia ) depositan los certificados de sus respectivos bonos del Tesoro en las cuentas de los bancos comerciales para estabilizar los mercados bancarios. También es importante recordar los casos en que hubo intervenciones coordinadas de los bancos centrales para estabilizar los mercados financieros , como en el caso del episodio de Barings en ​​1890.

Sin embargo, existen limitaciones en cuanto a este tipo de intervenciones impuestas principalmente por la fidelidad al patrón oro. En los países económicamente más avanzados, en Europa occidental y los Estados Unidos, los ministros de finanzas y directores de bancos centrales confiaron en el oro como un mecanismo de ajuste automático y estable dando a entender que era factible esperar las varias etapas sucesivas de la crisis para que se solucionara. Una recesión no solo tendía a producir la fuga de oro del país, sino también una caída en la capacidad de compra de importaciones, lo que eventualmente produciría una mejora en la balanza comercial. Así también, la caída en el precio de los productos nacionales fortalecería las exportaciones y esto ayudará a producir un superávit comercial y por lo tanto, como resultado, nuevas entradas externas de oro. Una vez que la última tendencia cobrara fuerza, los bancos podrían aumentar la oferta monetaria y expandir el crédito lo que contribuiría a la recuperación económica general.

No obstante, las crisis bancarias y financieras repetidas de los Estados Unidos en particular, causaron una creciente preocupación por el impacto en los sistemas nacionales de banca y también su efecto sobre el sistema monetario internacional. Lo que está claro a partir de una revisión del pánico d 1907 es que las autoridades políticas en Washington DC comenzaron rápidamente una revisión y reforma del complicado sistema bancario de los Estados Unidos. El reto era inmenso. No sólo era la estructura bancaria más amplia (y más atomizada) en el mundo – con el impresionante número de 18 000 bancos diferentes en 1914 – sino que además no había ninguna entidad bancaria del gobierno. El creciente número de problemas que afectaron a este sistema altamente descentralizado generó más y más demandas de una mayor regulación, supervisión y control sobre la política monetaria y los bancos. Como resultado , el Congreso de EE.UU. autorizó una comisión, integrada por especialistas, para evaluar cómo proceder para establecer una nueva legislación bancaria y mejorar la regulación del sistema financiero. Sin embargo, los informes detallados sobre los sistemas bancarios del mundo contratados por la Comisión Nacional Monetaria y publicada entre 1908 y 1912, no establecieron las bases para la creación de la Reserva Federal. De hecho, fue el plan que se forjó en Jekyll Island en 1910 y los igualmente importantes debates del Congreso en 1912 los que sentaron las bases de la ley aprobada en 1913. Paradójicamente, en el mismo momento en el que el Comité de Dirección se estaba organizando, una grave crisis monetaria y financiera estalló tras la noticia del estallido de la Gran Guerra en Europa en agosto de 1914. Pero el nuevo banco central sobrevivió y propició que los Estados Unidos se mantuvieran en el patrón oro a pesar cataclismo global.[ii]

En la citada obra editada por Bordo y Roberds, hay siete ensayos escritos por historiadores financieros distinguidos. Vale la pena leer estos capítulos, ya que son realmente contribuciones punteras respecto a la literatura existente. Por ejemplo, el ensayo de Eugene White sobre la supervisión bancaria antes de 1914 muestra cómo el sistema bancario estadounidense, que era regulado ligeramente, en realidad funcionaba relativamente bien a pesar de los pánicos bancarios frecuentes. Por otro lado, como Bordo y David Wheelock demuestran en su estudio de la Reserva Federal entre 1914 y 1933, las consideraciones normativas y normas no resultan ser de mucha utilidad para evitar el mayor desastre financiero del siglo XX, la crisis de 1929 y la posterior Gran Depresión. El ensayo de Marc Flandreau y Stefano Ugolini hace un nuevo estudio detallado del pánico Overend Gurney – de 1866, y demuestra que las principales lecciones fueron aprendidas por el Banco de Inglaterra, ya que el sistema bancario británico no sufrió nuevos pánicos para casi un siglo, es decir, hasta la década de 1970 .

La cuestión sigue abierta si las nuevas medidas adoptadas después de 2008 para volver a regular los bancos y los mercados financieros en muchos países alrededor del mundo tendrán un éxito similar . ¿Qué pasará después de la creación del nuevo y gran organismo de supervisión financiera europea en Frankfurt el próximo año? ¿Cómo hará frente la Reserva Federal a nuevos auges y burbujas de activos en el futuro? Todos estos son temas debatidos hoy y que valdría la pena seguir, pero una mirada retrospectiva a la historia también puede ofrecer mucho material para reflexionar aunque también un considerable escepticismo sano sobre la capacidad de evitar las crisis financieras.

[i] Michael D. Bordo and William Roberds, eds., The Origins, History and Future of the Federal Reserve, A Return to Jekyll Island, Cambridge University Press in 2013.

[ii] William L. Silber,When Washington Shut Down Wall Street: The Great Financial Crisis of 1914 and the Origin’s of America’s Monetary Supremacy, Princeton, Princeton University Press, 2007.