Paralelismos históricos de las crisis económicas en América Latina. Algunas notas adicionales

Juan H. Flores Zendejas, Universidad de Ginebra

12 de julio de 2020

He escrito un par de textos sobre las perspectivas históricas de la crisis económica actual (véase aquí y aquí). Me gustaría añadir estas cuantas líneas de reflexión. En particular, intento aportar algunos elementos adicionales sobre la magnitud del shock y también sobre los efectos en el mercado de la deuda pública. ¿Estamos a la puerta de una nueva ola de defaults? Las negociaciones recientes entre los gobiernos de Ecuador y Argentina y los inversionistas parecen constituir sólo el inicio…

En la literatura sobre los ciclos económicos, y en particular en lo concerniente los países en vías de desarrollo (o periféricos, o la poor periphery como la suele llamar Jeffrey Williamson) los cambios de ciclos se identifican por la caída de la actividad económica en el centro (los países ricos vaya), con el consecuente decremento en la demanda de importaciones provenientes de la poor periphery, el deterioro de los términos de intercambio,  y con el aumento en los tipos de interés, etc. Este cambio de ciclo genera una presión en las finanzas públicas (de la poor periphery sobre todo) y sobre el valor de la moneda. Por tanto, la capacidad de pago se ve seriamente mermada: a la caída de los ingresos públicos se añade el aumento en el costo del servicio de la deuda, ya sea por el alza de las tasas de interés y / o por la depreciación de la moneda, principalmente porque la poor periphery además sufre del pecado original (lo siento aquí para los lectores no católicos). Este término se refiere al hecho de que la deuda esta denominada mayoritariamente en moneda extranjera.

Propongo ahora mirar lo siguiente para comparar la situación actual con dos crisis anteriores, la de los años treinta y la de 1982:

  • Primero, enfoquémonos en la evolución económica de los países del centro (ustedes los ricos) tanto en el periodo de entreguerras con el de los años ochenta
  • Segundo, veamos la evolución de los tipos de interés durante ambas crisis. Tradicionalmente, hemos observado que el alza de las mismas encarece el crédito, por lo que el acceso a los mercados de capitales se dificulta y por tanto, la capacidad para implementar políticas contracíclicas es mucho más limitado.

Fuente: http://www.oecd.org/perspectives-economiques/juin-2020/

Fuente: Maddison Project Database. Originalmente en dolares internacionales de 1990. Se toman en cuenta 12 países de Europa Occidental y los «Western Offshoots»
Fuente: Maddison Project Database.

¿Qué observamos?

Respecto al crecimiento, los primeros dos gráficos sirven para clarificar un hecho. La crisis actual podría ocasionar una caída anual aun más severa que durante la Gran Depresión, pero no así si comparamos la caída acumulada. Las estimaciones actuales (de la OCDE) del crecimiento del PIB en la economía mundial fijan un rango de entre -6% a -7.6% (siendo cifras nominales, hay un pequeño desfase respecto a las reales) para el 2020. La diferencia depende en gran medida si tendremos más confinamientos. Otra incógnita sigue siendo el periodo de recuperación, en donde el escenario más optimista es un periodo de dos años. En cuanto a la Gran Depresión, esta muestra que para los países ricos, la caída fue de -5% en 1930, de -6% en 1931 y de -7% en 1932, para después iniciar la recuperación con un crecimiento de 1% en 1933. El nivel de 1929 no se alcanza sino hasta 1936.  

La década de 1982 (el tercer gráfico), fue una crisis «self-made» de América Latina. Esto es, si bien hubo una caída del PIB real de 1% en el centro rico (sin albur), este no fue prolongado. Esto confirma lo que argumentaba Díaz-Alejandro sobre el hecho que una recesión seria pero manejable en América Latina se convirtió en una depresión prolongada.

No voy a entrar aquí en el comportamiento de los términos de intercambio, que sería el otro lado de la moneda. Hay muchísima literatura, y uno de los últimos trabajos sobre el tema argumenta precisamente que históricamente, las salidas de capitales y las caídas de los precios de las materias primas se producen simultáneamente y preceden olas de defaults. Ahora bien, recordemos que el periodo post-2008 supuso un cambio en la tendencia alcista en el comportamiento del precio de las materias primas, y fue acompañado de salidas de capitales. Sin embargo, estos hechos no desembocaron en una ola de defaults, siendo Argentina una excepción, pero con un problema originado desde el 2001. Además, Sachs argumentó de manera convincente que, si bien el comportamiento de los términos de intercambio fue desfavorable a la pobre periferia en la década de los ochenta, estos explican poco al momento de diferenciar a aquellos gobiernos que tuvieron dificultades para pagar su deuda de los que siguieron pagando puntualmente.

Bien, ahora miremos los rendimientos de los bonos de largo plazo del gobierno de Estados Unidos. ¿Que observamos durante los años 1920s y 1930s? Que la danza de los millones (el capital que llegó a América Latina) vino de la mano con una caída en el rendimiento de los bonos estadounidenses durante los años veinte. A partir de la crisis, hubo un aumento del rendimiento de dichos bonos, para descender poco después. Sabemos además que el banco central estadounidense, la FED, tuvo una política monetaria contraccionista alrededor de la crisis. La consecuencia para la pobre periferia fue que el acceso al mercado privado de capitales fue cerrándose ya desde 1928, y dicha tendencia no cambió ya hasta muchas décadas después. La mayor parte de los gobiernos latinoamericanos hicieron default entre 1931 y 1932.

Fuente: NBER Macrohistory database.

En cuanto a los años ochenta, vemos más o menos el mismo comportamiento. Una ligera caída de las tasas de interés en la segunda mitad de los años setenta (acompañadas, es verdad, por un aumento de la inflación), aunada a la liquidez proveniente de los petrodólares fomentaron una entrada de capitales importante, que se frena luego hacia principios de los ochenta. El aumento de los tipos de interés y del rendimiento de los bonos estadounidenses coinciden con las dificultades de repago en América Latina a partir de 1981. Hacia finales de los ochenta, a medida que los planes elaborados para terminar con la crisis de la deuda fracasaban unos tras otros, los tipos de interés comienzan a disminuir. No es por tanto ninguna sorpresa que este hecho haya contribuido al planteamiento del Plan Brady, cuyo arreglo – y quita implícita – permitió cerrar el problema siete años después. La liquidez en el mercado y el fortalecimiento en la posición financiera de los acreedores facilitaron la estrategia que involucró a diversos actores públicos y privados.

US 10 Year Treasury Rate. Fuente: macrotrends.net

¿Qué podemos observar hoy en día? Una distinción respecto a los periodos anteriores es que las tasas de interés en los países ricos se mantienen en un nivel especialmente bajo (una tendencia que tiene ya tres décadas). El inicio de la crisis de Covid fortaleció dicho patrón, y esto se explica por la agresiva política monetaria expansiva de distintos bancos centrales. Ahora bien, el EMBI (el rendimiento de los bonos de la pobre periferia, hoy llamada Emerging Markets) se incrementó sustancialmente a partir de la crisis (véase el siguiente gráfico). ¿Qué significa esto? Que la percepción de los inversionistas sobre un posible default entre los mercados emergentes es elevada. Esto implica, a su vez, que salir al mercado a endeudarse es algo que puede ser, en principio, muy caro.

Emerging Markets Sovereign composite spread. Fuente: JP Morgan.com

Ahora bien, dentro de la pobre periferia habrá países con cierto margen de ajuste y utilización de ahorro (por medio de sus fondos soberanos, por ejemplo) que permitan seguir pagando sus deudas puntualmente y además, incrementar el gasto publico en niveles que permitan paliar con los costos sociales de la crisis y apoyar la economía. Sin embargo, estos son casos aislados. El desafío presente para muchos, es la elaboración de una estrategia que permita aprovechar la liquidez en el mercado (algo que no había en las crisis citadas anteriormente), reduciendo el costo del endeudamiento de la pobre periferia (y evitando así la posibilidad de un default), para poder acelerar la recuperación a través de política fiscales contracíclicas. La pregunta del millón, es: ¿cómo? La respuesta deberá involucrar, invariablemente, una perspectiva multilateral y la implicación de agentes privados y públicos.