El agro latinoamericano. Algunos apuntes sobre su evolución de largo plazo

Henry Willebald (Universidad de la República, Uruguay)

RESUMEN. El agro latinoamericano guarda un conjunto de características que, en perspectiva de largo plazo, lo hace muy peculiar. Presenta condiciones que lo posicionan en una típica situación de economía periférica –como el ritmo de expansión de la producción–, pero con crecimientos de la productividad laboral basados tanto en aumentos de la productividad de la tierra como en el de la relación tierra-trabajo (similar a las economías desarrolladas). La enorme variedad climática, de endowments, tipos de producción y evolución político-institucional impide identificar un “patrón agrícola latinoamericano”, mostrando una realidad regional que esconde grandes disparidades. En general, el crecimiento de la productividad laboral desde la segunda mitad del siglo XX hasta la primera década del XXI ha respondido a mejoras en términos de eficiencia y al aumento en el uso de los factores productivos (por unidad de trabajo). En los casi 60 años que cubre la investigación, el crecimiento del output agrícola promedió un estable 3% anual que estuvo apuntalado, hasta los 1980s, por la acumulación de factores y, desde los 1990s, por mejoras sustanciales en la productividad total de factores.


Fuente: shutterstock.com.

Uno de los tantos temas que ha acaparado los análisis recientes sobre las consecuencias del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia ha sido sobre seguridad alimentaria, y organizaciones como la OECD, la FAO o la CEPAL se han hecho eco de esa problemática. En general, hay coincidencia en que las condiciones de desarrollo económico se han deteriorado en un proceso global de desaceleración económica, mayor inflación, recuperación lenta y débil de los mercados laborales, incremento de la pobreza y serias limitaciones para asegurar las condiciones alimentarias de buena parte de la población mundial.

Como suele ocurrir antes circunstancias críticas, los historiadores económicos nos vemos desafiados por la realidad, ya sea para contrastar los hechos contemporáneos con el pasado o para evaluar las condiciones que enfrentan las economías en una perspectiva de largo plazo.

Esta es, entonces, una buena oportunidad para repasar los resultados de un proyecto de investigación que comparto con los colegas Miguel Martín-Retortillo (Universidad de Alcalá), Vicente Pinilla (Universidad de Zaragoza) y Jackeline Velazco (Pontificia Universidad Católica del Perú; Universidad de Girona) sobre la evolución de la producción agropecuaria latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX. Si bien la cobertura del proyecto no alcanza a nuestros días, su alcance temporal (1950-2008) y lo novedoso del período permiten realizar algunas consideraciones útiles e incorporar a la evolución reciente en una perspectiva de horizonte más amplio.

Algunos apuntes a modo de presentación

Con un grupo de colegas de España y América Latina, durante los últimos 7 años, hemos compartido la inquietud por indagar sobre la evolución del agro latinoamericano desde la segunda mitad del siglo XX hasta la primera década del siglo XXI. Si bien el tema no ha sido ajeno a académicos y analistas del sector agropecuario en la región, una virtud del proyecto es contar con información novedosa derivada de registros sistemáticos de datos (los reportes de la FAO) y realizar un esfuerzo decidido por dotar al análisis cuantitativo de consideraciones históricas.

Por lo pronto, los resultados del proyecto se han divulgado a través de un capítulo de libro y dos artículos. El primer trabajo ha sido publicado en Agricultural Development in the World Periphery. A Global Economic History Approach (un libro que edité junto con Vicente Pinilla en 2018) con el título: “The goose that laid the golden eggs? Agricultural development in Latin America in the 20th century”. Los dos artículos mencionados fueron publicados en el Journal of Latin American Studies (“The Dynamics of Latin American Agricultural Production Growth, 1950–2008”) y en la Revista De Historia Económica / Journal of Iberian and Latin American Economic History (“Is there a Latin American agricultural growth pattern? Factor endowments and productivity in the second half of the 20th century”), en tanto que, actualmente, estamos trabajando en un tercer artículo focalizado, fundamentalmente, en explicar los determinantes de la evolución de la productividad total de factores (PTF) del agro en América Latina.

En lo que sigue, hago un recorrido de las tres publicaciones para indagar qué hemos aprendido para comprender el presente –y el futuro– del agro en la región.

Dada su capacidad productiva y comercial, el sector agropecuario latinoamericano está llamado a jugar un papel fundamental en el abastecimiento de alimentos mundial, a la vez que mejorar la situación de sus agricultores resulta una exigencia ineludible. La región necesita políticas y programas receptivos y eficientes que aumenten la productividad de manera sostenible –económica y ambientalmente– e inclusiva –ciudadana y socialmente. Para lograr este objetivo, los países latinoamericanos han procurado avanzar no sólo en la formulación de políticas sectoriales, sino también en la coordinación de esfuerzos entre las diversas organizaciones que conforman la arquitectura institucional destinada a mejorar el desempeño del sector. Apoyar estas expectativas para el siglo XXI requiere una adecuada revisión e interpretación de los argumentos, experiencias y aprendizajes derivados de la historia agrícola del siglo XX.

La agricultura latinoamericana es heterogénea, reflejando la amplia diversidad de paisajes, climas, suelos y condiciones locales. Sus tierras ofrecen una multiplicidad y diversidad de productos que convierten a la región en uno de los principales proveedores del mundo de cereales, oleaginosos, horticultura, frutas, flores y carnes (ver Figura 1).

Figura 1. Especialización en la exportación de productos agropecuarios en países de América Latina y el Caribe, 2020

Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

No obstante, algunas características comunes ofrecen una clara unidad conceptual a la región (Solbrig, 2006). La primera y más notable es la importancia de la agricultura en las economías de América Latina. Desde la época colonial, la región ha dependido de los cultivos y la ganadería como principales fuentes de producción, empleo, exportaciones y divisas. En segundo lugar, la distribución desigual de la tierra, aspecto conocido bajo el binomio latifundio-minifundio, constituye una característica estructural que ha dado forma al desarrollo agrícola de toda la región. Tercero, la persistencia de un gran sector de pequeños agricultores, pobremente integrados a la economía y produciendo principalmente alimentos básicos para mercados locales. Finalmente, en el sector agroexportador, muy pocos productos (o, en ocasiones, sólo uno) han prevalecido en cada país. Esta dependencia de un pequeño número de commodities de exportación ha expuesto a los países a las contingencias de los mercados externos, fluctuaciones de precios, y ciclos de auge y caída muy marcados.

Sin embargo, a pesar de la importancia de la actividad agropecuaria en la mayor parte de América Latina, el sector no ha sido capaz de incentivar al resto de la economía y crear vínculos dinámicos hacia adelante y hacia atrás en forma sostenida, aspecto especialmente notorio durante el siglo XX. Ello contrasta con lo sucedido en muchas partes del mundo, donde se trató de un período que significó enormes cambios en el sector rural y que lo distinguen de cualquier otro momento de la historia (Federico, 2005).

En efecto, a partir de modalidades de producción muy tradicionales y conservadoras, la agricultura se ha transformado en una empresa basada en el conocimiento y la ciencia. Este proceso ha aumentado la productividad y apoyado la expansión de la producción para mantenerse al día con la mayor demanda que significa una población creciente. También ha alterado la relación de las personas con la tierra, porque la industrialización de la agricultura ha incrementado los encadenamientos y dependencia de la manufactura, lo cual ha hecho que las actividades agropecuarias fueran más vulnerables a los mercados, y ha exacerbado las consecuencias ambientales de la agricultura (Solbrig, 2006). Sin embargo, América Latina no ha podido beneficiarse notoriamente de estos cambios en la oferta y la demanda, ni de los nuevos arreglos institucionales ni de las renovadas condiciones tecnológicas que dominaron el siglo XX, al menos, hasta finales de la centuria.

América Latina en el contexto internacional luego de 1950

Después de la Segunda Guerra Mundial, la producción agrícola creció más rápidamente que la población del planeta, generando simultáneamente situaciones de exceso de oferta en algunas regiones del mundo y de insuficiencia alimentaria o incluso hambre en otras. Este crecimiento de la producción se explica, en gran parte, por cambios que, aunque muy arraigados, han sido extremadamente desiguales desde un punto de vista geográfico. Además, todos los países modificaron sus políticas agrícolas junto con sus políticas comerciales y de integración regional, creando diferentes sistemas de incentivos a la actividad agropecuaria (Anderson, 2009). La diversidad en la adopción de estas transformaciones, tanto técnicas como institucionales, dieron lugar a diferencias significativas en el desarrollo agrícola de los países (Timmer, 2009; Alston y Pardey, 2014).

¿Qué pasó en el caso de América Latina en cuanto a crecimiento de la producción agropecuaria? Para responder esta pregunta, analizamos la evolución de la producción en diez países durante la segunda mitad del siglo XX: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Honduras, Mexico, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela. Esta muestra de países representa la gran mayoría de la agricultura de América Latina, dado que entre 1965 y 2005 representaba entre el 85 y el 90% de su producción agrícola bruta. Además, reporta al análisis una variedad climática, de endowments, tipos de producción y evolución político-institucional que nos ofrece una panorámica amplia de eso que identificamos como “realidad latinoamericana”. El Cuadro 1 muestra la evolución del output del sector para el período de análisis en su conjunto (1950-2008) y para los tres subperíodos que contemplamos en nuestra investigación: 1950-1973 (Industrialización por Sustitución de Importaciones); 1973-1993 (crisis y década perdida); 1993-2008 (reglobalización, liberalización y reformas estructurales).

Cuadro 1. Tasas de crecimiento de la producción agropecuaria (%)

Fuente: extraído de Martin-Retortillo et al. (2021), p. 15.

El crecimiento promedio anual de 3% representa una expansión muy importante de la producción agropecuaria con dos distintivos relevantes. En primer lugar, ese aumento se mantuvo relativamente estable en el tiempo, con tasas apenas por debajo del promedio antes de los 1990s y algo por encima desde entonces. En segundo lugar, la tasa promedio esconde comportamientos muy dispares entre países. Los crecimientos destacados correspondieron a Brasil (3,9%), Mexico (3,6%) y Venezuela (3,4%), en tanto que Argentina (1,6%) y Uruguay (1,3%) fueron los de menor dinamismo.

¿Cómo se posiciona América Latina en perspectiva mundial?  Con el propósito de responder esta pregunta, analizamos las fuentes de crecimiento de la producción y la productividad agrícola en la región.

Dentro de las novedades de la investigación, se destacan dos. En primer lugar, el período de análisis comienza a mediados del siglo XX, cuando los estudios comparativos disponibles –al menos hasta donde alcanza nuestro conocimiento– comienzan en la década de 1960 (Solbrig, 2006; Ludena, 2010; Nin-Prat et al., 2015; Martín-Retortillo et al., 2019). En segundo lugar, contar con información para un lapso de tiempo de casi 60 años nos ha permitido relacionar la evolución de los indicadores de productividad agrícola con los principales modelos de desarrollo implementados en la región. En particular, hemos podido contrastar la evolución de dos estrategias de desarrollos muy diferentes; una orientada hacia adentro (la de los 1950s-1970s) y otra hacia fuera (desde los 1980s), y por lo tanto identificar los incentivos dominantes en cada etapa y su influencia diferencial sobre el sector agropecuario.

Los resultados de nuestro análisis muestran que, a pesar de que la región se caracteriza por las condiciones típicas del sector agrícola en los países en desarrollo, muestra una tendencia similar al patrón de las regiones desarrolladas. Descomponiendo el crecimiento de la productividad laboral agrícola (y/l) en dos componentes: la tasa de crecimiento de la productividad de la tierra (y/t) y el ratio tierra-trabajo (t/l) (O’Brien y Prados de la Escosura, 1992) (A/L en la versión del Gráfico 1), las variaciones en la productividad podrían deberse a innovaciones tecnológicas muy diversas empleadas en la agricultura y también a patrones variados en el uso de insumos (Federico, 2005).  El Gráfico 1 muestra la diversidad de experiencias, teniendo en cuenta los niveles de partida y el aumento en las productividades de la tierra y del trabajo.

Gráfico 1. Productividad de la tierra y del trabajo en diversas regiones del mundo (1965-2005). A/L refiere al mismo nivel de ratio tierra por trabajador

Fuente: extraído de Martin-Retortillo et al. (2021), p. 11.

Así, hay dos modelos muy diferentes de incremento de la productividad agrícola; por un lado, el de los primeros países industrializados (incluyendo Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá), en los cuales hubo un gran incremento en la productividad laboral, debido tanto a aumentos en la productividad de la tierra como en la relación tierra-trabajo. En este grupo de países, se dieron un aumento moderado de la producción y fuerte de las ganancias en productividad debido a mejoras biológicas, un notable aumento en la mecanización y disminuciones en los números absolutos de la mano de obra agrícola.

Por otro lado, en los países en desarrollo, la producción creció mucho más rápido, aunque el papel de la productividad laboral fue considerablemente menor y se basó en aumentos en la productividad de la tierra, normalmente mayor que la de los países desarrollados, mientras que la relación tierra-trabajo se redujo en la mayoría de las regiones del mundo. Entre las regiones en desarrollo, sólo en América Latina la relación tierra-trabajo aumentó. El crecimiento de la productividad del trabajo, por lo tanto, en casi todas las regiones en desarrollo se basó en un fuerte aumento en la productividad de la tierra, ya que la mecanización desempeñó un papel de menor protagonismo debido a la fuerte presión demográfica, la cual significó incrementos en el número absoluto de trabajadores agrícolas. Sin embargo, todas las innovaciones relacionadas con la revolución verde, así como la hibridación y la selección genética de semillas, y el uso de fertilizantes, pesticidas y otros insumos químicos explican el papel clave que jugó el fuerte aumento de la productividad de la tierra sobre la productividad del trabajo (Evenson y Gollin, 2002; Pingalí, 2012; Harwood, 2018).

¿Dónde se ubica América Latina entre estos dos modelos? Es un caso peculiar, ya que la región comparte características de ambos modelos y parece estar situada en una situación intermedia. Parte desde una posición típica de los países en desarrollo y converge hacia la de los países desarrollados. Su crecimiento de la producción ha sido similar al de los países en desarrollo, pero su crecimiento de la productividad laboral se ha basado tanto en un aumento de la productividad de la tierra como en el de la relación tierra-trabajo. De hecho, es la única región del mundo en desarrollo en la que, en los últimos años, las cifras de mano de obra agrícola han comenzado a disminuir. Además, América Latina fue la única región en desarrollo en la que la relación tierra-trabajo desempeñó un papel positivo en el aumento de la productividad del trabajo. La evolución de la fuerza de trabajo agrícola  en América Latina contrasta, por tanto, con la trayectoria seguida por los países desarrollados, con fuertes caídas, pero también con los países en desarrollo de Asia y África, con fuertes aumentos.

Sin embargo, un análisis agregado no es capaz de aclarar las diferencias entre los países latinoamericanos. América Latina es muy diversa desde un punto de vista geográfico, climático, social, económico e institucional. Como Solbrig (2006, p. 535) afirma, dentro de América Latina “la diversidad fue y continúa siendo una característica de la agricultura de esta vasta región, resultado de la variedad de climas, topografía, historia y sociedades”. Creemos, en consecuencia, que una comprensión cabal del crecimiento de la producción y de la productividad requiere poner en consideración las experiencias de los distintos países, para intentar determinar en qué medida existe un patrón latinoamericano, o si el resultado agregado esconde trayectorias muy diversas.

¿Existe un patrón agropecuario de América Latina?

En forma parecida al ejercicio anterior, pero partiendo de una función Cobb-Douglas estándar para el sector agropecuario, es posible expresar el cambio de la productividad del trabajo (y/l) en términos de ganancias de eficiencia (expresada por la PTF) y la variación conjunta de los factores de producción tierra y capital físico (f) (expresada en unidades de trabajo). El Cuadro 2 muestra la evolución de estos conceptos para el período en su conjunto y para los tres subperíodos que contemplamos en nuestra investigación.   

Cuadro 2. Tasas de crecimiento de la PTF y de los factores de producción por trabajador en América Latina (%)

Fuente: extraído de Martín-Retorillo et al. (2021), p. 25. Nota: el cálculo para América Latina considera como ponderaciones las correspondientes a Brasil, que son nuestras preferidas. En el paper se realizan ejercicios, también, considerando las de Argentina y Mexico

Puede observarse que la principal fuente de productividad del trabajo agrícola en todo el período (1950-2008) en los países latinoamericanos fue la mejora de la eficiencia (crecimiento de la PTF). La notable incorporación de innovaciones en el sector agrícola permitió este aumento y fue basado en un crecimiento intensivo de la producción agrícola, como maquinaria autopropulsada, productos químicos y la hibridación y selección de semillas. A pesar de la importancia de las ganancias de eficiencia en toda la región, existen algunas excepciones en las que las fuentes de acumulación de factores por trabajador fueron fundamentales para comprender el crecimiento de la productividad del trabajo. Las principales excepciones fueron Argentina y Uruguay, donde el aumento de los factores de producción por trabajador fue fundamental, con una contribución muy pequeña del crecimiento de la PTF.[1] Los fuertes incrementos en el uso del suelo, especialmente en Argentina, el mantenimiento o la reducción de la plantilla y la incorporación de capital físico nos ayudan a comprender esas excepciones.

De todos modos, es más interesante observar las fuentes de crecimiento a lo largo de los subperíodos, puesto que ello nos permite comprender las diferencias en las tendencias de largo plazo (Gráfico 2).

La dinámica del sector agropecuario

Gráfico 2. Tasas de crecimiento de la PTF y de los factores de producción por trabajador (f) de América Latina (%)

Fuente: extraído de Martín-Retorillo et al. (2021), p. 25.

El primer período estuvo dominado por la importancia del aumento de factores en el sector agropecuario (las excepciones estuvieron signadas por Mexico y Venezuela). Esta trayectoria respondió, predominantemente, a la creciente incorporación al proceso productivo de maquinaria, productos químicos y terrenos, enmarcados en un modelo de industrialización por sustitución de importaciones que penalizaba las exportaciones agropecuarias y afectaba los términos de intercambio.

En el subperíodo intermedio, 1973-1993, ambos componentes de la productividad laboral aumentaron y el crecimiento en la incorporación de factores de producción por trabajador siguió siendo más importante que las mejoras en términos de eficiencia, en el marco de las crisis del petróleo y la década perdida de los 1980s. Durante este período, la variedad de experiencias fue muy grande. Algunas economías transitaron por importantes ganancias de eficiencia y reducción en el uso de factores (Chile, Colombia, Perú), otras presentaron aumentos destacados en la acumulación de factores (Brasil, Mexico, Argentina), pero ninguna mostró una contribución negativa de la PTF.

Las tendencias seguidas por las fuentes de productividad laboral en los últimos 15 años de nuestra muestra intensificaron la dirección tomada en el subperíodo intermedio. Sin embargo, hubo un cambio trascendente. La principal fuente de crecimiento de la productividad del trabajo agrícola entre 1993 y 2008 pasó a ser la PTF en la mayoría de los países de América Latina, con excepción de Argentina. El crecimiento de la PTF explica alrededor del 70% del crecimiento de la productividad laboral agrícola en toda la región. El mayor crecimiento de la PTF coincide con un período de reformas conducentes a la integración comercial y una inserción dinámica en los mercados externos, así como al desarrollo de una agricultura más competitiva internacionalmente (donde Brasil representa el ejemplo más exitoso).

A modo de conclusión

El análisis de los distintos países latinoamericanos revela contrastes muy significativos. No se puede hablar de un modelo común; más bien hay grandes variaciones entre las diversas experiencias nacionales. Si consideramos la contribución al aumento de la producción de los insumos empleados y de la PTF, son varios los aspectos a destacar.

En primer lugar, se produjo un aumento de la producción en el conjunto del período, al 3% anual durante 58 años, lo que significó un cambio verdaderamente notable de la producción en términos absolutos (la producción en 2008 fue más de cinco veces mayor a la de 1950). Sin embargo, las diferencias entre países fueron significativas.

Los países que tuvieron más éxito en basar su modelo de crecimiento en la primera ola de globalización de las exportaciones agrícolas (siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial), Argentina y Uruguay, fueron los que menos crecieron en el periodo de estudio, sobre todo por su pobre desempeño hasta 1990. Brasil, México y Venezuela fueron los líderes en crecimiento.

En segundo lugar, este aumento fue muy similar durante la etapa de la ISI (1950s-1960s) y la crisis de los años 1970s y 1980s, y luego se aceleró durante la liberalización posterior, aunque sin resultar en un despegue destacado.

Las ganancias de eficiencia hicieron una contribución modesta a este fuerte aumento de la producción en el largo plazo. Fue el capital, sobre todo, el factor productivo que mejor explicó el aumento de la producción durante décadas. El resto de los factores mostró un crecimiento positivo pero inferior.

Las diferencias entre las economías latinoamericanas son significativas. Paradójicamente, en los países con una agricultura más moderna en 1950, Argentina y Uruguay, el aporte de la PTF fue menor. Países como México, Venezuela o Brasil, que en 1950 seguían teniendo un sector bastante tradicional, fueron aquellos en los que el aporte de la PTF fue mayor.

Con el tiempo, las mejoras en la eficiencia han contribuido cada vez más al crecimiento de la producción. En el último período (1993-2008), el abandono de las políticas ISI y la introducción de una mayor liberalización de la agricultura fueron especialmente significativas, y las mejoras en la eficiencia constituyeron el elemento clave para impulsar el fuerte impulso agrícola de finales del siglo XX y principios del XXI.

En una perspectiva de desarrollo agrícola, nuestros hallazgos muestran que en los procesos de modernización de las actividades agropecuarias, el crecimiento de la producción suele basarse, en sus primeras etapas, en un mayor uso de inputs. Solo cuando se alcanza cierto nivel de desarrollo, no solo en la agricultura sino también en la economía en su conjunto, la contribución del aumento de la productividad –o, más en general, de mejoras en términos de eficiencia– cobra mayor importancia. Estos resultados coinciden con los obtenidos en otros trabajos realizados para países desarrollados durante los últimos dos siglos y para el continente europeo en la segunda mitad del siglo XX (Federico, 2005; Martín-Retortillo y Pinilla, 2015).  Además, en el contexto de países de bajos y medianos ingresos, la modernización de la agricultura aceleró su transformación productiva en economías modernas (Mellor, 2017), tomando ventaja de la variedad de vínculos que conectan a la agricultura con el crecimiento de la economía en su conjunto (Timmer, 2009). Nuestra investigación también muestra evidencia de que un entorno macroeconómico favorable y una incorporación exitosa a los mercados mundiales son fundamentales para impulsar el crecimiento de la producción y la mejora de la productividad. El contraste de experiencias nacionales señala con claridad que la participación activa de los estados en la generación y difusión del cambio tecnológico en la agricultura es un aspecto trascendente en el mejor desempeño productivo de la actividad (Pinilla y Willebald, 2018).

[1] Brasil y Honduras también evidenciaron mayor crecimiento de los factores de producción, pero la contribución de la PTF fue, igualmente, importante.


Bibliografía

Alston, J. M., y Pardey, P. G. (2014) “Agriculture in Global Economy”. Journal of Economic Perspectives 28 (1), pp. 121–146.

Anderson, K. (ed.) (2009) Distortions to Agricultural Incentives. A Global Perspective, 1955-2007. Washington/New York: World Bank/Palgrave Macmillan.

Evenson, R. E., y Gollin, D. (2002) Crop Variety Improvement and its Effect on Productivity. The Impact of International Agricultural Research. Wallingford: CABI Publishing.

Federico, G. (2005) Feeding the World: An Economic History of Agriculture, 1800-2000.  Princeton: Princeton University Press.

Harwood, J. (2018) “The Green Revolution as a Process of Global Circulation: Plants, People and Practices”. Historia Agraria 75, pp. 7–31.

Ludena, C. E. (2010) “Agricultural Productivity Growth, Efficiency Change and Technical Progress in Latin America and the Caribbean”. IDB Working Paper Series 186.

Martín-Retortillo, M. y Pinilla, V. (2015) “Patterns and Causes of the Growth of European Agricultural Production, 1950-2005”. Agricultural History Review 63 (1), pp. 132–159.

Martín-Retortillo, M., Pinilla, V., Velazco, J. y Willebald, H. (2018) “The goose that laid the golden eggs? Agricultural development in Latin America in the 20th century.” En V. Pinilla y H. Willebald (Eds) Agricultural development in the world periphery. A global economic history approach. Palgrave Studies in Economic History. London: Palgrave Macmillan, Ch. 13, pp. 337-363.

Martín-Retortillo, M., Pinilla, V., Velazco, J. y Willebald, H. (2019) “The Dynamics of Latin American Agricultural Production Growth, 1950–2008”. Journal of Latin American Studies, pp. 1-33.

Martín-Retortillo, M., Pinilla, V., Velazco, J. y Willebald, H. (2021) “Is there a Latin American agricultural growth pattern? Factor endowments and productivity in the second half of the 20th century”. Revista De Historia Económica / Journal of Iberian and Latin American Economic History, pp. 1-36.

Mellor, J. (2017) Agricultural Development and Economic Transformation: Promoting Growth with Poverty Reduction. Berlin and Heidelberg: Springer.

Nin-Pratt, A., FalconI, C. A., Ludena, C. E., and Martel, P. (2015) “Productivity and the Performance of Agriculture in Latin America and the Caribbean: From the Lost Decade to the Commodity Boom”. IDB Working Paper Series 608.

O’Brien, P. K. y Prados de la Escosura, L. (1992) “Agricultural Productivity and European Industrialization, 1890-1980”. Economic History Review XLV (3), pp. 514–536.

Pingali, P. L. (2012) “Green Revolution: Impacts, Limits, and the Path Ahead”. PNAS 109 (31), pp. 12302–12308.

Pinilla, V. y Willebald, H. (eds.) (2018) Agricultural Development in the World Periphery. A Global Economic History Approach. Palgrave Studies in Economic History. London: Palgrave Macmillan.

Solbrig, O. T. (2006) “Structure, Performance, and Policy in Agriculture”. En V. Bulmer-Thomas, J. H. Coatsworth y R. Cortés Conde (eds.) The Cambridge Economic History of Latin America. Vol. II. The Long Twentieth Century. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 481–536.

Timmer, C. P. (2009) A World Without Agriculture. Washington: The AEI Press.


Hacia una revisión histórica de las cuentas nacionales y regionales en América Latina. A propósito de una sesión del CLADHE VII (Lima 2022)

Juan Ignacio Pérez E. (Universidad de Chile)

Juan Ignacio Pérez es Doctor en Historia, Profesor de Historia Económica en la Facultad de Economía y Negocios, Universidad de Chile, e Investigador Postdoctoral del Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile. Sus principales líneas y proyectos de investigación se centran en el estudio del desempeño económico en el largo plazo, el cambio estructural y la urbanización de Chile en perspectiva comparada, así como la distribución territorial de la actividad económica en el contexto de economías periféricas y dependientes (jpereze@fen.uchile.cl).

RESUMEN. Durante el último CLADHE (Lima, Perú), un grupo de investigadores de distintos países de Iberoamérica participamos de una sesión para discutir los avances más recientes de investigaciones relativas a cuentas nacionales históricas de América Latina. En este post repasamos los trabajos presentados y damos una panorámica de lo principal del debate.


Para la historia económica, en especial para aquella de corte más bien cuantitativo, el trabajo de Angus Maddison (1926-2010) es un hito que marca un antes y un después en la discusión internacional sobre crecimiento y convergencia global en el largo plazo.

Indagando sobre la divergencia de ingresos entre países, en especial a partir de la Revolución Industrial británica, Maddison ensayó durante décadas diversos métodos, la mayoría indirectos, para estimar estadísticamente la evolución del nivel de los ingresos en diversos países del mundo, llegando hasta atrás a épocas tan tempranas como el Imperio Romano en el siglo I. El indicador escogido por Maddison fue el PIB per cápita, dado su capacidad para sintetizar estadísticamente tanto valores de producción como de ingreso medio. Al mismo tiempo, para asegurar una base de comparación que se ajustara a los distintos niveles de precios presentes en el mundo, Maddison transformó las series de cada país a dólares internacionales de 1990, así llamados porque los tipos de cambio se ajustan a indicadores de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) de ese año.

El trabajo de Maddison sobre crecimiento y divergencia de ingresos entre países ha sido sujeto de numerosas críticas, tanto teóricas como metodológicas[1]. Así, se ha abierto una larga discusión de corte metodológico sobre la mejor manera de comparar niveles de PIB per cápita entre países en fechas alejadas en el tiempo del año base utilizado por Maddison, ya que mientras mayor sea la distancia de 1990 hacia atrás, mayor será la distorsión producida por los sistemas de precios para efectos de comparación entre países. Por último, numerosos especialistas han cuestionado las series de crecimiento utilizadas por Maddison para países y grupos de países, y han aportado nuevas estimaciones, utilizando métodos ya probados o ideando nuevas metodologías que permitan dar cuenta de mejor manera tanto de las trayectorias de crecimiento como del nivel de ingreso per cápita de los países en fechas determinadas del tiempo.

Desde el lanzamiento del Maddison Project en 2010 y la consiguiente creación de un corpus estadístico estandarizado sobre la evolución del PIB per cápita en el largo plazo para gran parte de los países, la discusión sobre los constructos estadísticos de Maddison y sus sucesores a lo largo del mundo se ha intensificado, dando lugar a sucesivas revisiones de la base de datos en 2013, 2018 y 2020, respectivamente. Las revisiones no sólo han incorporado cambios en la base de comparación de las PPA, introduciendo o eliminando benchmarks históricos de distinta índole que permitan comparar los ingresos per cápita de un país con otro en un punto determinado del tiempo, sino que también, aunque de manera más silenciosa, han ido actualizando y completando las series nacionales con nuevos aportes de investigadores.

Durante el reciente VII Congreso Latinoamericano de Historia Económica (Lima, 2022), un grupo de investigadores de distintos países de la región organizamos una sesión para discutir los avances más recientes de investigaciones relativas a cuentas nacionales de América Latina –en particular del PIB– en el largo plazo. El simposio, organizado además como un homenaje y en memoria del Prof. Bruno Seminario de Marzi (1957-2021), se realizó el viernes 4 de marzo de 2022, reuniendo a 13 ponencias y 19 investigadores, que discutieron nuevas estimaciones de PIB nacional para el siglo XIX y la primera mitad del XX, estudios sobre ciclos económicos en el largo plazo, y nuevas estimaciones de PIB a escalas administrativas menores. A partir de esos tres ejes temáticos, la sesión se organizó en tres segmentos: en el primero, compuesto de 7 ponencias, se presentaron las estimaciones más recientes de la región sobre PIB, ya sea a nivel agregado o por rama de actividad; en el segundo, compuesto de 2 ponencias, abordó las discusiones sobre ciclos económicos derivados de dichas estimaciones; y en el tercero, compuesto de 4 ponencias, se abordaron trabajos relativos a PIB a escala subnacional, ya sea regional o bien a nivel de división administrativa menor. El primer bloque fue abierto por el Prof. Felipe Portocarrero y el tercero por el Prof. Carlos Contreras, quienes dedicaron unas sentidas palabras recordando al Prof. Bruno Seminario Marzi, con quien compartieron muchos años de amistad y vida universitaria.

Bruno Seminario de Marzi (1957-2021)

Esfuerzos recientes de estimación del PIB

La sesión se abrió con una ponencia de André Hofman, académico de la Universidad de Santiago de Chile, quien realizó una síntesis del estado en que se encuentran las investigaciones sobre crecimiento económico en la región, y presentó un estudio sobre “Crisis y recuperaciones en Latinoamérica desde la independencia”, en el que analizó el desempeño económico de los países de la región entre 1820 y 2016 a partir de la base de datos del Maddison Project, revisión 2020. A continuación, Alfonso Herranz (Universidad de Barcelona) expuso un trabajo elaborado junto a Sandra Kuntz-Ficker (Colegio de México) sobre “Crecimiento económico en México en el siglo XIX: una re-evaluación”, en el cual revisan las estimaciones del PIB agropecuario de dicho país empleando un método indirecto basado en series de salarios reales de trabajadores no calificados. Por su parte, Adolfo Meisel (Universidad del Norte, Colombia) presentó una “Reconstrucción de las exportaciones colombianas, un análisis de largo plazo, 1774-2000”, en donde presenta una nueva serie de largo plazo en valores constantes a partir del uso de un nuevo deflactor. Atenea Castillo (Universidad de la República, Uruguay), Julio César Reyna (Universidad de Barcelona) y Alfonso Herranz (Universidad de Barcelona), presentaron, a su vez, una estimación del PIB de Ecuador desde 1900 en adelante, que permite cubrir un nuevo segmento temporal en la contabilidad nacional de dicho país.

Ponencia de Alfonso Herranz y Sandra Kuntz-Ficker, “Crecimiento económico en México en el siglo XIX: Una re-evaluación”

En otro ámbito temático, se presentaron dos trabajos sobre estructura por ramas de la actividad económica en el largo plazo. En el primero, Henry  Willebald (Universidad de la República, Uruguay) y Carolina Román (Universidad de la República, Uruguay) expusieron una ponencia titulada “La relevancia de la producción no material para el crecimiento: estimaciones históricas del PIB de los servicios en Uruguay, 1870-2017”, en donde reconstruyeron las cifras de valor agregado por origen industrial para el sector terciario de la economía durante todo el período en cuestión, las que a su vez modifican las cifras agregadas de PIB. Juan Ignacio Pérez (Universidad de Chile), en tanto, presentó una ponencia sobre “Crecimiento y cambio estructural en una economía exportadora: el caso de Chile, 1860‐1940”, en el cual mostró los resultados de la estimación de valor agregado para 8 ramas nuevas de la economía (principalmente servicios), lo que permite contar con series continuas de valor agregado por rama de actividad desde 1860 a 2022. Por último, José Díaz‐Bahamonde (Pontificia Universidad Católica de Chile) presentó una nueva serie de “Indicadores mensuales de actividad económica en Chile, Siglo XXI”, que abarca desde 1928 hasta la actualidad.

En la discusión que se generó a continuación, se evaluaron los distintos métodos utilizados, como la utilización de años base, la falta de datos directos sobre producción para el sector servicios y la idoneidad de los métodos indirectos basados en salarios reales, discutiéndose también la periodización establecida para analizar el desempeño en el largo plazo de los países de la región. 

Crecimiento, desarrollo y ciclos

El segundo bloque incluyó dos ponencias, abriendo un debate muy rico e interesante sobre la ocurrencia de los ciclos, sobre el concepto de regularidad en los procesos económicos que traen consigo y sobre el respaldo teórico que da soporte a su identificación y contabilidad.

Vanessa Berrocal (Universidad del Pacífico, Perú) y Luis Palomino (Universidad del Pacífico/BID), en un trabajo que habían comenzado como asistentes del Prof. Bruno Seminario (también autor de la ponencia) presentaron el paper titulado “Desarrollo y ciclos de larga duración en el Perú (1795-2020)”. En tanto, el Prof. Alfredo Erquizio (Universidad de Sonora, México), presentó la ponencia titulada “Ciclos económicos en el Perú: tres perspectivas”.

La constatación de ciclos en las variables económicas –habitualmente se hace referencia al PIB, pero se identifican, también, en otras variables–, sus diferentes modalidades (Kitchin, Juglar, Kuznets, Kondratieff, clásico de Mitchell, de Lucas), su teorización y modelística abrieron espacios de discusión muy valiosos en torno a la idea de regularidad o no en las evoluciones económicas, su volatilidad y recurrencia, las formas de difusión y el rol que le cabe a la política económica.

«Ciclos económicos». Autor: Equipo editorial, Etecé de Argentina. Para: Concepto de. Disponible en: https://concepto.de/ciclos-economicos/. Última edición: 5 de agosto de 2021. Consultado: 24 de marzo de 2022. Fuente: https://concepto.de/ciclos-economicos/#ixzz7OpsSvTMI

PIBs a escala subnacional

El último bloque estuvo destinado a una tercera área emergente, y que al igual que las otras dos, fue parte de la agenda de investigación del Prof. Bruno Seminario: la contabilidad de producto a escala subnacional. De hecho, las primeras tres ponencias de esta sección correspondieron a trabajos realizados junto al Prof. Seminario o bien guiados por él. El bloque permitió presentar métodos novedosos de estimación de PIB a nivel de divisiones administrativas menores utilizando datos satelitales de luz nocturna, así como indagar en las tendencias de largo plazo en la distribución territorial del producto. En ese sentido, las ponencias se alejaron de los análisis estándar de convergencia entre regiones, para adentrarse en los condicionantes estructurales de largo plazo en la distribución territorial del producto y sus nexos con los movimientos demográficos, la estructura económica y la influencia del carácter periférico de las economías latinoamericanas sobre la concentración territorial de la actividad económica.

La primera ponencia del bloque estuvo a cargo de María Alejandra Zegarra (Fondo Monetario Internacional) y Luis Palomino (Universidad del Pacífico/BID), quienes presentaron la “Evolución del espacio económico en Perú desde 1795”, en donde evaluaron las tendencias de largo plazo en la evolución del espacio económico del Perú. En la segunda ponencia, en tanto, Luis Palomino (Universidad del Pacífico/BID) expuso los resultados de una investigación iniciada junto a Bruno Seminario sobre “Estimación del PIB a nivel subnacional utilizando datos satelitales de luminosidad: Perú, 1993-2018”. Utilizando la misma metodología, pero esta vez para Chile, Gabriel Carvallo (Universidad de Chile) presentó el trabajo “Tendencia a mediano plazo de la actividad económica a nivel territorial en Chile: una aproximación a través de datos satelitales de luminosidad, 1992-2019”, trabajo realizado en conjunto con Juan Ignacio Pérez (Universidad de Chile), Luis Palomino (Universidad del Pacífico/BID) y Bruno Seminario† (Universidad del Pacífico). Por último, Mauricio Talassino (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Argentina), Esteban Nicolini (Universidad Carlos III, España) y María Florencia Aráoz (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Argentina) presentaron “Dinámica de la actividad económica argentina a nivel departamental: elaboración de indicadores y análisis espacial y temporal”, donde elaboraron indicadores de producto históricos a nivel de divisiones administrativas menores para Argentina, ilustrando la metodología para 1895 y 1960.

Ponencia de Gabriel Carvallo, en conjunto con Juan Ignacio Pérez, Luis Palomino y Bruno Seminario†, “Tendencia a mediano plazo de la actividad económica a nivel territorial en Chile: una aproximación a través de datos satelitales de luminosidad, 1992-2019”

Apuntes finales

La estimación de cuentas nacionales históricas es un campo de investigación fértil en la historia económica y, en particular, para América Latina, donde el esfuerzo de investigación de las últimas dos décadas parece abrir la posibilidad de contar con una revisión y actualización relevante de las estimaciones disponibles o más tradicionales. Mayor cobertura temporal –para adentrarse en el siglo XIX–, la inclusión de nuevos sectores –como los servicios– y la creciente relevancia de los análisis a escala subnacional, son algunos de los aspectos que permiten conceptuar la entrada a una nueva etapa en la construcción de cuentas nacionales históricas en América Latina. Ello, combinado con algunos esfuerzos por trascender el enfoque de la producción para considerar, también, la definición del PIB desde el lado de la demanda (o gasto) y desde el lado del ingreso contribuyen a fundar este optimismo.

En julio, estaremos organizando una nueva sesión temática en el World Economic History Congress, en Paris, con la expectativa de conocer e identificar más de estos esfuerzos de investigación, ganar en consistencia metodológica y avanzar en la posibilidad de nuevos –y mejores– trabajos comparativos.


[1] Una de las críticas metodológicas más habituales es el uso del PIB como indicador para comparar economías preindustriales en las que la asignación de recursos no necesariamente se realizaba en mercados competitivos, por lo que el uso de dicho indicador para comparar economías preindustriales sería una muestra de anacronismo. Una segunda crítica, mucho más compleja, se relaciona con el uso del PIB per cápita como indicador de bienestar. No ahondaremos en estas críticas en este breve texto, ya que en sí mismas son de suficiente envergadura como para posts independientes.

Sobre algunas interrogantes de la electrificación latinoamericana

MARTÍN GARRIDO LEPE (Universidad de Barcelona)

Martín Garrido Lepe es Dr. en Historia Económica por la Universidad de Barcelona (UB), Magíster en Historia de Chile y América por la Universidad de Valparaíso y Profesor en Historia por la misma Universidad. Además, es parte del directorio de la Red de Investigadores de Historia Económica Iberoamericana (RHEI) (martin.garrido.lepe@gmail.com)

RESUMEN. Esta entrada al Blog busca exponer diversas problemáticas que permanecen abiertas sobre la historia de la electrificación latinoamericana, interpelando a los y las investigadoras para animarlos a desarrollar investigaciones que aborden la formación de la matriz energética latinoamericana. La importancia de conocer cómo se forjó nuestra matriz energética recae en los principales desafíos que actualmente enfrenta la región: elevar los niveles de calidad de vida de sus habitantes de manera sostenible, permitiendo la satisfacción de nuestras necesidades sin comprometer las posibilidades de satisfacer las necesidades de las generaciones futuras. La entrada también sugiere ciertas investigaciones que podrían guiar o servir de punto de partida para desarrollar estudios similares, pero enfocados en la historia energética latinoamericana.


“Edificio de la Luz” Santiago, Chile (1929). Fuente: CHILECTRA. (2001). Luces de modernidad. Santiago de Chile: Larrea Impresores, pág. 27.

Introducción

Entre los grandes desafíos que enfrenta el subcontinente latinoamericano, tal vez el más complejo sea elevar los niveles de calidad de vida de sus habitantes de manera sostenible. La tarea es compleja pues, incrementar los niveles de calidad de vida pasa, necesariamente, por incrementar el consumo energético de dichas sociedades (Martínez y Ebenhack, 2008; Wolfram et al., 2012). Dado que la mayor parte de los servicios energéticos se han electrificado (Fouquet, 2018), el incremento del consumo energético se concentrará en el consumo de electricidad, implicando una expansión de la capacidad instalada y de la generación eléctrica de cada territorio. En la región, el consumo eléctrico se encuentra muy lejos de permitir niveles de calidad de vida elevados, y con diferencias significativas entre sus miembros. Se estima que el consumo mínimo necesario para alcanzar niveles de calidad de vida relativamente altos es de 4.000 kWh/hab. (Pasternak, 2000). En 2015, solo Chile y Uruguay consumían más de 3.000 kWh/hab., seguidos de cerca por Argentina y Venezuela. En el otro extremo, Haití consumía 40 kWh/hab., mientras que cuatro países centroamericanos y Bolivia consumían por debajo de los 1.000 kWh/hab.[1] Cualquier intento por incrementar la calidad de vida en estos países requerirá mayor disponibilidad de electricidad, generando impactos en el medio ambiente.

La realidad energética descrita previamente es el resultado de décadas de inversión en infraestructura, tecnología, bienestar y aplicación de políticas energéticas. Por lo mismo, explicar la trayectoria que nos condujo al estado actual es una tarea indispensable para comprender nuestros desafíos futuros. En esta entrada se busca profundizar en la importancia del proceso de electrificación latinoamericano desarrollado durante el siglo XX, como elemento de análisis necesario para comprender nuestra historia económica y energética. Del mismo modo, se busca resaltar ciertas interrogantes sobre este proceso, que podrían considerarse en futuras investigaciones. El análisis se basa en una publicación propia, que repasa la trayectoria de electrificación en 20 de los 33 países de la región entre 1925 y 2015, publicada en la Revista Uruguaya de Historia Económica (Garrido Lepe, 2020).

La Electrificación Latinoamericana

Pese a que la llegada de la electricidad a América Latina fue un fenómeno relativamente temprano, su despegue y consolidación fue lento y dificultoso. Numerosas son las imágenes y noticias que dan cuenta de cómo la electricidad hacía su llegada a la industria y los transportes, desde las primeas décadas del siglo XX. Sin embargo, fue solo desde la década de 1940 en que la electricidad inició una penetración extendida en la vida de las sociedades latinoamericanas, de la mano del Estado como principal ente promotor de la electrificación (CEPAL, 1956, 1962). Para este fin, los Estados se sirvieron de empresas estatales y organismos técnicos que planificaron e invirtieron en el desarrollo de la actividad eléctrica, orientando el consumo para estimular la industrialización.

Antes de que el Estado asumiera un rol como empresario, la electrificación quedó al amparo de la iniciativa privada en la mayor parte de los países de la región. La situación solo fue diferente en Uruguay, en donde la Administración General de Usinas Eléctricas del Estado, creada en 1912, asumió el monopolio estatal de la generación, transmisión y distribución de electricidad. En otros países de la región, esta etapa enfrentó numerosas dificultades, particularmente derivadas de la competencia entre las empresas eléctricas, destacadas por su naturaleza de monopolio natural. En Estados Unidos, la competencia entre las empresas eléctricas condujo a numerosos conflictos que impidieron el crecimiento de esta industria, hasta que, desde 1907, el Estado reguló la actividad, otorgando concesiones para monopolios regulados (Vernon, 1996; Jarrell, 1978). Nuestro conocimiento en materia de regulación de esta primera etapa en América Latina es aún difuso. ¿De qué forma se relacionaron las empresas privadas con el Estado? ¿hubo competencia entre ellas que perjudicara su desarrollo?, ¿marcó alguna diferencia el hecho de que la mayor parte del capital de dichas empresas fuese extranjero?, ¿por qué no se replicó el caso uruguayo en otros países de la región?

“Compañía Sudamericana de Electricidad”, Santiago, Chile (1913). Fuente: Editor no Identificado. (1913). Santiago a la Vista. Imprenta Barcelona. pág. 52]

La implicación del Estado en la electrificación, desde la década de 1940, se encuentra inserta en el proceso de Industrialización Dirigida por el Estado (IDE). Una industrialización exitosa requería de una oferta eléctrica adecuada. Por ello, fueron los Estados los que planificaron e invirtieron en generación, transmisión y distribución de electricidad, complementando el trabajo de la empresa privada. Ello permitió la modernización de la industria, derivando en un incremento sustancial del consumo eléctrico de este sector. Sin embargo, la historiografía tampoco ha analizado el impacto que la electrificación tuvo en la productividad de la industria latinoamericana. Este aspecto ha sido motivo de importantes estudios en otras realidades (Devine, 1983; Enflo et al., 2009), así como de su impacto sobre la reducción de la intensidad energética (Schurr, 1984) y de ahorros en factores como el capital y el trabajo (Du Boff, 1967; Goldfarb, 2005; Ristuccia y Solomou, 2014). En América Latina, estas cuestiones siguen esperando por su tratamiento.

En forma paralela al avance de la electrificación de la industria, la urbanización, la transición demográfica y el incremento del ingreso, elevaron la demanda de servicios energéticos, derivadas del uso de los electrodomésticos, de la iluminación de los hogares, de las calles y plazas, y también del comercio, entre otras. A diferencia del consumo de carbón vegetal o la leña, la electricidad debe consumirse con tecnologías con mayor grado de sofisticación. El hecho de que se registre un incremento en el consumo eléctrico doméstico indicaría el uso de ampolletas (bombillas) para la iluminación de los hogares, refrigeradores para los alimentos, lavadoras, planchas, secadoras, cocinas, etc., y diversos otros electrodomésticos que explican el incremento en la calidad de vida. Este proceso de “residencialización” del consumo eléctrico, empleando el concepto acuñado por Bertoni (2011) para el Uruguay, fue un fenómeno generalizado en América Latina, particularmente desde 1985 en adelante. Sin embargo, poco se ha avanzado en comprender el impacto que la electrificación pudo tener en la calidad de vida de la población latinoamericana. En esta materia solo hay avances para el Uruguay, de la mano del trabajo de Bertoni et al. (2008). Además, desde una perspectiva regional, pero con un marco temporal que aborda solo la última década, Banal-Estañol et al. (2017). Sin embargo, para el resto de la región y en el largo plazo, esta relación permanece aún lejos de darnos respuestas satisfactorias.

“Central Termoeléctrica José Batlle y Ordoñez”, Montevideo, Uruguay (s/a). Fuente: montevideoantiguo.net

Los efectos de la electrificación se hicieron sentir con fuerza a fines de la década de 1960, en que la brecha con los países ricos comenzó a cerrarse rápidamente. La convergencia del consumo eléctrico entre nuestra región y los países ricos continúa hasta nuestros días, aunque sin lograr cerrarse definitivamente. Lo interesante de la situación latinoamericana es que, a mediados del siglo XX, el consumo eléctrico de varios de estos países se equiparaba o incluso superaba el de varios de los actuales países ricos. En 1960, España consumía 495 kWh/hab., Portugal 320 kWh/hab. y Grecia 242 kWh/hab.[2]  El mismo año, el consumo eléctrico en Chile era de 542 kWh/hab.; el de Venezuela de 540 kWh/hab. (1959); el de Argentina de 432 kWh/hab.; y el de Uruguay de 402 kWh/hab. Sin embargo, en 2014, los actuales países ricos consumían todos más de 4.500 kWh/hab., superando lo necesario para alcanzar elevados niveles de calidad de vida (Pasternak, 2000; Martínez y Ebenhack, 2008; Mazur, 2011). Mientras tanto, en América Latina, el mejor caso superaba levemente los 3.800 kWh/hab., siendo la pobreza energética una realidad extendida en la región (García, 2014). Frente a este escenario es que nos preguntamos ¿cómo los actuales países ricos pudieron alcanzar dichos niveles de consumo eléctrico por habitante, mientras que el mejor nivel de América Latina no ha logrado llegar a 4.000 kWh/hab.? O, desde un punto de vista diferente, ¿es posible alcanzar mayores niveles de calidad de vida, sin incrementar sustancialmente el consumo de energías, como en algún momento sugiere Smil (2017)?

Gráfico 1. Ratio Consumo eléctrico por habitante en América Latina y Países Ricos [3]

Fuente: Datos de América Latina en 1966 y 1969, de Garrido Lepe (2020). Para todo el resto, Banco Mundial.

Entre las dudas que aún aquejan la electrificación latinoamericana, no podía faltar el rol de los recursos naturales. El impulso inicial de la electrificación regional se realizó sustentándose en la generación hidroeléctrica, de la cual América Latina ha sido un destacado consumidor, mayor que el resto de las demás regiones del mundo (Rubio y Tafunell, 2014). Los recursos hídricos de la región fueron un incentivo significativo, aunque no el único. También existía la necesidad de controlar el flujo de divisas que se destinaban a la importación de combustibles fósiles, para destinarlas a la importación de bienes de capital y continuar con la industrialización. Sin embargo, durante la década de 1980, la matriz de generación eléctrica presentó una transformación sustancial en sus fuentes de generación. Desde 1986, la participación de la hidroelectricidad en la generación eléctrica total cayó de forma casi constante desde 61% hasta un mínimo histórico de 34% en 2015, siendo sustituida por fuentes de generación termoeléctrica. ¿Por qué se produjo esta reducción relativa de la hidroelectricidad en la matriz eléctrica latinoamericana? La literatura ha abordado esta transición en Chile (Yáñez y Garrido Lepe, 2017), Argentina (Furlán, 2017) y Uruguay (Bertoni, 2011). Sin embargo, todavía quedan numerosas preguntas por responder. Por ejemplo, ¿qué factor jugaron los precios de las energías primarias y los costos de generación eléctrica en dicha transición?

El incremento de la termoelectricidad en la matriz eléctrica latinoamericana es doblemente preocupante, si consideramos los nuevos desafíos ambientales que enfrenta la humanidad. En este caso, el incremento del uso de energías fósiles para la generación eléctrica va en contra de los intentos por descarbonizar el sistema energético global y prevenir de esa forma el excesivo incremento de la temperatura promedio de la tropósfera. En el caso de esta transición energética, el rol de las instituciones es clave, tal y como lo señala la literatura especializada (Fouquet, 2016; Sovacool, 2016; Smil, 2016; Geels et. al., 2017). Por lo mismo, cabe preguntarse ¿de qué forma pueden las instituciones revertir este escenario? Y ¿qué mecanismos regulatorios se han empleado en otros países para avanzar en la transición hacia una matriz energética descarbonizada? Por otro lado, surge la duda de si enfrentamos un escenario apropiado para fortalecer el rol de las empresas públicas en la conducción de este proceso.

“Parque Solar Caucharí”, Jujuy, Argentina (2021). Fuente: energiaestrategica.com

Las dudas que quedan por resolver sobre la electrificación latinoamericana son mucho más numerosas que las que aquí se repasan. Sin embargo, éstas pueden constituir un punto de partida para un análisis más profundo que nos permita comprender cómo hemos construido nuestra actual matriz energética, y cómo podemos enfrentar los desafíos que nos depara el futuro. Lo único cierto es que la resolución de ambas dudas es un trabajo necesario, y que solo podremos salvar si lo enfrentamos de manera colectiva y regional.


[1] Datos CEPAL, consultados el 12 de abril de 2020 en:  https://cepalstat-prod.cepal.org/cepalstat/tabulador/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=1754&idioma=e

[2] Datos Banco Mundial, consultados el 10 de octubre de 2021 en: https://datos.bancomundial.org/

[3] Los países de América Latina que entran en esta comparación son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En cuanto al grupo de países ricos, se compone de Alemania, Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza

Referencias

Banal-Estañol, Albert; Calzada, Joan y Jordana, Jacint. (2017). How to achieve fill electrification: Lessons from Latin America. Energy Policy (108): 55-69.

Bertoni, Reto. (2011). El Modelo Energético de la “Suiza de América” como Problema. Aportes de un Análisis Sectorial del Consumo en Uruguay. Revista Uruguaya de Historia Económica, 1 (1): 76 – 102.

Bertoni, Reto; Camou, María; Maubrigades, Silvana y Román, Carolina. (2008). El consumo de energía eléctrica residencial en Uruguay en el siglo XX: una aproximación a la calidad de vida. En Rubio, María del Mar y Bertoni, Reto (comp.), Energía y desarrollo en el largo siglo XX. Uruguay en el marco latinoamericano. Barcelona – Montevideo: Universitat Pompeu Fabra – Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, pp. 179-204.

CEPAL. (1956). La Energía en América Latina. Nueva York: Naciones Unidas.

CEPAL. (1962). Estudios sobre la Electricidad en América Latina. Informe y Documentos del Seminario Latinoamericano de Electricidad. Volúmen I. México D.F.: Naciones Unidas.

Devine, Warren. (1983). From Shafts to Wires. Historical Perspective on Electrification. The Journal of Economic History, 43(2): 347–372.

Du Boff, Richard. (1967). The Introduction of Electric Power in American Manufacturing. The Economic History Review, 20(3): 509–518.

Enflo, Kerstin, Kander, Astrid, y Schön, Lennart. (2009). Electrification and Energy Productivity. Ecological Economics, 68 (11): 2808–2817.

Fouquet, Roger. (2016). Historical energy transitions: Speed, prices and system transformation. Energy Research and Social Science, 22 (September): 7–12.

Fouquet, Roger. (2018). Consumer Surplus from Energy Transition. The Energy Journal, 39 (3): 167 – 188.

Furlán, Adriano. (2017). La transición energética en la matriz eléctrica argentina (1950-2014). Cambio Técnico y Configuración Espacial. Revista Universitaria de Geografía, 26 (1): 97 – 133.

García, Rigoberto. (2014). Pobreza energética en América Latina. Documentos de Proyectos 576, Naciones Unidas Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Garrido Lepe, Martín. (2020). La Electrificación Latinoamericana en el Largo Plazo (1925-2015). Revista Uruguaya de Historia Económica, Año X (18): 12-35.

Geels, Frank; Sovacool, Benjamin; Schwanen, Tim y Sorrell, Steve. (2017). The Socio-Technical Dynamics of Low-Carbon Transitions. Joule, 1(3): 463-479.

Goldfarb, Brent. (2005). Diffusion of general-purpose technologies: understanding patterns in the electrification of US manufacturing 1880-1930. Industrial and Corporate Change, 14 (5): 745-773.

Jarrell, Gregg. (1978). The Demand for State Regulation of The Electric Utility Industry. The Journal of Law & Economics, 21(2), 269–295.

Martinez, Daniel y Ebenhack, Ben. (2008). Understanding the Role of Energy Consumption in Human Development through the use of saturation phenomena. Energy Policy, 36: 1430-1435.

Mazur, Allan. (2011). Does increasing energy or electricity consumption improve quality of life in industrial nations? Energy Policy, 39: 2568 – 2572.

Pasternak, Alan. (2000). Global Energy Futures and Human Development: A Framework for Analysis. Oak Ridge: US Dep Energy.

Ristuccia, Cristiano y Solomou, Solomos. (2014). Can general purpose technology theory explain economic growth? Electrical power as a case study. European Review of Economic History, 18: 227 – 247.

Rubio, María del Mar y Tafunell, Xavier. (2014). Latin American hydropower: A century of uneven evolution. Renewable and Sustainable Energy Reviews, 38: 323–334.

Schurr, Sam. (1984). Energy use, Technological Change, and Productive Efficiency: An Economic-Historical Interpretation. Annual Review of Energy, 9(1): 409–425.

Smil, Vaclav. (2016). Examining energy transitions: A dozen insights based on performance. Energy Research and Social Science, 22: 194–197. https://doi.org/10.1016/j.erss.2016.08.017

Smil, Vaclav. (2017). Energy and Civilization. A History. Londres: MIT Press.

Sovacool, Benjamin. (2016). How long will it take? Conceptualizing the temporal dynamics of energy transitions. Energy Research & Social Science, 13: 202 – 215.

Vernon, Smith. (1996). Regulatory Reform in the Electric Power Industry. Regulation, 19 (1): 33-46.

Wolfram, Catherine; Shelef, Orie y Gertler, Paul. (2012). How Will Energy Demand Develop in the Developing World? Journal of Economic Perspectives, 26(1): 119-138.

Yáñez, César y Garrido Lepe, Martín. (2017). El tercer Ciclo del Carbón en Chile, de 1973 a 2013: del Climaterio al Rejuvenecimiento. América Latina En Historia Económica, sep.-dic., 224–258.


El capital humano en las misiones jesuitas: ¿ejemplo de instituciones “inclusivas”?

ÈRIC GÓMEZ-I-AZNAR (Universitat Oberta de Catalunya)

Èric Gómez i Aznar es Doctor en Historia Económica,  y profesor de esta asignatura en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). Sus principales líneas y proyectos de investigación se centran en el estudio del capital humano en el largo plazo en perspectiva comparada, atendiendo especialmente la relación entre instituciones y desarrollo económico en diferentes regiones bajo dominio de la Monarquía Hispánica (ericga@uoc.edu)


Iberoamérica es una de las zonas que más se utiliza en historia económica como ejemplo de existencia de instituciones “extractivas” a lo largo de toda su cronología, especialmente, durante el período colonial. Un debate que se centra, sobre todo, en las estructuras implantadas por los europeos durante esta etapa histórica (Acemoglu et al. 2001; Nunn 2008). En el caso concreto de América Latina, existen estudios sobre la persistencia de los efectos del sistema de mita (Dell 2010) o la explotación de las plantaciones de azúcar de caña u oro (Naritomi et al. 2012). En este blog el tema ya ha sido abordado con anterioridad, por ejemplo por Rafael  Dobado, donde indica que “antes de la década de 1820, no hubiese, en la América española, más que instituciones “extractivas” (encomienda, mita, repartimiento, etc.) está lejos de ser cierto no sólo en las áreas periféricas sino también en las centrales”. Un ejemplo de esta diversidad de instituciones durante el periodo colonial son las misiones jesuitas guaraníes en Sudamérica en el siglo XVIII.

Misión jesuítica de la Provincia Paraguaria, Florián Paucke 1778. / MUSEO JUAN DE GARAY (ARGENTINA)

Las misiones jesuíticas guaraníes

Los jesuitas formaron hasta un total de 30 misiones, también denominadas reducciones, en este espacio que, en el momento de mayor esplendor, llegó a alojar a más de 140.000 guaraníes, pertenecientes a una tribu indígena tradicionalmente de carácter semi-nómada. Dicha presencia comenzó a principios del siglo XVII y se extendió a lo largo de más de siglo y medio, hasta 1767, cuando la Corona española bajo el mandato de Carlos III, expulsó de América a la Compañía de Jesús. Las misiones jesuíticas guaraníes fueron, además, un experimento social único dentro de las experiencias misionales de los imperios europeos en África, América o Asia. Y no sólo por su interés en promover la educación de los guaraníes para favorecer su evangelización. Basadas en la autosuficiencia, las reducciones fueron una alternativa de incorporación de los indios al sistema colonial durante la Edad Moderna. Cumplieron un rol defensivo fundamental en un área fronteriza entre los dos imperios ibéricos, y también en los conflictos internos de la corona con los encomenderos y otros pueblos nativos. Un proyecto tan singular que despertó la admiración de filósofos como Montesquieu o Voltaire; y que se popularizó a final del siglo XX gracias a la película de Roland Joffé, “La Misión” protagonizada por Robert de Niro, Jeremy Irons y Liam Nesson; y la música de Ennio Moricone.

Figura 1. Cartel de la película “The Mission

Fuente: Filmaffinity.

Las experiencias misionales y sus efectos en el largo plazo

Recientemente, Valencia Caicedo (2019) ha analizado el efecto de las misiones en la educación, demostrando la existencia de importantes beneficios educativos y económicos a largo plazo de las misiones jesuitas guaraníes. Por un lado, más allá de la conversión religiosa, objetivo principal de estas misiones católicas, este autor sostiene que éstas favorecieron la formación de capital humano a través de la escolarización de los niños y la formación ofrecida a los adultos en varias ocupaciones. Por otro lado, destaca la persistencia de esta situación, ya que en las zonas donde se establecieron las misiones encuentra un efecto positivo en los niveles de capital humano e ingreso en la actualidad (en torno a un 10% superior en ambos casos), destacando, además, la importancia de los cambios ocupacionales, culturales y comportamentales como principales canales de transmisión. En su trabajo, Valencia Caicedo analiza las áreas de antigua presencia jesuita usando la distancia a la misión más cercana, pero, sin embargo, no dispone de indicadores directos que le permitan medir el capital humano.

Este es además un campo de estudio que se halla directamente relacionado con diversos debates presentes en la literatura. En general, la historiografía suele otorgar un papel positivo a las misiones religiosas de todo tipo, no sólo a las de los jesuitas, considerándose un instrumento de transmisión de conocimientos, habilidades y tecnologías. En este sentido, las experiencias misionales de los europeos en América, África y Asia parecen haber jugado un papel clave en el desarrollo educativo a largo plazo en estos continentes (Woodberry 2004, Gallego et al. 2010, Fourie et al. 2015, Baten & Cappelli 2016, Calvi et al. 2019, Meier zu Selhausen 2019, Valencia Caicedo 2019). En este sentido, Waldinger (2017) concluye que los efectos sobre los resultados educativos de las misiones católicas en México fueron muy importantes, y atribuye un mayor impacto a las misiones franciscanas que a las jesuitas. Sin embargo, Waldinger (2014), al analizar las misiones católicas en Venezuela, encuentra un efecto negativo a largo plazo para las misiones franciscanas, y en cambio positivo y significativo para las dirigidas por los agustinos. Es éste, pues, un debate que permanece abierto. Todo esto hace particularmente interesante estudiar los niveles de capital humano adquiridos en las misiones Jesuitas en los años en que éstas estaban en funcionamiento.

En esta línea, mi tesis doctoral ofrece datos de capital humano para las misiones jesuíticas guaraníes durante el siglo XVIII; utilizando el age heaping como proxy de la capacidad aritmética o numeracy. La obtención de niveles de capacidad aritmética en las misiones jesuitas guaraníes del siglo XVIII se realiza gracias a la explotación de los padrones de indios,  que permite obtener un indicador de la misma llamado ABCC. La disponibilidad de padrones para otras zonas colonizadas y bajo dominación de la Corona hispánica en el siglo XVIII permite, además, comparar los resultados obtenidos en las misiones jesuitas con otras experiencias coloniales. Por un lado, se estudian comunidades con población indígena en la región de Puno, en el sur del Perú junto a la frontera con Bolivia, y en la Luisiana española, actualmente en EE.UU. Por otro lado, se dispone de información relativa a diferentes misiones, en este caso franciscanas, en la colonización de California que permiten analizar en perspectiva comparada la excepcionalidad de las misiones jesuitas guaraníes.

Figura 2: Ubicación de las misiones jesuíticas guaraníes

Fuente: elaboración propia

¿Una institución “inclusiva”?

Los resultados obtenidos sugieren que el conocimiento de las habilidades numéricas en las reducciones jesuitas guaraníes a lo largo del siglo XVIII era excepcional. Aunque la muestra analizada tenga en conjunto de más de 3.600 observaciones, la diversidad de situaciones locales hace ser precavido en la elaboración de una imagen global, pero estos parecen señalar que el nivel de capacidad de cálculo en las misiones jesuitas guaraníes, así como las de Alta California que replican su modelo, era cercano al cien por cien en el siglo XVIII. Estos niveles son muy superiores a cualquier región bajo dominio de la Monarquía hispánica durante ese periodo; y solo son equiparables a algunos países de la Europa Occidental. Además, parecen ser persistentes en el tiempo, lo cual podría confirmar el papel positivo que habrían desempeñado los misioneros jesuitas en la formación de capital humano en la región, en la línea de lo sugerido en Valencia Caicedo (2019).

Figura 3. Resultados de ABCC en diferentes regiones del mundo en el s.XVIII

Fuentes: Castilla: Álvarez and Ramos (2018); Catalonia: Gómez-i-Aznar (2019); Portugal: Stolz et al. (2013); Latin America: Manzel et al. (2012); Western Europe: A’Hearn et at. (2009).

La comparación con otras experiencias y regiones de América Latina apunta a la relevancia de las características institucionales; las sociedades con instituciones coloniales más extractivas de recursos son las que presentan niveles más bajos de numeracy en ese período. Además, este resultado se ha de enmarcar dentro de una literatura concreta que estudia el papel jugado por las diferentes órdenes religiosas católicas en la formación de capital humano. Los jesuitas no eran la única orden que intentaba evangelizar a las poblaciones que habitaban las áreas conquistadas por la Corona española: franciscanos, dominicos o agustinianos también formaron parte de esta intensa presencia misionera en América Latina durante la colonización. Pero estas son órdenes religiosas que difieren de los jesuitas; son órdenes mendicantes, por lo que su objetivo es expandir el cristianismo desde el compromiso con la reducción de la pobreza. En cambio, los jesuitas son una orden de clérigos regulares que mostraron una mayor preocupación por la organización de la actividad económica en las comunidades que regían. Además, los franciscanos también fundaron misiones guaraníes pero a diferencia de las jesuitas sus efectos no se constatan en el presente (Valencia Caicedo 2019). Una asimetría que también se da en la evolución demográfica entre las reducciones franciscanas y jesuíticas guaraníes (Maeder 1995). Un caso particular analizado en mi investigación serían las Misiones de la Alta California porque allí los franciscanos siguieron la empresa comenzada por los jesuitas en la Baja California y se basaron en un modelo similar; y que muestra resultados igual de positivos.

Entre los trabajos previos sobre age heaping y numeracy durante la época colonial en América Latina, los que se centran en las regiones andinas de La Paz, Potosí y Oruro serían los que guardan un mayor parecido con el presente estudio; mostrando que las zonas con instituciones menos extractivas también tendrían mejores desempeños en capacidad aritmética (Vicario 2017). Aún así, el cotejo con otras regiones y localizaciones que presentaban diferentes marcos institucionales, de carácter religioso o no, o dirigidas por otras órdenes religiosas, confirma la excepcionalidad de las misiones jesuitas guaraníes. El modelo de estas misiones basado en la autosuficiencia productiva y una organización social igualitaria y cohesionada, así como el respeto a la cultura preexistente ejemplificado en la guaranización de las mismas y la adaptación a la cosmovisión y la lengua guaraní, podría explicar su exitoso desempeño educativo y la transmisión intergeneracional del capital humano más allá de la desaparición de los jesuitas de las misiones.

En síntesis

En conjunto, los resultados apuntan al papel que podrían haber tenido la tipología de institución de un territorio en la capacitación aritmética; que sería particularmente bajo en aquellas no religiosas, basadas en modelos de extrema desigualdad y con menor respeto a la estructura social y cultura preexistente; y más elevados en aquellas más “inclusivas”. Esto tiene implicaciones para las investigaciones futuras sobre esta cuestión y este estudio contribuye al debate sobre las instituciones religiosas, los efectos de las misiones y la difusión que hicieron éstas del capital humano, así como sus consecuencias sobre el desarrollo económico a largo plazo.

Referencias

Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J. A. (2001). The colonial origins of comparative development: An empirical investigation. American Economic Review, 91(5), 1369-1401.

Baten, J., & Cappelli, G. (2016). The Evolution of Human Capital in Africa, 1730-1970: A Colonial Legacy? CEPR Discussion Papers 11273, C.E.P.R. Discussion Papers.

Calvi, R., Mantovanelli, F., & Hoehn-Velasco, L. (2019). The Protestant Legacy: Missions and Human Capital in India.  SSRN 3354891.

Dell, M. (2010). The persistent effects of Peru’s mining mita. Econometrica, 78(6), 1863-1903.

Fourie, J., & Swanepoel, C. (2015). When selection trumps persistence: The lasting effect of missionary education in South Africa. Tijdschrift voor Sociale en Economische Geschiedenis, 12(1).

Gallego, F. A., & Woodberry, R. (2010). Christian missionaries and education in former African colonies: How competition mattered. Journal of African Economies, 19(3), 294-329.

Maeder, E. J. (1995). Asimetría demográfica entre las reducciones franciscanas y jesuíticas de guaraníes. Revista Complutense de Historia de América, (21), 71-84.

Meier zu Selhausen, F. (2019). Missions, Education and Conversion in Colonial Africa. In Globalization and the Rise of Mass Education (pp. 25-59). Palgrave Macmillan, Cham.

Naritomi, J., Soares, R. R., & Assunção, J. J. (2012). Institutional development and colonial heritage within Brazil. The Journal of Economic History, 72(2), 393-422.

Nunn, N. (2008). The long-term effects of Africa’s slave trades. The Quarterly Journal of Economics, 123(1), 139-176.

Valencia Caicedo, F. (2019a). The Mission: Human Capital Transmission, Economic Persistence, and Culture in South America. The Quarterly Journal of Economics, 24.

Vicario, C. (2017). The formation of Human capital in pre-modern Latin America (Doctoral dissertation, Eberhard Karls Universität Tübingen).

Waldinger, M. (2014). Missionaries in Venezuela. London School of Economics, Manuscript.

Waldinger, M. (2017). The long-run effects of missionary orders in Mexico. Journal of Development Economics, 127, 355-378.

Woodberry, R. D. (2004). The shadow of empire: Christian missions, colonial policy, and democracy in postcolonial societies (Doctoral dissertation, University of North Carolina at Chapel Hill).

Violencia interpersonal: un nuevo indicador de bienestar

MANUEL LLORCA-JAÑA (Universidad de Valparaíso)

RODRIGO RIVERO-CANTILLANO (Universidad Adolfo Ibáñez)

Manuel Llorca-Jaña es PhD en Historia Económica por la Universidad de Leicester (UK), Master en Historia Económica Internacional por la misma institución y Economista de la Universidad de Santiago de Chile.

Rodrigo Rivero-Cantillano es PhD en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, Máster de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Barcelona, Universidad Pompeu Fabra y Universidad Autónoma de Barcelona y Licenciado en Historia, Universidad de Valencia.

RESUMEN. En esta entrada del Blog presentamos la violencia interpersonal como un nuevo indicador de bienestar. El mismo ha sido usado de manera creciente en análisis de bienestar para países desarrollados, pero no así para América Latina. Presentamos, además, los principales resultados de un estudio que realizamos para Chile, que utiliza la tasa de homicidios como proxy de la violencia interpersonal, explicando la importancia y los principales determinantes de este importante indicador.


Fuente: Archivo Histórico Riva-Agüero. Instituto Riva-Agüero. Pontificia
Universidad Católica del Perú. (2013). Asesinato del presidente Manuel
Pardo [Image]. http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/9704.

Introducción

Existe un creciente consenso en que el concepto de bienestar es complejo, además de multidimensional: mientras más variables/dimensiones relevantes consideremos respecto de todo aquello que afecte los niveles de vida de la población, mejor. Entre las diversas variables que han ido ganando terreno en las últimas décadas se encuentra la seguridad personal, y, dentro de ella, la violencia interpersonal. En efecto, en 2014 la OECD publicó un muy buen libro titulado How was life? Global well-being since (van Zanden et al. eds., 2014), en el cual se incluyeron indicadores de bienestar clásicos como PIB per cápita, salarios reales y esperanza de vida, pero también se agregaron muchos otros menos familiares para los cientistas sociales: estatura, medioambiente y seguridad personal; este último normalmente medido a través de indicadores de violencia interpersonal, tales como la tasa de homicidios o la tasa de robos violentos.

Algunos aspectos conceptuales

Gracias a este tipo de publicaciones, hoy en día es ampliamente aceptado que las tasas de homicidio, como proxy de violencia interpersonal, representan un buen indicador del bienestar de una sociedad (Baten et al., 2014; OECD, 2014). En efecto, la violencia interpersonal es una variable de primera importancia a la hora de evaluar el desarrollo, dado que las sociedades con altos niveles de violencia son asociadas a la existencia de un bajo capital social y, a su vez, éstas también muestran bajos niveles de capital humano (Gust y Baten, 2019). Las sociedades con alto nivel de violencia deben asignar una cantidad considerable de recursos y esfuerzos a la resolución de conflictos en lugar de destinarlos a la inversión productiva, o a la oferta de servicios públicos, incluyendo el gasto social. Por otro lado, los crímenes violentos impactan negativa y directamente en la calidad de vida de las personas, puesto que reducen la seguridad de la propiedad privada generando un clima de desconfianza e incertidumbre. Incluso, otra consecuencia negativa de los altos niveles de violencia interpersonal es la profundización de la desigualdad de género, conduciendo a la pérdida de autonomía femenina (Gust y Baten, 2019). Finalmente, el bienestar de la población es mayor si los habitantes de una sociedad se sienten seguros. El impacto negativo en el bienestar de las personas del sentimiento de inseguridad es considerado tan serio como el crimen mismo. Por tanto, la seguridad interpersonal es uno de los aspectos más valorados y exigibles tanto para el desarrollo económico como social (Fanjzylber, Lederman y Loayza, 1998; 2002a y 2002b).

Como dijimos, el principal indicador de violencia interpersonal es la tasa de homicidios intencionales entre civiles. El homicidio intencional generalmente se define como una muerte ilegal infligida deliberadamente a una persona por otra persona, excluyendo las bajas por guerras ya sean estas internacionales o civiles (Eizner, 2003a; 2003b). Cuando se quiere estudiar la seguridad personal al interior de una sociedad, la tasa de homicidios presenta ventajas frente a otras alternativas como el número de robos, puesto que esta última está expuesta a un mayor grado de subregistro, ya que una gran proporción de los robos no son denunciados ni registrados. (Fajnzylber, Lederman and Loayza 2002a; OECD, 2011). En cambio, los homicidios intencionales, probablemente, el más grave de todos los delitos, por su naturaleza y connotación social, tienen menor probabilidad de pasar desapercibidos y están menos propensos a la manipulación estadística, consecuentemente, se registran con mayor eficacia en la mayoría de los países (Fajnzylber, Lederman and Loayza 2002b; Eisner 2003b). Incluso, frente a otros graves delitos de carácter interpersonal, como la violencia sexual o contra los niños, los registros de homicidios cuentan con mayor confiabilidad. De hecho, existe un amplio acuerdo en que los registros de homicidios son quizás la única cifra de delitos que proporciona una medida precisa, razonable y consistente de los niveles de delitos graves, por esta razón, permiten realizar análisis comparativos entre países o entre regiones de un mismo país durante largos períodos de tiempo (Eisner, 2003a). Por último, el homicidio, en cuanto crimen, siempre ha atraído el interés de las instituciones, desde las sociedades medievales hasta hoy, mientras que, desde el punto de vista de las autoridades, su importancia se ha mantenido estable en el transcurso de los últimos siglos (Eisner, 2003b). Este interés también ha sido recogido por el cine, inmortalizando las historias de famosos asesinos como Charles Manson en Helter Skelter (1976), los numerosos títulos dedicados a Al Capone, incluyendo su máximo perseguidor Eliot Ness en la premiada The Untouchables (1987), pero también creando historias de ficción que se han convertido en parte de la propia tradición del cine, sobre todo después del éxito de Psycho (1960) de Alfred Hitchcock, la muy premiada Fargo (1996) de los hermanos Coen o, más recientemente, la serie Mind Hunter (2017) que se adentra en la investigación de dos agentes del FBI para conocer los patrones psicológicos de los mayores asesinos en serie. Sin duda, el éxito de estos films responde al gran impacto que este tipo de crímenes genera en la sociedad.

Entre los distintos determinantes de los niveles de violencia interpersonal al interior de las sociedades, un factor central es la capacidad del Estado para monopolizar la violencia. La noción del Estado como una comunidad humana que demanda el monopolio del legítimo uso de la violencia física al interior del territorio está directamente relacionado con la capacidad de gobernar, y es un elemento clave en el desarrollo político y económico de los países. La historia está plagada de ejemplos de países que han fracasado en establecer este monopolio y las razones son muy variadas. De esta manera, existe un amplio acuerdo en la literatura que para analizar las tendencias seculares en la violencia interpersonal, se necesita una perspectiva de análisis amplia que incluya aspectos contextuales como los cambios en las estructuras sociales de poder, la legislación, la mentalidad, la composición por edades de la población, condiciones culturales y económicas, niveles de desigualdad, las tasas de pobreza, factores como las diferencias regionales, la demografía, la economía y la estructura política, las cuales ayudan a explicar los distintos patrones observados en las tasas de homicidios a través del tiempo (Eisner, 2003b; Mares, 2009; Gurr, 1981).

La escasa historiografía para América Latina

Lamentablemente, existen pocos estudios sobre cómo ha evolucionado la tasa de homicidios para países latinoamericanos en el largo plazo. El único estudio publicado para algún país latinoamericano es el de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile (fruto del proyecto Anillos ANID PIA SOC 180001). Existe, además, una muy buena tesis de maestría que fue defendida recientemente por Analía Rivero en la Universidad de la República, Uruguay, que cubre un periodo similar al de Rivero-Cantillano et al., pero para Uruguay, y que seguramente saldrá prontamente publicada como artículo.

El trabajo de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile analiza, en particular, la evolución de las tasas de homicidio en Chile desde la década de 1880 hasta la de 2010. Los autores constataron que las tasas de homicidio fueron muy elevadas a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX (Figura 1). Sin embargo, esta situación comenzó a mejorar gradualmente desde la década de 1930, y de forma más pronunciada entre los años cincuenta y sesenta, lo que permitió que las tasas de homicidio se mantuvieron bajas según estándares internacionales hasta finales de siglo. A lo largo de las últimas dos décadas, no obstante, se ha observado un incremento relativo de los homicidios en Chile. El análisis cuantitativo del estudio sugiere que el aumento del gasto social en el pasado se asocia con la reducción de los homicidios en el presente, que el crecimiento económico pasado y presente también se correlaciona con la reducción de la tasa de homicidios, cuestión similar a lo que ocurre con el aumento de la presencia policial. Con todo, el estudio destaca que las décadas de 1930 a 1960 constituyen un periodo clave en la evolución de la violencia interpersonal, lo que coincide con la aparición de un estado de bienestar (y el aumento del gasto social), el descenso de los índices de pobreza, la mejora de la sanidad y la educación, y el aumento del sufragio.

Figura 1: Tasa de homicidios para Chile (número de homicidios por 100.000 habitantes, medias móviles a 5 años, 1880-2017)

Fuente: Rivero-Cantillano et al 2021.

Nuestro llamado es a entusiasmar a colegas latinoamericanos a producir trabajos similares a los de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile y de Analía Rivero para Uruguay, pero para otras repúblicas, para así poder realizar estudios comparativos de largo plazo.

Referencias

Eisner, Manuel (2003a) “Long-term historical trends in violent crime.” Crime and Justice 30: 83-142, doi: 10.1086/652229

Eisner, Manuel (2003b) “The long-term development of violence: empirical findings and theoretical approaches to interpretation.” in Heitmeyer, Wilhelm and John Hagan (eds.) International Handbook of Violence Research. Dordrecht, NL: Springer, 41-59.

Fajnzylber, Pablo, Daniel Lederman and Norman Loayza (1998) Determinants of Crime Rates in Latin America and the World. An Empirical Assessment. Washington, D.C.: World Bank. doi:10.1596/0-8213-4240-1

Fajnzylber, Pablo, Daniel Lederman and Norman Loayza (2002a) “Inequality and violent crime.” The Journal of Law & Economics 15 (1): 1-40, doi: 10.1086/338347

Fajnzylber Pablo, Daniel Lederman and Norman Loayza (2002b) “What causes violent crime?” European Economic Review 46 (1): 1323-1357, doi: 10.1016/S0014-2921(01)00096-4.

Gurr, Ted R. (1981) “Historical Trends in Violent Crime: A Critical Review of the Evidence”. Crime Justice 3(1): 295–353, https://www.jstor.org/stable/1147382

Gust Sarah and Jörg Baten (2019). Interpersonal violence in South Asia, 900-1900. Working Paper, Universität Tubingen.

Mares, Dennis (2009) “Civilization, economic change, and trends in interpersonal violence in western societies.” Theoretical Criminology 13(4): 419-449, doi: 10.1177/1362480609340401

OECD (2011) “Personal security” in OECD (ed) How’s Life? Measuring Well-being. Paris: OECD Publishing.

Rivero, Rodrigo; Manuel Llorca-Jaña, Damian Clarke, Javier Rivas, Martina Allende, Daniel Quezada (2021) “Interpersonal violence in Chile, c.1880s-2010s: A tale of delayed but successful convergence”, SocialScience History (forttcoming).

Economía del conocimiento o especialización primario-exportadora: el dilema de Uruguay y Nueva Zelanda

JORGE ÁLVAREZ SCANNIELLO (Universidad de la República, Uruguay)

Jorge Álvarez es Doctor en Historia Económica, Profesor del Programa de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República (Uruguay) e investigador nivel 1 del Sistema Nacional de Investigadores, Uruguay. Sus principales líneas y proyectos de investigación se centran en el estudio del desempeño histórico de la economía uruguaya en perspectiva comparada, atendiendo especialmente la relación entre instituciones y desarrollo en el contexto de las sociedades de nuevo asentamiento europeo (jorge.alvarez@cienciassociales.edu.uy)

RESUMEN. Con el objetivo de aportar una mirada histórica al análisis de los problemas económicos contemporáneos, esta entrada al Blog busca colocar en un primer plano los desafíos que enfrentan las pequeñas economías de base agraria en el mundo actual. En particular, el dilema de basar el desarrollo económico en la explotación inteligente de los recursos naturales o promover la innovación, la ciencia y la tecnología, apostando a nuevos sectores y productos.


Introducción

Uno de los problemas centrales de la historia económica como disciplina es identificar y explicar los patrones de desarrollo a largo plazo de los países, y los procesos de convergencia y divergencia de las economías a escala mundial. En Uruguay –lo mismo puede decirse de Argentina– una pregunta central, que ha estado presente en los más diversos programas de investigación en historia económica, es por qué el país tuvo un bajo crecimiento económico a largo plazo y, habiendo sido un país próspero en el pasado, vio deteriorar su posición relativa en la economía mundial. Las respuestas han enfatizado distintos factores y dimensiones como el patrón de especialización productiva y comercial basado en la explotación de sus recursos naturales, la productividad del sector exportador, la calidad de sus instituciones, los grados de apertura, cerramiento, liberalización y dirigismo estatal en los distintos períodos de su historia y el alcance de la transformación de su estructura productiva, por mencionar solo algunas de ellas. En general, los énfasis y dimensiones exploradas han dependido de los enfoques teóricos adoptados y del instrumental analítico movilizado.

Un tema crucial es el vínculo entre la dotación de recursos naturales y el crecimiento económico, especialmente en un país como Uruguay con ventajas comparativas y competitivas derivadas de la productividad de su sector primario. En este sentido, la pregunta sobre el rezago de la economía uruguaya suele trascender el ámbito estrictamente académico, permeando al conjunto de la sociedad cuando se ponen en cuestión las bases del desarrollo futuro del país y el papel que le cabe al sector primario. Así el problema ha sido abordado en espacios de difusión más o menos especializados[i], en abordajes periodísticos y columnas de opinión[ii] y, en menor medida, por los actores políticos. En los últimos años, el debate adquirió especial interés en el marco del último ciclo de crecimiento de la economía uruguaya y de la notable transformación de su sector agrario, que experimentó un profundo cambio estructural e intensificación del contenido tecnológico de su producción (Paolino, Pittaluga y Mondelli, 2014). En ese contexto, solo unas pocas voces llamaron la atención sobre las bases débiles de este ciclo expansivo, impulsado por las exportaciones agrarias y por el crecimiento del precio de las commodities en el mercado mundial[iii].

Recientemente, el problema del escaso desempeño histórico de la economía uruguaya y las bases de su futuro desarrollo han vuelto a la palestra pública con la publicación de un libro que afirma que Uruguay debe repensar las bases tradicionales de su economía –basada en la producción de commodities y productos de baja y media tecnología– y virar hacia una economía basada en innovación, ciencia y tecnología (Pascale, 2021)[iv]. Su tesis central no supone novedad para los especialistas en temas del Desarrollo (Arocena y Sutz, 2003; Bértola et al., 2005; OPP, 2019), pero tiene la virtud de colocar el problema en un texto dirigido al gran público, que ha alcanzado una amplia difusión por tratarse de un libro escrito por un reconocido intelectual, docente universitario y expresidente del Banco Central del Uruguay (BCU). Las alusiones del libro a Nueva Zelanda son reiteradas, como un país con el que se suele comparar a Uruguay, aunque el autor enfatiza las diferencias entre ambos países antes que sus similitudes.

Esta nota busca colocar en un primer plano los desafíos que enfrentan las pequeñas economías de base agraria en el mundo actual, en particular, el dilema de basar el desarrollo en la explotación inteligente de los recursos naturales o promover la innovación, la ciencia y la tecnología, apostando a nuevos sectores y productos. En este sentido, el caso de Nueva Zelanda es relevante porque ese país enfrenta desafíos similares a los de Uruguay debido a que comparten un conjunto de rasgos estructurales.

Es cierto que en Uruguay la comparación con Nueva Zelanda ha sido un tópico recurrente, ya para comprender el magro desempeño del país y el rezago con su “primo rico”, ya para adoptar los avances logrados por Nueva Zelanda. Las comparaciones históricas han buscado explicar las diferencias de productividad de los respectivos sectores agrarios desde la perspectiva del cambio tecnológico (Álvarez y Bortagaray, 2007; Álvarez, 2018, 2020; Castro y Willebald, 2019), el impacto de la estructura de la propiedad de la tierra sobre la distribución del ingreso (Kirby, 1975; Álvarez, 2013, 2017) el vínculo entre la distribución del ingreso en el sector agrario y los procesos de industrialización y crecimiento (Álvarez et al., 2011), la dotación de recursos energéticos modernos y su impacto en la producción agraria y en el desempeño de ambas economías (Bertoni y Willebald, 2016; Travieso, 2020), las diferencias institucionales entre ambos países a partir de la teoría de los órdenes sociales (Schlüter, 2014), la volatilidad cíclica y las imperfecciones del sistema financiero (Carbajal y de Melo, 2007), sin olvidar sendos trabajos que en las décadas de 1950 y 1960 buscaron promover en Uruguay las técnicas de producción ganadera de Nueva Zelanda (Gallinal, 1951; Davie, 1960). Estos trabajos comparten la idea que ambas economías presentan algunas similitudes, lo que justifica su comparación, e importantes diferencias que explican los resultados divergentes. En algunos casos se enfatizaron las diferencias vinculadas a la dotación de recursos, en otros las diferencias gestadas en el propio proceso histórico. Sin embargo, pocos trabajos destacaron las similitudes estructurales que persistieron a largo plazo (Álvarez y Bértola, 2013) y que en la actualidad coloca a ambos países ante similares desafíos con relación a su desarrollo futuro.

En este sentido, Nueva Zelanda se encuentra también algunos años por delante de Uruguay en el estado del debate historiográfico sobre el papel de la dependencia de las exportaciones primarias en el desarrollo del país (McAloon, 2015) y en la discusión relativa a la necesidad de construir nuevas bases para la competitividad internacional impulsada por la ciencia, la innovación y el cambio tecnológico, esto es, por la economía del conocimiento (Kirk y Bibby, 2001; Oxley y Thorns, 2007). En particular, quiero destacar los trabajos de Callaghan (2009) y Hendy y Callaghan (2013)[v] que sostienen enfáticamente que Nueva Zelanda tiene que cambiar su patrón de inserción externa, abandonar los recursos naturales como la base principal de su competitividad internacional e ingresar en la economía de la innovación y el conocimiento.

By Peter, Bromhead, Marlborough Express (Newspaper), New Zealand, 2012. A sheep laments to other sheep in the herd that ‘we’re no longer a land of sheep, we’ve been replaced with hobbits’. Refers to Tourism New Zealand’s global marketing campaign regarding The Hobbit: An Unexpected Journey

En lo que sigue, destacaré algunos rasgos estructurales compartidos por ambas economías, en particular, el declive en la economía mundial y la especialización primario exportadora. Y, con base en los aportes realizados por un conjunto de investigaciones, sostendré que la especialización primario exportadora es una de las principales causas del declive relativo de ambos países en la economía mundial. Finalmente, se presentan algunas reflexiones sobre el camino que deberían transitar ambos países para acortar las brechas de ingreso, productividad y tecnología con las economías desarrolladas.

Rasgos estructurales compartidos: declive secular, modelos de desarrollo y especialización primario exportadora

A fines del siglo XIX, Nueva Zelanda y Uruguay –típicas sociedades de nuevo asentamiento europeo– se encontraban entre las naciones más ricas del mundo en términos de ingresos por habitante (Gráfico 1).  Esta posición de privilegio se debió a que ambos países contaron con una alta relación recursos naturales-población, gozaron de excelentes condiciones naturales para la producción agraria y se especializaron en la producción y exportación de un rango limitado de productos ganaderos (carnes, lanas, cueros, lácteos), que fueron crecientemente demandados por las economías desarrolladas de Europa Occidental durante la primera globalización del capitalismo.

No obstante esta posición privilegiada en el concierto internacional, a partir de la Primera pos-Guerra Mundial ambas economías consolidaron una tendencia declinante de los niveles de sus ingresos por habitante que se profundizó a partir de la segunda mitad del siglo XX (Gráfico 1). En la década de 1950, Uruguay ingresó en lo que ha sido definido como un proceso de “latinoamericanización” de la otrora “Suiza de América” (Finch, 2005). Al mismo tiempo Nueva Zelanda comenzó a rezagarse de forma pronunciada, cayendo desde las primeras posiciones del grupo de países de la OCDE a los últimos lugares en los primeros años del siglo XXI (Easton, 1997). Este rezago –advertido y pronosticado tempranamente por Rosenberg (1968)– se hizo evidente en el último cuarto del siglo XX, lo que alejó a Nueva Zelanda de la trayectoria de crecimiento de otras economías de asentamiento europeo, como Canadá y Australia (Bertram, 2009).

Gráfico 1. PBI per cápita de Nueva Zelanda y Uruguay con relación al PBI per cápita promedio de cuatro economías desarrolladas (Alemania, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña = 100), 1870-2018

Fuente: elaborado con base en Maddison Project Database (2020). Las fuentes nacionales pueden consultarse en (Maddison, 2006, 2009) y en las sucesivas actualizaciones (Bolt y van Zanden, 2020).

Además de este rezago relativo en la economía mundial, ambos países compartieron un conjunto de rasgos estructurales. Entre ellos, la persistencia de una inserción externa basada en la producción y exportación de bienes agrarios (las exportaciones agrarias representaron, en promedio, más del 80% de las exportaciones uruguayas y más del 70% de las exportaciones neozelandesas en el siglo XX), la evolución de los términos de intercambio con similares tendencias y fluctuaciones, y la misma secuencia de modelos de desarrollo económico a largo plazo (Álvarez, 2014). Algunos estudios comparados y un conjunto de abordajes historiográficos a escala local, dieron cuenta de los factores que explican el rezago de estas economías. Como veremos más adelante, entre ellos, el papel jugado por la especialización primario-exportadora, los cambios verificados en los patrones de consumo de los principales mercados compradores a lo largo del siglo XX, la evolución del precio de las exportaciones agrarias, las fluctuaciones de los términos de intercambio y el escaso contenido tecnológico de las exportaciones intensivas en recursos naturales. Como expresión de todo ello, los otros factores comprometidos en esta trayectoria divergente son la caída relativa de la productividad y de los salarios, una estructura productiva insuficientemente diversificada, y las limitaciones que impuso a ambos países la pequeña escala de los respectivos mercados internos.

Eric Walmsley Heath, Dominion (Newspaper), New Zealand, 1969. As a sheep labelled ‘The wool industry’ walks away, its fleece catches on thistles named 1965, 1967 and 1968, and unravels. The tail end is exposed to the cold. Refers to the effect on the industry of the decline in the export price for wool between 1965 and 1968.

Inserción externa basada en bienes primarios intensivos en recursos naturales como causa del declive

Los argumentos movilizados por los estudios comparados que dieron cuenta del rezago relativo de las economías de nuevo asentamiento del hemisferio sur, establecieron que el patrón de especialización productiva y comercial –basado en el uso intensivo de los recursos naturales– y la escasa transformación de la estructura productiva fueron sus principales causas. Por ejemplo, Schedvin (1990) afirmó que la dependencia de las actividades agrícolas y ganaderas –podríamos agregar la forestal– limitó el alcance de la diversificación productiva de las economías de nuevo asentamiento europeo, al tiempo que los encadenamientos domésticos hacia atrás y hacia adelante fueron débiles y no alentaron la innovación tecnológica sistemática más allá del sector agrario. En el caso de Nueva Zelanda, la dependencia fue más pronunciada que en los casos de Canadá y Australia, debido a dos principales limitaciones: la localización geográfica y la escala de su mercado, lo que hizo caer a este país en la trampa de la dependencia de las exportaciones agrarias. Argumentos similares fueron desarrollados por Álvarez et al. (2007), quienes destacaron que las ventajas que ofreció la primera globalización del capitalismo a las economías de nuevo asentamiento europeo se fueron diluyendo luego de la década de 1930, cuando cambió el papel de los recursos naturales en el comercio mundial. En ese contexto, Nueva Zelanda y Uruguay movilizaron sus mercados internos, experimentaron importantes transformaciones estructurales, y le asignaron al Estado un papel de liderazgo en los procesos de cambio estructural y de desarrollo. Sin embargo, el impacto negativo de la reversión de los términos de intercambio y de la crisis del petróleo hicieron muy difícil mantener y profundizar este proceso de cambio estructural. En ningún caso las transformaciones estructurales posibilitaron un cambio radical de la estructura de las exportaciones que les permitiera a ambas economías trascender el límite impuesto por la dotación original de recursos naturales (Álvarez y Bértola, 2013). Esto implicó qué, a partir de la década de 1990, se profundizara el rezago de la estructura productiva –considerando el peso de los sectores intensivos en tecnología– de ambos países con relación a las economías desarrolladas, de forma más pronunciado en Uruguay que en Nueva Zelanda (Bértola y Porcile, 2007). Esto se vio reflejado en las respectivas canastas de exportaciones y en su contenido tecnológico. Precisamente, si tenemos en cuenta la sofisticación de la estructura de las exportaciones por contenido tecnológico, ambos países se ubicaron en posiciones similares a escala global a comienzos del siglo XXI: Nueva Zelanda en el puesto 42 y Uruguay en el 39 (Isabella, 2012).

Más allá de los enfoques comparados, las respectivas historiografías económicas nacionales destacaron el papel de la especialización primario-exportadora como causa principal del declive de cada país en la economía mundial.

Published in: New Yorker (8/7/1979)

En el caso de Nueva Zelanda, el declive estuvo directamente relacionado con la ralentización del crecimiento de la demanda británica luego de la segunda pos-guerra, especialmente de los bienes primarios neozelandeses derivados de la ganadería (carnes, lanas y lácteos), y con el surgimiento de bienes sustitutos naturales y sintéticos a escala global, a partir de la década de 1960 (Belich, 2001). El rezago con relación a los países de la OCDE comenzó a hacerse evidente en esos años (Easton, 1997, 2020; Singleton y Robertson, 2002) obligando a Nueva Zelanda a diversificar los mercados de colocación de sus bienes primarios tradicionales y, a partir de la década de 1970, a diversificar también los productos de exportación, incorporando otros bienes agrarios (horticultura, vitivinicultura, forestación, etc.) (Easton, 2015, 2020). Sin embargo, el cambio estructural que experimentó Nueva Zelanda en el sector agrario y la diversificación de las exportaciones primarias, no impulsaron el crecimiento del país al ritmo necesario para acortar la distancia con los líderes de la economía mundial. Callaghan (2009), poniendo el foco en el aumento de la brecha de ingresos por habitante que se verificó en las últimas décadas del siglo XX entre Nueva Zelanda y Australia, destacó que los indicadores más evidentes del atraso neozelandés son el rezago de los salarios reales, los bajos niveles de productividad y la emigración de la población joven altamente calificada. Y que, en última instancia, estas tendencias son el resultado de la especialización en actividades productivas con bajos niveles salariales como la actividad primaria. Skilling (2009) también señaló que los bajos niveles de productividad y la ausencia de una economía diversificada es la causa principal del rezago neozelandés, y que el gran problema del país es no haber desarrollado capacidades para diversificar la economía y complementar los ingresos derivados de la tierra.

Allan Charles Hawkey, Waikato Times, New Zealand (2006)

En el caso de Uruguay, el retraso histórico también se debió al escaso desarrollo de sus capacidades productivas y a una competitividad basada casi exclusivamente en ventajas comparativas derivadas de los recursos naturales. De esto surge que el tipo de inserción externa ha sido un componente fundamental de la volatilidad y del carácter cíclico del desarrollo del país a largo plazo (Bértola y Bertoni, 2014; Bértola, Isabella y Saavedra, 2014). Detrás de la divergencia en términos de ingresos por habitante con los líderes hay un proceso de divergencia estructural. Esta relación (divergencia de ingresos y divergencia estructural) no se cumplió necesariamente en todos los períodos de la historia del Uruguay (el crecimiento anterior a la Primera Guerra Mundial es un ejemplo), pero a largo plazo la convergencia estructural es una condición necesaria para lograr la convergencia de ingresos con los países desarrollados (Bértola y Porcile, 2000). Además del tipo de inserción internacional, se ha señalado que la muy baja tasa secular de crecimiento de la economía uruguaya ha estado asociada a instituciones domésticas débiles que tendieron a amplificar la propia vulnerabilidad y volatilidad externa (Oddone y Cal, 2008; Oddone, 2010). Como en el caso de Nueva Zelanda (Hendy y Callaghan, 2013; Easton, 2020), la pequeña escala del mercado doméstico uruguayo operó también como límite a la especialización de las empresas, a los niveles de inversión y a la adopción tecnológica.

La brecha de ingresos por habitante de Nueva Zelanda y Uruguay con los países líderes es una brecha tecnológica

El desarrollo económico es, básicamente, un proceso de cambio estructural y de diversificación económica con base en la innovación y la difusión de tecnología. Estos conceptos han formado parte del pensamiento medular del estructuralismo latinoamericano, de los enfoques schumpeterianos y de las teorías del desarrollo por varias décadas (Rodriguez, 2006; Botta, Porcile y Ribeiro, 2018). Con referencias más o menos explícitas, estos conceptos se encuentran presentes en los diagnósticos sobre las causas del rezago de la economía neozelandesa. Callaghan & Hendy (2013) destacan que la principal paradoja de la economía neozelandesa en pleno siglo XXI es que, a pesar de estar ubicada en los primeros lugares del ranking mundial en variables relevantes para el desarrollo como la calidad democrática, el respeto a los derechos de propiedad, los bajos niveles de corrupción y de carga impositiva, el país no logra detener su caída en el ranking mundial de ingresos. De hecho, estiman que, para reducir la brecha con Australia, la productividad del trabajo en Nueva Zelanda debería crecer a una tasa de 3,3% acumulativo anual hasta 2028, lo que implica aumentar siete veces el crecimiento de la productividad registrada en el período 1960-2000 que fue apenas de 0,6% (Hendy & Callaghan, 2013, p. 34). El camino propuesto es cambiar el patrón de especialización agraria, quebrar la dependencia del sector primario, y expandir la base exportadora aumentando la participación de productos basados en conocimiento. Para hacerlo –se afirma rotundamente– hay que “abandonar” las pasturas, romper la dependencia del sector primario e invertir en ciencia y tecnología como lo han hecho otras pequeñas economías hoy desarrolladas como Finlandia y Dinamarca. Estos países apostaron a sectores de alta tecnología (industria manufacturera, electrónica, información y comunicaciones, etc.), en áreas no relacionadas con sus fortalezas previas basadas en la producción primaria (agricultura, ganadería y forestación).

Weta Digital, compañía dedicada a efectos visuales digitales, Wellington, Nueva Zelanda.

En el caso de Uruguay, la necesidad de diversificar la matriz productiva con base en la innovación, la ciencia, la tecnología y la economía del conocimiento es una condición necesaria para el desarrollo sostenible. Estos son procesos de largo aliento que requieren tiempo, mucha inversión y políticas decididas. A comienzos del siglo XXI, las políticas en materia de ciencia, tecnología e innovación en Uruguay eran definidas como carentes de liderazgo y de una estrategia de mediano y largo plazo, lo que se traduce en una bajísima dotación de recursos y en una gran inestabilidad del financiamiento de los programas de promoción, en definitiva, en una situación de verdadera “indigencia innovadora” (Bértola et al., 2005). Si bien las dos primeras décadas del siglo XXI fue un período de importantes avances (OPP, 2019), no es claro que las políticas de promoción a la ciencia y a la innovación en Uruguay continúen profundizándose al ritmo necesario[vi].

Por otra parte, asumiendo que el crecimiento de largo plazo tanto de Uruguay como de Nueva Zelanda dependen de las decisiones de inversión en Investigación y Desarrollo (I&D), ambos países necesitan incrementar significativamente sus niveles de inversión. Según los últimos datos reportados por el Banco Mundial[vii], Uruguay invierte en I&D el 0,5 % del PBI, Nueva Zelanda el 1,4%, en tanto las economías de Finlandia y Dinamarca el 2,8% y el 3%, respectivamente. No solo queda mucho camino por recorrer, sino que es necesario también que ambos países diversifiquen decididamente el portafolio de la inversión en I&D. En particular, porque Nueva Zelanda favoreció sistemáticamente, desde comienzos del siglo XX, las inversiones públicas en el sector agrario, buscando maximizar sus ventajas comparativas y no construir nuevas ventajas competitivas (Nightingale, 1992; Skilling, Callaghan y Oram, 2009). De igual modo, Uruguay cuenta con un sistema de innovación agrario mucho más maduro en la comparación con otros sectores, tanto en recursos invertidos (inversión en I&D con relación al producto sectorial) como en términos de organización institucional (Bértola et al., 2005). En cualquier caso, aún cuando el sistema de innovación agrario de Nueva Zelanda es mucho más antiguo y denso que el uruguayo (Álvarez y Bortagaray, 2007), y contribuyó a alcanzar más altos niveles de productividad a largo plazo (Álvarez, 2018), no fue suficiente para contrarrestar las fuerzas comprometidas en el rezago de su economía.

La especialización primario exportadora y las ventajas comparativas y competitivas basadas en los recursos naturales contribuyeron a conformar una baja propensión al riesgo en ambas sociedades. Hendy y Callaghan (2013) sostienen que la sociedad neozelandesa no es tomadora de riesgos y, en general, se siente más cómoda apostando a la renta derivada de la propiedad de activos (inmobiliarios, financieros, la tierra), y a la producción primaria, que a invertir en el intelecto, en ciencia y en compañías de alta tecnología. En Uruguay se ha destacado reiteradamente la misma aversión al riesgo (Bértola et al., 2005; Pascale, 2021,  entre otros). La construcción de una visión estratégica sobre el desarrollo exige poner atención también en factores culturales muy enraizados en ambas sociedades y que resultan de rasgos estructurales de larga duración asociados a la especialización primario exportadora. Si bien el problema debe ser abordado por especialistas en temas del desarrollo y por hacedores de política, los historiadores pueden contribuir a situar el problema con una mirada comparada y de largo plazo.

En definitiva, el desafío que enfrentan las pequeñas economías agroexportadoras de Nueva Zelanda y Uruguay en el mundo actual es modificar el patrón de especialización y desarrollar ventajas comparativas basadas en conocimiento. Unos años atrás nos preguntamos (Álvarez y Bértola, 2013) si el rezago relativo de ambas economías se trató de un proceso de ajuste luego de una situación internacional extraordinaria que se combinó con una amplia disponibilidad de recursos durante la primera globalización, o si fue posible haber hecho algo para cambiar este patrón de pérdida progresiva de posiciones en el ranking mundial. Hoy no cabe duda que, aún cuando continúen aprovechando las ventajas de sus recursos naturales explotándolos inteligentemente, Nueva Zelanda y Uruguay deben construir nuevas capacidades basadas en la ciencia, la tecnología y la innovación tornando competitivas nuevas actividades y sectores que contribuyan a construir un nuevo modelo de desarrollo.

Referencias

Álvarez, J. et al. (2011) «Agricultural institutions, industrialization and growth: The case of New Zealand and Uruguay in 1870–1940», Explorations in Economic History. 23 Novembe. Elsevier Inc., 48(2), pp. 151-168. doi: 10.1016/j.eeh.2010.05.004.

Álvarez, J. (2013) Instituciones, cambio tecnológico y distribución del ingreso. Una comparación del desempeño económico de Nueva Zelanda y Uruguay (1870 – 1940). Montevideo: Universidad de la República.

Álvarez, J. (2014) Instituciones, cambio tecnológico y productividad en los sistemas agrarios de Nueva Zelanda y Uruguay. Patrones y trayectorias de largo plazo (1870-2010), Programa de Historia Económica y Social. Tesis de Doctorado. Universidad de la República.

Álvarez, J. (2017) «Land ownership systems and agrarian income distribution in New Zealand and Uruguay (1870-1914)», New Zealand Assciation of Comparative Law. YB, 23, pp. 1-33.

Álvarez, J. (2018) «Technological Change and Productivity Growth in the Agrarian Systems of New Zealand and Uruguay (1870–2010)», en Pinilla, V. y Willebald, H. (eds.) Agricultural Development in the World Periphery. A Global Economic History Approach. Cham, Switzerland: Palgrave Macmillan, pp. 467-492.

Álvarez, J. (2020) «Desempeño relativo de la productividad física de la ganadería de Nueva Zelanda y Uruguay, 1870-2010», Historia Agraria. Revista de agricultura e historia rural, 80(Abril), pp. 107-144. doi: 10.26882/histagrar.080e06a.

Álvarez, J. y Bértola, L. (2013) «So Similar, So Different: New Zealand and Uruguay in the World Economy», en Lloyd, C., Metzer, J., y Sutch, R. (eds.) Settler Economies in World History. Leiden, The Netherlands: Brill, pp. 493-520.

Álvarez, J., Bértola, L. y Porcile, G. (2007) Primos ricos y empobrecidos: crecimiento, distribución del ingreso e instituciones en Australia-Nueva Zelanda vs Argentina-Uruguay. Montevideo: Editorial Fin de Siglo.

Álvarez, J. y Bortagaray, I. (2007) «El marco institucional de la innovación agropecuario en Nueva Zelanda y Uruguay en el largo plazo», en Álvarez, J., Bértola, L., y Porcile, G. (eds.) Primos Ricos y Empobrecidos. Crecimiento, distribución del ingreso e instituciones en Australia-Nueva Zelanda vs Argentina-Uruguay. Montevideo, Uruguay: Fin de Siglo, pp. 233-272.

Arocena, R. y Sutz, J. (2003) Subdesarrollo e innovación. Cambridge: Cambridge University Press.

Belich, J. (2001) Paradise Reforged. A History of the New Zealanders from the 1880’s to the year 2000. Auckland: Penguin Book.

Bértola, L. et al. (2005) Ciencia, tecnología e innovación en Uruguay: Diagnóstico, prospectiva y políticas. Banco Interamericano de Desarrollo, Departamento Regional de Operaciones 1.

Bertola, L. y Bertoni, R. (2014) Sinuosa y convulsa: la economía uruguaya en el último medio siglo. 16. Montevideo.

Bértola, L., Isabella, F. y Saavedra, C. (2014) El ciclo económico de uruguay, 1998-2012, Estudios y Perspectivas. 16. Montevideo.

Bértola, L. y Porcile, G. (2000) «Argentina, Brasil, Uruguay y la Economía Mundial: una aproximación a diferentes regímenes de convergencia y divergencia», Ensayos de Historia Económica. Editado por L. Bértola. Montevideo, Uruguay: Trilce, pp. 301-356.

Bértola, L. y Porcile, G. (2007) «Cambio estructural y crecimiento», en Álvarez, J., Bértola, L., y Porcile, G. (eds.) Primos ricos y empobrecidos: crecimiento, distribución del ingreso e instituciones en Australia-Nueva Zelanda vs Argentina-Uruguay. Montevideo: Fin de Siglo, pp. 171-188.

Bertoni, R. y Willebald, H. (2016) «Do Natural Energy Endowments Matter? New Zealand and Uruguay in a Comparative Perspective, 1870–1940», Australian Economic History Review, 56(1), pp. 70-99. doi: DOI: 10.1111/aehr.12092.

Bertram, G. (2009) «The New Zealand Economy. 1900-2000», en Byrnes Giselle (ed.) The New Oxford History of New Zealand. Melbourne: Oxford University Press.

Bolt, J. y van Zanden, J. L. (2020) Maddison style estimates of the evolution of the world economy. A new 2020 update. 15. Groningen.

Botta, A., Porcile, G. y Ribeiro, R. S. M. (2018) «Economic development, technical change and income distribution: A conversation between Keynesians, Schumpeterians and Structuralists. Introduction to the Special Issue», PSL Quarterly Review. Economia Civile, 71(285), pp. 97-101. doi: 10.13133/2037-3643_71.285_1.

Callaghan, P. (2009) Wool to Weta. Transforming New Zealand’s culture and economy. Auckland, New Zealand: Auckland University Press.

Carbajal, F. y de Melo, G. (2007) «Volatilidad cíclica y arquitectura financiera doméstica, un estudio histórico comparado. El caso de Uruguay y Nueva Zelanda», en Álvarez, J., Bértola, L., y Porcile, G. (eds.) Primos ricos y empobrecidos. Crecimiento, distribución del ingreso e instituciones en Australia-Nueva Zelanda vs Argentina-Uruguay. Montevideo: Fin de Siglo, pp. 305-341.

Castro, P. y Willebald, H. (2019) «La mecanización agraria en las economías templadas de nuevo asentamiento europeo. La difusión del tractor en Uruguay y Nueva Zelanda durante el siglo XX.», en XXXIV Jornadas de Economía del Banco Central. Montevideo, p. 30.

Davie, F. D. (1960) El ejemplo de Nueva Zelanda . Montevideo: Ed. Juan A. Peri.

Easton, B. (1997) In stormy seas : the post-war New Zealand economy. Dunedin, New Zealand: University of Otago Press.

Easton, B. (2020) Not in Narrow Seas. The Economic History of Aotearoa New Zealand. Wellington: Victoria University of Wellington Press.

Finch, H. (2005) La economía política del Uruguay contemporáneo, 1870-2000. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Gallinal, A. (1951) Enseñanza de un rápido viaje a NZ. Montevideo: Asociación Rural del Uruguay.

Hendy, S. y Callaghan, P. (2013) Get off the Grass: Kickstarting New Zealand’s Innovation Economy. Auckland, New Zealand: Auckland University Press.

Isabella, F. (2012) Senderos Productivos para el Cambio Estructural; Una propuesta para evaluar caminos de transformación productiva y su aplicación a Uruguay, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración. Universidad de la República.

Kirby, J. (1975) «On the viability of small countries: Uruguay and New Zealand compared», Journal of Interamerican Studies and World Affairs, 17(3).

Kirk, C. M. y Bibby, D. M. (2001) «The knowledge economy in New Zealand», INDUSTRY & HIGHER EDUCATION, pp. 55-61.

Maddison, A. (2006) The world economy. Paris: OECD.

Maddison, A. (2009) «Historical Statistics of the World Economy:  1-2008 AD». Disponible en: http://www.ggdc.net/maddison/Historical_Statistics/horizontal-file_02-2010.xls.

McAloon, J. (2015) «Staples and the Writing of New Zealand’s Economic History», New Zealand Journal of History, 49(2), pp. 3-22.

Nightingale, T. (1992) White collars and gumboots: a history of the Ministry of Agriculture and Fisheries, 1892-1992. Palmerston North: The Dunmore Press.

Oddone, G. (2010) El declive. Una mirada a la economía de Uruguay en el siglo XX. Montevideo, Uruguay: Linardi y Risso.

Oddone, G. y Cal, I. (2008) «El largo declive de Uruguay durante el siglo XX», América Latina en la Historia Económica, 30, pp. 5-65.

OPP (2019) Aportes para una estrategia de desarrollo 2050. Editado por F. Isabella. Montevideo: Presidencia de la República Oriental del Uruguay.

Oxley, L. y Thorns, D. (2007) «Exploring the Knowledge Economy/Society», en Social Policy, Research and Evaluation (SPRE).

Paolino, C., Pittaluga, L. y Mondelli, M. (2014) «Cambios en la dinámica agropecuaria y agroindustrial del Uruguay y las políticas públicas», Estudio y Perspectiva. CEPAL, 15.

Pascale, R. (2021) Del freno al impulso. Una propuesta para el Uruguay del futuro. Montevideo: Planeta.

Rodriguez, O. (2006) El estructuralismo latinoamericano. México D. F.: Siglo XXI Editores y CEPAL.

Rosenberg, W. (1968) A guidebook to New Zealand’s future. Christchurch, New Zealand: The Caxton Prexx.

Schedvin, C. B. (1990) «Staples and Regions of Pax Britannica», The Economic History Review. Blackwell Publishing, 43(4), pp. 533-559.

Schlüter, A. (2014) Institutions and Small Settler Economies. A Comparative Study of New Zealand and Uruguay, 1870-2008. New York: Palgrave Macmillan.

Singleton, J. y Robertson, P. L. (2002) Economic relations between Britain and Australasia, 1945-1970. Editado por C. I. and P. Studies. Great Britain: Palgrave.

Skilling, D., Callaghan, P. y Oram, R. (2009) «New Zealand’s Prosperity», en Callaghan, P. (ed.) Wool to Weta. Transforming New Zealand’s culture & economy. Auckland, New Zealand: Auckland University Press, pp. 120-130.

Travieso, E. (2020) «United by grass, separated by coal: Uruguay and New Zealand during the First Globalization», Journal of Global History, 15(2), pp. 269-289. doi: 10.1017/S1740022820000042.


[i] La tertulia agropecuaria. “El agro uruguayo, su presente y su futuro en el desarrollo nacional. Dos visiones, desde el campo y desde la ciudad”, 26/11/2008, Espectador.com. http://historico.espectador.com/agro/137907/el-agro-uruguayo-su-presente-y-su-futuro-en-el-desarrollo-nacional-dos-visiones-desde-el-campo-y-desde-la-ciudad#1

[ii] Diario La mañana. “El Agro es el motor, no siempre reconocido. Columna de opinión por Jorge Chouy  11/06/2020 en Rurales, https://www.xn--lamaana-7za.uy/agro/el-agro-es-el-motor-no-siempre-reconocido/

Diario El Observador, “La vaca nos salva” Columna de opinión por Lautaro Pérez, 18/11/2016, en: https://www.elobservador.com.uy/nota/la-vaca-nos-salva-20161118500

Centro de Estudio para el Desarrollo (CED). “¿Somos realmente un país agropecuario?” columna de opinión, 9/3/2021, en: https://ced.uy/somos-un-pais-agropecuario/

[iii] Diario El Observador, ‘La “lotería de los commodities” expone a Uruguay a otra crisis’ Entrevista a Luis Bértola, 22/2/2013, en: https://www.elobservador.com.uy/nota/la-loteria-de-los-commodities-expone-a-uruguay-a-otra-crisis-201322220400

[iv] https://www.planetadelibros.com.uy/libro-del-freno-al-impulso/333739

Entrevista al autor en:

https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Pascale–La-tirania-del-corto-plazo-nos-consume-el-futuro-no-esta-en-el-debate–uc784338

[v] Sobre algunos de los problemas centrales abordados por Callaghan (2009), recomiendo la entrevista realizada por Diego Gonnet al autor en Semanario Brecha, 17/9/2010

[vi] La Diaria, “ANII recorta drásticamente su inversión en ciencia para 2021”, 26/2/2021 en:

https://ladiaria.com.uy/ciencia/articulo/2021/2/anii-recorta-drasticamente-su-inversion-en-ciencia-para-2021/

[vii] Gastos en I&D de Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda y Uruguay en el período 1996-2018, Banco Mundial, en: https://datos.bancomundial.org/indicador/GB.XPD.RSDV.GD.ZS?locations=NZ-UY-DK-FI

Antropometría histórica en América Latina

MANUEL LLORCA-JAÑA (Universidad de Valparaíso)

Manuel Llorca-Jaña es PhD en Historia Económica por la Universidad de Leicester (UK), Master en Historia Económica Internacional por la misma institución y Economista de la Universidad de Santiago.

RESUMEN. En esta entrada damos cuenta del desarrollo de la antropometría histórica en América Latina en los últimos años, entregando algunas definiciones básicas para todo lector, así como un listado de los principales autores y sus publicaciones para nuestra región. Adicionalmente, nos referimos a los determinantes más importantes de la estatura en adultos y por qué es importante considerarla como un buen indicador de bienestar de la población.


Durante los últimos cuarenta años la antropometría histórica se ha consolidado como un campo muy dinámico y popular dentro de la historia económica. En este proceso han sido fundamentales los trabajos de dos premios Nobel en economía: Robert Fogel y Angus Deaton, así como de otros importantes académicos como Richard Steckel, John Komlos, Joerg Baten, Matthias Blum, entre muchos otros.

Para Iberoamérica, los países para los que existen mayor cantidad de estudios son España, Argentina, México, Colombia y Chile, en buena medida gracias a los trabajos de José Miguel Martínez Carrión, Antonio Cámara, Ricardo Salvatore, Moramay López Alonso, Amílcar Challú, Adolfo Meisel, Joerg Baten, entre varioss otros. Otros países latinoamericanos como Brasil, Perú y Bolivia han recibido algo de interés (gracias a los trabajos de Baten mismo, Linda Twrdek, José Péres-Cajias, Z. Frank, Daniel Franken y otros colegas), pero bastante menos que para Argentina, México, Colombia o Chile. El resto de los países latinoamericanos casi no ha despertado interés entre los historiadores económicos, por lo que existe una rica veta para explotar. Un listado de las publicaciones existentes para nuestra región se encuentra el sitio web de la Red Iberoamericana de Historia Antropométrica, creada durante el Cladhe que se realizó en Chile en el año 2019.


Libro “Estar a la Altura”, de Moramay López-Alonso, sobre antropometría histórica de México. Es una de las principales obras que se han publicado para nuestra región sobre esta temática.

Dentro de los estudios antropométricos, la estatura de la población ha ganado aceptación como un muy buen indicador de niveles de vida, en particular del denominado bienestar biológico. La estatura es fiel reflejo del estado nutricional de la población durante la niñez, y del combate del cuerpo contra el medio ambiente (e.g. para pelear enfermedades). Hay bastante consenso en señalar que aquellos/as que disfrutaron de mejor dieta, mejor alojamiento, mejor educación, mejor salud, y mejor vestimenta durante los primeros 20 años de vida (pero sobre todo durante la infancia temprana) disfrutarán de una mayor estatura en la adultez. Mayor estatura además se cree que viene aparejada con mayor expectativa de vida o mayores salarios, todo esto a nivel promedio de poblaciones.

Asimismo, se ha buscado explicar cuáles son los principales determinantes de la estatura, incluyendo variables como estado nutricional de la población, nivel socioeconómico (escolaridad, ocupación), lugar de residencia, ingresos medios, etnicidad, entre otros. Esto ha llevado a utilizar la estatura en estudios de desigualdad. En efecto, para periodos donde no existen muchos indicadores de bienestar, la estatura de la población ha sido en muchos casos la principal evidencia tanto de bienestar como de desigualdad. Por su parte, la búsqueda de determinantes de estatura ha llevado a la construcción de nuevas series de otros indicadores económicos igualmente útiles, tales como consumo per cápita de algunos alimentos (carnes, lácteos), escolaridad, mortalidad, entre otros, para gran beneficio de la disciplina. Toda esta nueva evidencia nos ha permitido insertarnos en discusiones en torno a la transición nutricional, la evolución tecnofisiológica, la transición demográfica, entre otros interesantes debates.

En el gráfico que se adjunta mostramos cómo ha evolucionado la estatura en adultos hombres durante el siglo XX para varios países latinoamericanos. Los datos se presentan en centímetros por década de nacimiento, algo estándar en la literatura. Como puede apreciarse, para las décadas que tenemos datos para Argentina, México, Brasil, Colombia y Chile, los argentinos son los más altos de la muestra. Se observa también que ha habido un crecimiento importante en la estatura de la población de estos países, así como cierto grado de convergencia entre ellos, aun cuando ha habido divergencia respecto de la estatura de los países desarrollados.

Fuente: Manuel Llorca-Jaña, Juan Navarrete-Montalvo, Roberto Araya, Federico Droller, Martina Allende & Javier Rivas. «Height in twentieth-century Chilean men: growth with divergence». Cliometrica. Vol 15-1, 135-166 (2021).

Las principales fuentes usadas son registros militares, navales, carcelarios, escolares, de registro civil e identificación, entre otros. Vale decir, principalmente instituciones del estado que midieron en algún momento a sus poblaciones, o parte de ellas. Lamentablemente buena parte de la información proviene de conscripciones militares, por tanto hay mucha más evidencia para hombres que para mujeres.

A pesar de esta deficiencia, muchos colegas interesados en la evolución del bienestar en el largo plazo desde un punto de vista multidimensional, han contrastado la evolución de la estatura con otros indicadores más tradicionales como PIB per cápita o ingreso medio, encontrando que muchas veces la trayectoria de la estatura diverge respecto del ingreso medio, lo que ha llevado a catalogar algunos periodos como puzles, en particular para Estados Unidos y Europa occidental, pero también para países latinoamericanos.

Respecto a la agenda futura, hay muchas áreas aún por explorar, como la evolución de largo plazo de la estatura de mujeres, la diferencia de estatura entre hombres y mujeres (dimorfismo sexual), la evolución de otras variables antropométricas como peso al nacer, índice de masa corporal, y la desigualdad tanto de la estatura como de estas otras variables, entre otros.

Como se puede ver, la antropometría histórica es un campo floreciente en América Latina, al que esperamos muchos otros países se sumen. Entre los esfuerzos más recientes cabe destacar dos iniciativas en particular:

En 2019, Revista de Historia Económica publicó un número especial coordinado por Martínez Carrión y Salvatore, publicando trabajos sobre España, México, Chile, Colombia, Argentina y Brasil.

Más recientemente, la International Journal of Environmental Research and Public Health (IJERPH) prepara un número especial sobre estudios de condiciones biológicas de vida y desigualdad en salud en regiones en desarrollo, también coordinado por Martínez Carrión y Salvatore, junto a Carlos Varea. El plazo para enviar contribuciones se extiende hasta el 30 de junio de 2021. A la fecha ya se han publicado trabajos sobre Chile y Argentina.

Con todo, los invitamos a visitar el sitio web de nuestra red: https://redantropometria.cl/

PIBs regionales en América Latina. Desigualdad, convergencia y clusters en perspectiva histórica y comparada

HENRY WILLEBALD (Universidad de la República, Uruguay), 31 de diciembre de 2020

RESUMEN. “PIBs regionales en América Latina” es un programa de investigación en historia económica, llevado adelante por un conjunto de investigadores ibero y latinoamericanos que, progresivamente, ha comenzado a ofrecer sus primeros resultados. Ahora, estamos en condiciones de avanzar en el conocimiento del desarrollo latinoamericano desde una perspectiva histórica, comparada y regional, discutiendo la evolución de la desigualdad, procesos de convergencia/divergencia y la conformación de clubes de regiones “pobres” y “ricas”. Se trata de una agenda abierta y que importa compartir con colegas interesados en la historia económica y el desarrollo de América Latina.


En una anterior entrada al Blog (“PIBs regionales en América Latina: un programa de investigación en marcha”) argumentaba que, en la última década, ha sido notorio el interés de muchos historiadores de la península Ibérica y de América Latina por identificar e interpretar los factores determinantes del desarrollo regional latinoamericano en perspectiva histórica y comparada. Existe, de hecho, un programa de investigación en marcha que, progresivamente, ha ido arrojando resultados que interesa compartir con la comunidad de historiadores económicos y cientistas sociales en general.

Parte de los esfuerzos de estimación y analíticos han sido plasmados en un libro de reciente publicación de la colección Palgrave Studies in Economic History, de Palgrave Macmillan, el cual he co-editado con los Prof. Marc Badia-Miró (Universidad de Barcelona) y Daniel Tirado-Fabregat (Universidad de Valencia): Time and Space. Latin American Regional Development in Historical Perspective. Se trata de una obra colectiva en la cual se han sumado colegas europeos y latinoamericanos con capítulos nacionales, comparativos y visiones globales del desarrollo regional de América Latina. Parte de estos resultados se han discutido, además, en Badía-Miró et al. (2020).

Metodologías, política pública, casos nacionales y perspectivas regionales

El libro consta de 14 capítulos y la participación de 22 autores.

El primer capítulo es de carácter introductorio (M. Badia-Miró, D. Tirado-Fabregat y H. Willebald), realiza una presentación del marco conceptual del libro, repasa los capítulos y revisa los highlights y principales hechos estilizados del desarrollo regional de América Latina.

El segundo capítulo (A. Díez-Minguela y M.T. Sanchis Llopis) es de carácter metodológico y se destaca por clarificar y sistematizar las aproximaciones empíricas propuestas en el libro. Es una contribución trascendente sobre un tópico no siempre abordado con el suficiente detalle en los trabajos de historia económica, y el cual significará atajos sumamente útiles para muchos otros investigadores.

El tercer capítulo (L. Bértola) realiza una contribución valiosa al conocimiento del diseño de la política pública en América Latina, en perspectiva histórica y haciendo foco en aquella de carácter productivo y promotora del desarrollo regional. Se trata de un capítulo que brinda un contexto de referencia muy adecuado para la comprensión de los restantes capítulos.

Luego, se presentan los nueve casos nacionales que incluye esta serie: Argentina (M.F. Aráoz, E.A. Nicolini y M. Talassino), Bolivia (J.A. Peres-Cajías), Brasil (J. R. Bucciferro y P.H.G. Ferreira de Souza), Chile (M. Badía-Miró), Colombia (A. Meisel Roca y L. Hahn), Mexico (J. Aguilar Retureta, M. Badia-Miró y A. Herranz-Loncán), Perú (B. Seminario, M. A. Zegarra y L. Palomino), Uruguay (J. Martinez-Galarraga, A. Rodríguez Miranda y H. Willebald) y Venezuela (G. De Corso y D. A. Tirado-Fabregat).

El libro se cierra con dos capítulos que proponen miradas de América Latina como un todo. Uno de ellos se titula “Spatial Inequality in Latin America (1895–2010): Convergence and Clusters in a Long-Run Approach” (M. Badia-Miró, E.A. Nicolini y H. Willebald) y, el otro, “Regional Inequality in Latin America: Does It Mirror the European Pattern?” (J. Martinez-Galarraga, E.A. Nicolini, D.A. Tirado-Fabregat y H. Willebald).

La sección que sigue presenta un punteo, muy breve, de los principales resultados y hechos estilizados que derivan de esta aproximación regional al desarrollo latinoamericano.

Clusters, convergencia y desigualdad regional

Los seis principales hechos estilizados que el análisis permite determinar son los siguientes.

Las regiones de más alto PIB per cápita (“ricas”) están en los extremos del continente, hacia el norte mexicano y el sur argentino y chileno. Es una evolución que ha mostrado fuertes persistencias, con algunas diferencias que tendieron a acentuarse y el surgimiento de algunos pocos “nuevos ricos” (en Brasil, sobre todo).

Las regiones latinoamericanas evidenciaron un proceso significativo de beta-convergencia[1] desde finales del siglo XIX hasta comienzos del XXI, aunque a una velocidad reducida (0,7% anual), mostrando un moderado aceleramiento durante el período de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) (o de industrialización liderada por el Estado).

Ese “acercamiento” entre regiones fue acompañado por un proceso de sigma-convergencia,[2] el cual fue alentado por la reducción de brechas entre los países durante las etapas de mayor apertura (Primera Globalización y el período de re-globalización luego de los 1970s), y dentro de éstos durante el modelo introvertido de industrialización.

Sin embargo, esa trayectoria general incluyó comportamientos dispares entre países, tanto cuando se considera la evolución temporal (hay países con tendencias decrecientes, crecientes, con forma de U y de U invertida), como cuando se toma en cuenta el nivel de la desigualdad regional (muy altos en los casos de Chile y Colombia, muy bajos en los de Uruguay y Bolivia).

Hay evidencia de correlación espacial en la distribución regional del ingreso latinoamericano. El club de “economías ricas” se constata hacia el sur, con la formación de regiones argentinas y chilenas en una caracterización que ha sido persistente en el tiempo. Por su parte, el cluster de regiones pobres se constituyó en la zona de la Amazonia (abarcando territorios de Brasil, Bolivia, Perú y Colombia), aunque tendió a desvanecerse desde los 1970s a medida que la integración de las regiones se hizo más intensa.

Finalmente, se encuentra evidencia de una relación no lineal entre desarrollo económico y desigualdad regional, comportando una curva con forma de N; esto es, se trataría de una relación creciente en las primeras etapas del desarrollo, decreciente luego (como lo anticiparía Williamson en su trabajo clásico de 1965) y volvería a tomar una pendiente positiva para niveles de PIBs per cápita altos en perspectiva histórica. Esta evidencia está en línea con la hallada previamente para el caso de Europa del sur.

¿Más preguntas que respuestas?

Los “PIBs regionales en América Latina” es un programa de investigación en marcha que, luego de casi una década de trabajo, está ofreciendo sus primeros resultados. Y muchos de estos resultados no son más que hechos estilizados que oficiarán, prontamente, como hipótesis de trabajo para lanzar nuevas investigaciones. Muchos son los aspectos que requieren profundización, no solo para conocer más y mejor el desarrollo latinoamericano de largo plazo sino, también, para poner bajo tensión a las propias estimaciones, siempre perfectibles (por su cobertura, extensión o grado de precisión de las proxies utilizadas).

Las direcciones hacia las cuales encauzar las nuevas investigaciones son múltiples, aunque no quería cerrar esta entrada sin destacar al menos cuatro de ellos.

América Latina tiene una característica que lo destaca a nivel mundial y es la de contar con niveles elevadísimos de desigualdad personal del ingreso, en un proceso persistente en el cual las mejoras nunca han dejado de ser esporádicas. Pero esta caracterización no ha incorporado lo suficiente la dimensión regional del problema. Si bien es una noción que ha atravesado al pensamiento económico latinoamericano desde temprano –el concepto de heterogeneidad estructural tiene, de hecho, un componente regional destacado–, la ausencia de información detallada y de largo plazo ha impedido realizar mayores avances. Estos esfuerzos abren, entonces, una nueva puerta de análisis al menos promisoria.

Los otros aspectos en los cuales resta profundizar en su conocimiento refieren al rol que le cupo, en la evolución de la desigualdad regional y a las velocidades en las cuales las regiones latinoamericanas convergieron o divergieron, a los recursos naturales, a la relación con el resto del mundo y al rol del Estado.

Desde su edición de 1994, The Economic History of Latin America since Independence, del Prof. Bulmer-Thomas, incluye un mapa de América Latina con un detalle de la localización y explotación de recursos naturales (adaptado de un trabajo de 1949 de Horn y Bice). Se trata, de hecho, de una representación de la noción de commodity lottery que utiliza el autor en toda su obra y que destaca el rol de la riqueza natural en el desempeño de los países. El punto es que, dada la disponibilidad de información, era muy difícil proyectar esta caracterización más allá del ámbito nacional, pero el dispar desarrollo dentro de los países tiene, en esa localización heterogénea de los recursos naturales, un factor explicativo clave y que ahora podremos explotar.

Extraído de Bulmer-Thomas (1994) (2nd edition, 2003).

La forma que tuvo América Latina de materializar la riqueza de recursos naturales fue participar activamente en los mercados mundiales de productos, razón por la cual las trayectorias de apertura/cerramiento de cada país contarán, también, la historia de los desarrollos regionales. Sin embargo, el intercambio comercial es sólo una parte del relato histórico. El movimiento de capitales, viabilizando las inversiones externas, tuvo efectos notorios en la dinámica de la integración de los mercados. Los movimientos de la demanda internacional habilitaron la producción de alimentos y materias primas agrícolas en amplios espacios de abundante tierra de América del Sur, alentaron la producción de materias primas para los cultivos (salitre) o para la creciente industria del automóvil (caucho) o de la energía eléctrica (cobre) de las primeras décadas del siglo XX. Pero también significaron duros golpes cuando hubo relocalizaciones del abastecimiento mundial de algunas ofertas o cuando el progreso tecnológico bloqueó, de hecho, producciones otrora prósperas y promisorias. El impacto regional, al interior de los países, de estas evoluciones ha conducido a desarrollos muy dispares y a confirmar, desde otra dimensión, la noción cepalina de la heterogeneidad estructural.

Finalmente, el rol del Estado resulta trascendente para interpretar adecuadamente la evolución del desarrollo regional latinoamericano. Desde el tipo de poder colonial dominante (y el predominio de instituciones inclusivas o extractivas), el grado de destrucción que significaron las guerras por la independencia, el largo proceso de consolidación del Estado desde finales del siglo XIX (el cual demoró décadas en constituirse en, realmente, nacional), su creciente participación en la esfera económica y productiva (que tiene su auge en el período de industrialización de los 1950s y 1960s) y la reorientación hacia el mercado desde los 1980s, el rol del Estado ha jugado un papel sustantivo para comprender el desarrollo regional de América Latina. Por ausencia o por presencia, en forma directa o induciendo comportamientos, con el diseño de políticas nacionales o específicamente regionales, su rol deberá ser interpretado y analizado en profundidad.

Indudablemente que queda mucho camino por recorrer y los desafíos son importantes, pero la expectativa de comprender de mejor manera el desarrollo latinoamericano alentará nuevos y renovados esfuerzos.


[1] La beta-convergencia alude al proceso por el cual las economías (regiones en nuestro caso) más retrasadas tenderían a crecer más rápido que las líderes, dando lugar a un proceso de catch-up.

[2] La sigma-convergencia alude el proceso por el cual la dispersión de los PIB per cápita regionales tenderían a reducirse, dando cuenta de una mayor cercanía entre niveles de desarrollo.

Bibliografía

Badia-Miró, M., Martinez-Galarraga, J., Nicolini, E.A., Tirado-Fabregat, D.A. y Willebald, H. (2020) “La desigualdad económica regional en América Latina (1895-2010)”. Investigaciones de Historia Económica – Economic History Research. https://doi.org/10.33231/j.ihe.2020.09.001

Bulmer-Thomas, V. (1994). The economic history of Latin America since independence. Oxford: Oxford University Press.

Tirado-Fabregat, D.A., Badia-Miró, M. y Willebald, H. (eds.) (2020) Time and Space. Latin American Regional Development in Historical Perspective. Pal­grave Studies in Economic History, Palgrave Macmillan.

Williamson, J. G. (1965) “Regional Inequality and the Process of National Development: A Description of the Patterns”. Economic Development and Cultural Change, 13(4), 1-84.

Aportes sobre la industria manufacturera en Brasil, Chile y Uruguay durante el período de industrialización 1930-1980. Disparidad, mejora, ocaso y retroceso

Cecilia Lara (Universidad de la República, Uruguay)

Cecilia Lara es profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) y profesora asistente de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), ambos en la Universidad de la República, Uruguay. Es economista y Doctora en Historia Económica por la misma Universidad. Trabaja en el Programa de Historia Económica (FCS) y en el Instituto de Economía (FCEA). Sus temas de interés son estructuras productivas y políticas de desarrollo productivo; población y desarrollo; y género y bienestar.

RESUMEN. El objetivo de este post es aportar elementos de la experiencia histórica para la discusión actual del rol del Estado en América Latina y, en particular, de las políticas de desarrollo productivo. Conocer más sobre el desempeño del período de la industrialización entre 1930-1980 en la región es de vital importancia, ya que fue el momento durante el cual la industria actuó como el motor del crecimiento económico, de la mano de un despliegue de políticas de Estado, hechos que no se volvieron a repetir en en la región, constituyendo una etapa singular de la historia económica latinoamericana.

El rol del Estado en la economía. Hoy y ayer

En el contexto actual de un mundo afectado por la pandemia es imprescindible hablar del rol del Estado en los diferentes ámbitos que hacen a los países y la vida de las personas que los habitan: la salud, la educación, la producción económica, el relacionamiento mundial.

La dicotomía libertad de mercado versus intervencionismo no parece adquirir un mayor sentido, ya que las necesidades actuales caminan hacia una mayor intervención estatal, algo que se reconoce, incluso, en países liberales como Estados Unidos.

Dentro de las políticas económicas, existe una batería muy diversa de medidas que pueden adoptar los gobiernos. Una de ellas tiene que ver con las políticas industriales,[1] dirigidas a fortalecer determinados sectores de la economía de forma de desarrollar capacidades de producción domésticas. Esto se puede traducir en subsidios directos e indirectos, acceso preferencial al crédito, aranceles, fomento a la innovación y tecnología, entre otros.

Para América Latina, la CEPAL, históricamente, propone que los países lleven adelante políticas industriales para superar los conocidos problemas de la heterogeneidad estructural y la especialización productiva (Rodríguez 2001).[2] Los impactos de la pandemia no han hecho más que demostrarnos la importancia de los sectores industriales, con su rol estratégico para dinamizar las economías y reactivar la innovación de cara a un nuevo patrón de desarrollo productivo (CEPAL 2020).

Si bien la industria es un sector clave por sus capacidades comprobadas de generar derrames, externalidad y encadenamientos (Hirschman 1958, Kaldor 1960, Szirmai 2012), las resistencias a apostar por este sector provienen de varias décadas. Desde que se implementan en la región los modelos de corte neoliberal a partir de los años 80, la palabra «política industrial» es maldecida por la academia y los hacedores de política. Recién en el siglo XXI éstas retoman a la agenda pública, no obstante, en varios países la reprimarización de la economía no se ha revertido y ha habido un espacio acotado para este tipo de políticas de desarrollo productivo.

Uno de los motivos por los cuales las políticas industriales han sido devaluadas en América Latina tiene que ver con su pasado en el período de crecimiento hacia adentro, entre los años 1930 y 1980. Se ha tejido un manto de leyenda oscura sobre lo que le sucede a la economía cuando el Estado interviene y, en particular, para promover las manufacturas. Dentro de las críticas, una de ellas radica en el desempeño económico de la industria, y, más precisamente, en su productividad.

Aquí es donde propongo reflexionar, tomando de la experiencia histórica para América Latina, resultados, lecciones e insumos para pensar el presente. Primero que nada recordemos que los años comprendidos entre 1930 y 1970 fueron en los cuales el sector manufacturero en la región adquirió mayor peso en la economía (alrededor del 25% del promedio; Bértola y Ocampo 2012), y la tasa de crecimiento del PIB industrial (más de 5 por ciento anual) era superior al del total de la economía (Bénétrix et al. 2012). Este sector es claramente identificado por su impacto en la generación de empleo, incorporación de tecnología e innovación, así como vínculos con otros sectores de la economía. Este período fue, además, inusual porque el Estado jugó un rol protagónico en este proceso de industrialización a través de la intervención de políticas. Estos hechos no se repitieron de nuevo en la región, constituyendo una etapa singular de la historia económica latinoamericana.

Comparado a otros países de industrialización tardía en el siglo XX (Gerschenkron 1962) como lo ocurrido en países de Asia Oriental (Japón, Corea, Taiwán), América Latina experimentó una temprana desindustrialización (Palma 2005), con negativas consecuencias para el crecimiento económico y el desarrollo. Amsden (2001) y Szirmai (2009) presentan evidencia sobre que los países en desarrollo que apostaron por la industrialización tardía, pero mantuvieron el modelo industrializador por un prolongado período de tiempo, lograron exitosamente converger hacia países ricos en términos de PIB per cápita. Estas experiencias de industrialización fueron impulsadas por sostenidas políticas industriales (Chang 2009), por lo tanto, muestran que éstas han sido una poderosa herramienta para llevar adelante transformaciones productivas. Aunque el proceso de industrialización se plantea como un motor de crecimiento desde contribuciones teóricas y empíricas, esta etapa para América Latina ha sido cargada de valoraciones negativas. Parte de la contribución de mi Tesis de Doctorado es ofrecer nueva evidencia para revisitar el desempeño de la industria manufacturera en tres países de la región (Brasil, Chile y Uruguay), con una perspectiva comparada (Estados Unidos y Suecia) en el período de la industrialización (1930-1980).[3]

Los cambios al interior de la manufactura

Con respecto a los tres países latinoamericanos, un primer punto a destacar es que se identificaron cambios en la composición del valor agregado y del empleo, dentro del sector industrial. Sin embargo, el grado de transformación tecnológica (medido por el mayor peso de las industrias intensivas en ingeniería) fue más débil y limitado en el tiempo para el caso del Uruguay, seguido por la experiencia chilena con avances moderados, y, finalmente, el caso brasileño, el cual mostró cambios profundos y sostenidos en el período (ver Gráfico 1).

En Uruguay los mayores cambios en la industria se produjeron hasta mediados de la década de 1950. Sin embargo, el peso de las industrias intensivas en recursos naturales siempre fue alto, algunas de ellas asociadas a la producción de bienes de consumo tradicionales no duraderos (alimentos y bebidas) y otras (papel, productos químicos y petróleo). Los alimentos y las bebidas tenían altos niveles de protección y registraban niveles de productividad superiores a la media del sector manufacturero. Por otra parte, los textiles también eran una industria protegida y, a diferencia del resto de las industrias con uso intensivo de mano de obra, esta industria registró altos niveles de productividad hasta 1968. A diferencia de otros países de la región, no existía un marco institucional sólido con políticas industriales que apoyaran deliberadamente la producción de bienes intensivos en ingeniería (Bértola y Bittencourt 2015). Este último grupo de industrias creció muy ligeramente en términos de valor agregado y empleo, y su nivel de productividad laboral se mantuvo bajo.

La historia fue diferente en Chile. Aunque al principio hubo una alta protección para las industrias de bienes de consumo no duradero (alimentos, bebidas, tabaco, textiles), la aparición de CORFO[4] en 1939 dio un impulso al proceso de industrialización en la industria y la tecnología intensivas en capital. CORFO tenía como objetivo crear una estrategia para promover el crecimiento económico y el desarrollo en Chile, y fue financiado por un impuesto sobre la industria del cobre. Esta organización alentaba la inversión privada y pública, estimulaba la investigación tecnológica y apoyaba a las nuevas industrias en campos estratégicos, a saber, la electricidad, el petróleo y el acero (Lagos 1966). Esto dio lugar a un mayor peso de las industrias intensivas en ingeniería en 1957, en detrimento, sobre todo, de las industrias intensivas en mano de obra. Por otra parte, las industrias intensivas en recursos naturales mantuvieron su importancia y registraron niveles de productividad laboral superiores a la media de la industria. En el decenio de 1960 el proyecto de industrialización dio mayor prominencia al sector privado y se siguieron produciendo cambios en la composición del valor agregado dentro de la industria. Las industrias intensivas en mano de obra siguieron disminuyendo su participación y su nivel de productividad, mientras que las industrias intensivas en ingeniería aumentaron su peso en el conjunto de la industria y también su nivel de productividad, aunque permanecieron por debajo del peso del grupo de industrias intensivas en recursos naturales.

En el caso de Brasil se identifican dos períodos: entre 1930-1960 y 1960-1980 (Abreu et al. 2000). El primer período se caracterizó por la industrialización de la sustitución de importaciones propiamente dicha, con la mayoría de la producción de bienes intensivos en recursos naturales y mano de obra. Estas industrias tenían un nivel de protección significativo, y las primeras tenían niveles de productividad superiores a la media de la industria en su conjunto. El decenio de 1950 marcó un punto de inflexión: la industria de bienes de consumo duraderos (automóviles, electrodomésticos), la generación de energía, el hierro y el acero adquirieron mayor importancia en detrimento de otras industrias ligeras. El BNDES[5] fue una figura clave en el financiamiento de las industrias con mayores requerimientos de infraestructura, así como de otras políticas industriales que involucraban activamente al Estado en la producción. El censo industrial de 1959 dio cuenta de estos cambios, puesto que mientras el valor agregado bruto de las industrias intensivas en recursos naturales representó el 41% del total de la industria manufacturera, las industrias intensivas en ingeniería representaron el 39% y además reportaron los niveles más altos de productividad. Entre 1960 y 1980, el cambio estructural se profundizó en Brasil, con una mayor diversificación y un aumento de la productividad de las industrias más sofisticadas (ingeniería mecánica, equipo de transporte, entre otras). Las industrias con uso intensivo de ingeniería pasaron a ser más importantes en términos de valor agregado y empleo que el resto de las industrias. Por el contrario, las industrias intensivas en mano de obra perdieron participación y, al mismo tiempo, se clasificaron como las industrias menos productivas. Esto se produjo en un contexto de mayor protagonismo del sector privado en la producción, mayor presencia de empresas transnacionales y aumento de las exportaciones industriales.

Gráfico 1. Distribución del valor agregado industrial en 3 grupos de industrias. Brasil, Chile, Uruguay y Estados Unidos. 1940 y 1980.

Fuente: elaboración propia en base a datos de estadísticas oficiales

¿Qué historia cuenta la productividad?

En la Tesis se emplea el concepto de productividad más simple, esto es, el cociente del valor agregado y la cantidad de trabajadores empleados. El cálculo de productividad en el período de tiempo seleccionado, nos muestra sus niveles, y no sólo su evolución como ocurre cuando se emplean índices. Una vez calculados los niveles de productividad por industrias para Brasil, Chile y Uruguay, se comparan con los alcanzados en las industrias de Estados Unidos[6] y, de esta forma, se obtienen ratios de productividad.

Los ratios de productividad de los tres países cuentan diferentes historias (ver Gráfico 2[7]), pero con un punto muy importante en común: durante la etapa de la industrialización dirigida por el Estado las brechas de productividad relativa alcanzaron los mejores desempeños que se observan para cada uno de los tres países individualmente.  Agotado el modelo basado en la industria, estas brechas crecen. Esto ocurre en Chile desde 1973, Uruguay desde 1958, y Brasil a partir de los años 80.

Para complementar la visualización de las gráficas, se aplican los test de convergencia Augmented Dickey Fuller (ADF) y Zivot & Andrews (ZA), y con ellos se determina si los resultados son estadísticamente significativos o no. Ambos test de raíces unitarias se aplican sobre el ratio gci,t = ln(Pci,t/ Pusi,t) en donde Pci,t es la productividad de la industria en Brasil, Chile o Uruguay, y Pusi,t es la productividad de la industria en Estados Unidos. El test ADF se calcula con constante y tendencia; si la hipótesis nula (H0) se rechaza, entonces la serie es estacionaria alrededor de la tendencia y no habría raíz unitaria, por tanto, una vez que esto sucede se testea la convergencia o divergencia de la serie. Además del test ADF, se calcula el test ZA, en donde si la H0 se rechaza entonces la serie es estacionaria alrededor de la tendencia con un cambio estructural y no habría raíz unitaria, por tanto, pasa a testearse la convergencia o divergencia separadamente en dos períodos (antes y después del cambio estructural endógeno).

A nivel de la industria en su conjunto, los resultados no son concluyentes de una convergencia o divergencia estadísticamente significativa en la comparación Chile versus Estados Unidos para los años 1939-1980, y Uruguay versus Estados Unidos para los años 1939-1968. Sin embargo, la trayectoria del Brasil con respecto a los Estados Unidos sí mostró un proceso de convergencia estadísticamente significativo durante todo el período 1945-1980. Brasil aplicó políticas industriales sostenidas que contribuyeron a transformar la estructura productiva, lo que también se reflejó en la reducción de las diferencias de productividad con respecto a los Estados Unidos. El cambio estructural y la convergencia industrial fueron de la mano en este país, y es un hallazgo en línea con trabajos previos (Bértola 2000, Durán et al. 2017).

Gráfico 2. Brechas de productividad laboral. Brasil, Chile y Uruguay comparado con EEUU


Fuente: elaboración propia en base a datos de estadísticas oficiales

Utilizando las series por industrias, fue posible explorar la convergencia a ese nivel más desagregado. Más allá del hecho de que la productividad laboral de las industrias estadounidenses creció de manera constante durante todo el período, algunas industrias latinoamericanas lograron destacarse, ya sea para todo el período o para subperíodos específicos. Si me centro sólo en la convergencia estadísticamente significativa (ver Cuadro 1), la industria papelera chilena converge con los Estados Unidos hasta el decenio de 1950, mientras que la industria tabacalera del mismo país redujo la brecha con los Estados Unidos a partir del decenio de 1950. Ambas industrias registraron trayectorias de alta productividad en Chile, pero a costa de expulsar a los trabajadores. Hay que tener en cuenta que la industria papelera tuvo una alta participación en el valor agregado y el empleo, mientras que la industria tabacalera fue menos significativa.

En el caso de Uruguay, los alimentos y las bebidas alcanzaron una trayectoria de convergencia, y el tabaco y el caucho y el plástico lo hicieron hasta 1959. Estas industrias estaban protegidas bajo el modelo de industrialización liderado por el Estado, y también contribuyeron al crecimiento de la productividad laboral total mediante la reducción del empleo.

Por último, las industrias brasileñas tuvieron un desempeño muy favorable con respecto a las de los Estados Unidos, logrando consolidar un proceso de convergencia en la mayoría de las industrias, con la excepción de la industria química (divergente desde 1962) y la de minerales no metálicos (ni convergente ni divergente). El mayor éxito relativo se observó en la industria textil, porque a pesar de ser una industria muy dinámica en los Estados Unidos, Brasil mostró un rendimiento muy alto y su ritmo de convergencia fue el más fuerte dentro de las industrias manufactureras.

Cuadro 1. ADF tests, Zivot & Andrews test, y estimaciones de tendencia determinística. Chile, Brasil y Uruguay comparado con EEUU

En resumen, la industria manufacturera de Brasil logró cambios sustanciales, que se reflejaron en una reducción de la heterogeneidad y en avances notorios en cuanto a cambio estructural. La convergencia de la industria manufacturera se aceleró en Brasil en el decenio de 1960, cuando se profundizó el modelo de desarrollo basado en la industrialización y se adoptaron características diferentes de las registradas en su primera etapa. La transformación estructural fue más débil en Uruguay y moderada en Chile, y la capacidad de reducir las brechas tecnológicas con los líderes se limitó a algunos sectores industriales relacionados con los recursos naturales y con niveles medios y altos de protección industrial. Esto último también debe vincularse al diferente ritmo de industrialización de estos dos países, especialmente en Uruguay, donde el impulso industrializador se agotó muy tempranamente. Una hipótesis subyacente, y en gran medida el argumento para la desindustrialización temprana, es que si la industria no se hubiera desmantelado tan rápidamente, se podrían haber logrado otras trayectorias más exitosas del desempeño relativo del sector.

A nivel de la industria manufacturera en su conjunto, mis resultados muestran que el país que más avanzó en las políticas industriales, Brasil, fue el que logró alcanzar al liderazgo durante el período de industrialización. Su abanico es muy amplio, desde las políticas proteccionistas hasta otro conjunto de políticas para la formación de los trabajadores, el fomento de la innovación y la inversión, y las políticas de financiación. En el caso de Uruguay, en su etapa de industrialización propiamente dicha, el nivel relativo de productividad respecto de los Estados Unidos se mantuvo estable y en valores moderadamente altos, pero desde mediados de los años cincuenta, cuando el modelo se estancó en este país, esta posición relativa se perdió considerablemente y se situó en niveles muy pobres (alrededor del 20% en 1968 y del 15% en 1988 según estimaciones propias). Y, finalmente, la posición relativa de Chile fue modesta y estable hasta la década de 1970, antes de caer a niveles similares a los de Uruguay. La pérdida de la posición relativa de la productividad laboral de la industria en Uruguay y Chile, que fue acompañada por un cambio en las políticas económicas y el modelo de desarrollo, no pareció generar resultados positivos en el conjunto de la economía. Los resultados de la convergencia económica (medidas en términos de PIB per cápita) la respaldan: Uruguay y Chile aumentaron la brecha de ingresos con respecto a los Estados Unidos en 1955 y 1972, respectivamente. En Brasil, la divergencia económica también se produjo después de los años ochenta y de manera más significativa a partir de los años noventa.


Además de EMBRAER, en los años 60 aparece otra gran creación que destacará por siempre a Brasil a nivel mundial: surge la bossa nova, y de ella “A garota de Ipanema” (de Moraes y Jobim, 1962), una de las canciones con más versiones en la historia de la música
https://youtu.be/5D_Lom2pjZQ

Políticas industriales del futuro y aprendizajes del pasado

A modo de conclusión, mi Tesis pretende contribuir con más evidencia para evaluar la experiencia de la industrialización.  Sabemos que fue un período en el que había muchos cambios por hacer, muchos de los cuales no fueron posibles, y el desmantelamiento del modelo se produjo de forma prematura. Los tres países analizados aportaron pruebas, en mayor o menor medida, de industrias que pudieron desarrollarse con éxito, lo que se reflejó en los resultados obtenidos. Los matices forman parte del proceso de evaluación, pero si adoptamos una valoración más completa y menos negativa de esta experiencia histórica, podemos tener hoy en día una apertura más favorable al retorno de las políticas industriales en América Latina en el siglo XXI. En el contexto actual, donde países desarrollados y otros no tanto, están decididamente apostando con políticas industriales hacia transformaciones necesarias como la industria digital y las energías verdes, se vuelve imperioso que nuestra región deje de estar al margen de ellas y se atreva, responsablemente, a adoptarlas también.



[1] Hoy en día, el concepto de políticas industriales se utiliza en un sentido amplio para referirse a políticas de desarrollo productivo, abarcando un amplio set de actividades productivas que incorporan al sector industrial con un rol clave, así como, también, laboratorios científico-tecnológicos, la producción de diferentes fuentes de energía, la transformación genética, la nanotecnología, y diferentes áreas de la tecnología de la información (Bértola y Bittencourt 2015).

[2] Desde los años 50, Prebisch plantea los conceptos de heterogeneidad estructural y especialización productiva, y se mantienen a lo largo del pensamiento cepalino del siglo XX y XXI. La heterogeneidad estructural hace referencia a los diferenciales de productividad que existen de forma más marcada entre los distintos sectores de las economías periféricas. La especialización productiva en la periferia hace referencia a la mayor concentración del valor agregado de la economía en la producción basada en recursos naturales.

[3] Para ampliar la lectura se sugiere leer: “Manufacturing performance in international perspective: New evidence for the Southern Cone” (Lara 2019).

[4] CORFO: Corporación de Fomento de la Producción de Chile, creada en 1939 por el gobierno chileno.

[5] BNDES es el Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social. Es una empresa pública creada en 1962 por el gobierno de Brasil.

[6] Por más detalles metodológicos, ver mi Tesis de Doctorado (Lara 2019).

[7] El gráfico se presenta de tal modo de que es posible leer el gap directamente. Esto es, por ejemplo, Brasil alcanza niveles de productividad que representan la mitad de sus pares estadounidenses hacia finales de los años 70 y primeros 80.

Referencias

Amsden, Alice. 2001. The Rise of “The Rest”: Challenges to the West from Late Industrializing Economies. Oxford, Oxford University Press.

Abreu, Marcelo, Afonso Bevilaqua, and Demosthenes Pinho. 2000. “Import institution and growth in Brazil, 1890s-1970s”. In An Economic History of Twentieth-Century Latin America. Volume 3. Industrialization and the State in Latin America: The Post-War Years. R. Thorp, J. A. Ocampo and E. Cárdenas. Basingstoke, Palgrave: 154-175.

Bénétrix, Agustín, Kevin O`Rourke y Jeffrey Williamson. 2012. “The spread of manufacturing to the poor periphery 1870-2007: eight stylized facts”. Working Paper 18221. National Bureau of Economic Research. Cambridge.

Bértola, Luis. 2000. Ensayos de Historia Económica. Uruguay y la región en la economía mundial. 1870-1990, Ediciones Trilce, Montevideo.

Bértola, Luis y Gustavo Bittencourt. (ed.). 2015. “Un balance histórico de la industria uruguaya: entre el “destino manifiesto” y el voluntarismo”. MIEM, Universidad de la República, Uruguay.

Bértola, Luis y José Antonio Ocampo. 2012. The economic development of Latin        America since independence. Oxford, Oxford University Press.

CEPAL. 2020. “Dimensionar los efectos del COVID-19 para pensar en la reactivación”. Informe especial COVID-19, N°2. h ttps://www.cepal.org/es/publicaciones/45602-informe-impacto-economico-america-latina-caribe-la-enfermedad-coronavirus-covid?utm_source=CiviCRM&utm_medium=email&utm_campaign=20200609_novedades_editoriales_mayo

Chang, Ha-Joon. 2009. “Industrial Policy: Can We Go Beyond an Unproductive Confrontation?” A Plenary Paper for ABCDE (Annual World Bank Conference on Development Economics) Seoul, South Korea.

Durán, Xavier, Aldo Musacchio y Gerardo della Paollera. 2017. “Industrial growth in South America. Argentina, Brazil, Chile and Colombia 1890-2010.” In O´Rourke and Williamson The spread of modern industry to the periphery since 1871.

Gerschenkron, Alexander. 1962. Economic backwardness in historical perspective: a book of essays. Harvard University Press.

Hirschman, Albert. 1958. The Strategy of economic development. New Haven, Yale UP.

Kaldor, Nicholas. 1967. Strategic Factors in Economic Development. Ithaca, New York.

Lagos, Ricardo. 1966.  La industria en Chile. Antecedentes estructurales, Universidad de Chile, Instituto de Economía.

Lara, Cecilia. 2019. Manufacturing performance in international perspective: New evidence for the Southern Cone. Tesis de doctorado de Historia Económica, Universidad de la República.

Palma, Gabriel. 2005. “Four Sources of De-Industrialization and a New Concept of the Dutch Disease”. In: Jos Antonio Ocampo (Ed.): Beyond Reforms. Structural Dynamics and Macroeconomic Vulnerability. Washington, DC: World Bank and Stanford University Press, 71–116.

Rodríguez, Octavio. 2001. “Fundamentos del estructuralismo latinoamericano.” Banco  Nacional de Comercio Exterior-Vol. 1.

Szirmai, Adam. 2009. “Industrialisation as an engine of growth in developing countries”.    UNU-MERIT.

Szirmai, Adam. 2012. “Industrialisation as an engine of growth in developing countries, 1950–2005”. Structural Change and Economic Dynamics, Vol 23 (4), p. 406-420.

Réquiem para el sueño (latino)americano (Parte I)

Sabrina Siniscalchi (Universidad de la República, Uruguay)

Sabrina Siniscalchi es asistente de investigación en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República, Uruguay. Es Lic. en Ciencia Política y Magister en Historia Económica por la misma Universidad. Trabaja en el Instituto de Economía en temáticas de desarrollo y desigualdad.


RESUMEN. Este post intenta, haciendo honor al título de este blog, mirar el pasado y el presente de un fenómeno de larga data en las Ciencias Sociales: el papel de las clases medias en la sociedad y, en particular, su rol como articuladoras de conflicto social y político. El surgimiento de nuevos sectores medios durante la última década y los conflictos recientes en América Latina ponen en tela de juicio algunos de los postulados básicos heredados de la teoría de la modernización (sobre todo en ciencia política) que afirman que una amplia clase media es la clave para la estabilidad de la democracia.


Las particularidades de la historia reciente de América Latina muestran un desacople entre lo que parece ser el sentir de una gran parte de la población y las soluciones que la democracia ha intentado dar a esos reclamos. Las lecturas sobre la realidad de cada país son diversas, pero los análisis generales parecen coincidir en que las protestas que se extendieron a lo largo y ancho de América Latina durante 2019 tienen en común que son la movilización de una clase media disconforme. Disconforme con los servicios que le provee el Estado, con la política, con la corrupción, con el reparto de los frutos del crecimiento de la última década; disconforme con los gobiernos de izquierda y de derecha. Disconforme con todo en general y con nada en particular.

Los titulares de los diarios y los análisis académicos sobre estos conflictos destacan que sea la clase media la que se moviliza como crucial para entender estos conflictos, los cuales no sólo no son nuevos en la historia, si no que ya eran previsibles por parte de los analistas (véase por ejemplo las intervenciones de los participantes del Foro organizado por El País de Madrid y el Banco Mundial en 2013).¿Por qué un conflicto encabezado por las clases medias se considera más problemático que otros?

No bourgeois, no democracy

(Barrington Moore, 1966: 418)

 Desde la Teoría de la Modernización en adelante –aunque el origen de esta idea puede rastrearse hasta Aristóteles–, una sociedad con una amplia clase media se considera que es una sociedad “menos polarizada”. La polarización está asociada con la clusterización de la sociedad en grupos que se caracterizan por ser muy iguales a la interna y muy dispares entre sí. La polarización, asimismo, se encuentra asociada con el conflicto por la distribución de los recursos, tanto económicos como políticos (North, 1990; Acemoglu et al., 2001, 2005), y una la literatura cada vez más abundante establece este conflicto como el eje central para la conformación de los regímenes de bienestar y, con ello, con las formas de distribución materiales y simbólicas de los recursos de poder.

Banerjee et al. (2008) afirman que son tres los mecanismos a través de los cuales las clases medias promueven el desarrollo. Primero, porque las clases medias son las que proveen a la sociedad de emprendedores que crean empleos y ganancias de productividad.[1] Segundo, para estos autores, la clase media posee ciertos “valores” de acumulación de capital humano y de ahorro que son fundamentales para el proceso de crecimiento.[2] Tercero, porque la clase media tiene un ingreso que la habilita a pagar por productos de mejor calidad y, por tanto, son demandantes de productos de alta calidad, los cuales suelen tener rendimientos crecientes a escala y promueven la inversión.

Otros autores afirman que las clases medias juegan un rol fundamental para comprender los procesos de persistencia de la desigualdad en las sociedades latinoamericanas (Schneider y Soskice, 2009), abonando los trabajos que sostienen que las clases bajas tienen limitaciones varias para acumular capital humano (Galor y Zeira, 1993; Alesina y Rodrik, 1994).

Ahora bien, si una amplia clase media promueve todas esas mejoras en la sociedad, ¿por qué el crecimiento superlativo de la clase media en América Latina no ha llevado a romper el círculo vicioso del crecimiento del continente?

 

“Dos linajes sólo hay en el mundo, como decía una abuela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al de tener se atenía.”

(Miguel de Cervantes Saavedra)

El crecimiento económico de la región durante el último ciclo de alza de los precios de las commodities en combinación con “el regreso del Estado” (Skocpol et al, 1985), ha producido, como lo señalan varios informes del Banco Mundial y la CEPAL, un incremento de la clase media en América Latina. Estas “nuevas” clases medias se componen, en su mayor parte, por quienes han dejado de ser pobres (Ferreira et al., 2013; Franco et al., 2010a, 2010b, 2011; Hopenhayn, 2010)

La pregunta es, ¿no ser pobre alcanza para ser clase media?

En términos metodológicos, establecer los límites de clase, es decir, en qué punto uno deja de pertenecer a una clase y pasa a pertenecer a otra, representa una eterna discusión. Long story short, hay dos tipos de modelos: los gradativos, que miden la posición del individuo/hogar en el continuo de la distribución del ingreso, y son particularmente útiles para descripciones intertemporales; y los más clásicos acuñados en la tradición marxista y weberiana que se centran en observar lo que se denomina “clase ocupacional”, siguiendo la idea de que las clases se determinan a partir de la relación de los individuos con los medios de producción y el status adquirido a través del tipo de trabajo que realizan. Las críticas a la determinación de estratos sociales a partir de unos modelos y otros son incontables. Quizá, una forma simple de resumir las críticas a una y otra visión es recurrir al planteo de Giddens (1979) quien afirma que el modo en que las relaciones económicas se transforman en estructuras no económicas es el principal problema del análisis de clase contemporáneo.

Los cambios en la estructura económica, la adopción del progreso técnico, los cambios en el rol del Estado, así como los movimientos migratorios y demográficos, son aspectos que alteran la estructura de la sociedad y el reparto de los bienes sociales y su distribución. Los cambios en la estructura social, al mismo tiempo, influyen en las estructuras tanto materiales como simbólicas del ejercicio del poder y, por tanto, son agentes fundamentales en el cambio social.

Para algunos autores, el rol como pivot de la sociedad que se le otorga a las clases medias no sólo dependería del tamaño sino, también, de la estabilidad de la clase media, ya que sus expectativas inciden en una forma fundamental en su toma de decisiones, tanto políticas como económicas (Easterly, 2001; Josten, 2005; Birdsall et al, 2000; Troche et al., 2012).

Troche et al. (2012), para conceptualizar esta idea de estabilidad intertemporal de la clase media, desarrollan el concepto de “clase media vulnerable” el cual se define como “… the probability of a middle class household falls into poverty (…) Stability, in turn, is the probability that middle class household reminds in the middle class over time” (Ibidem 2012:1-2). Como puede apreciarse a partir de la definición, el concepto de estabilidad, como los propios autores lo hacer notar, implica la no movilidad social, y esto es una característica que puede o no ser deseable en una distribución, dependiendo en qué parte de la misma nos encontremos. Ciertamente no es una característica deseable para los pobres, pero tampoco lo es para la clase media si la misma aspira a ascender económicamente.

Gráfico 1. Distribución de los grupos sociales por país; circa 2000 y 2012 (% de población)

Fuente: PNUD (2014:4)

Como se puede apreciar en el Gráfico 1, salvo en los países del Cono Sur, la mayor parte de la reducción de la pobreza de los países de América Latina entre el 2000 y el 2012 se tradujo en el aumento de esa clase media vulnerable. Otro elemento que resulta significativo es cómo se ha logrado este proceso. En este sentido, el Gráfico 2 muestra que en la mayoría de los países estas mejoras son producto del crecimiento económico más que a mejoras en la redistribución del ingreso. Tomemos en cuenta que estos datos están estimados en 2012, cuando el ciclo de crecimiento aún no se había agotado (al menos no del todo). Con el diario del lunes, y sin necesidad de conocer la histórica volatilidad del crecimiento del continente (Bértola y Ocampo, 2012), sabemos que esto fue, como dice el dicho, “pan para hoy, hambre para mañana”.

Gráfico 2: Descomposición de los cambios en pobreza; circa 2000-2012 (% de contribución de los efectos crecimiento y redistribución) [3]

Fuente: PNUD (2014:5)

Al menos dos lecturas surgen de esto: una que mira “el medio vaso vacío”, haciendo hincapié en la “vulnerabilidad hacia abajo”, es decir, en destacar los elementos relacionados con esa probabilidad de caer en la pobreza que define a estas clases medias (precarización del empleo, volatilidad económica, las fallas en la protección social, entre otros factores). Por otro lado, hay un “medio vaso lleno” que es la movilidad ascendente de las capas de menor ingreso de la sociedad. La expansión del consumo y del crédito necesario para sustentarlo, en un mundo en el que se puede acceder a bienes a bajo costo, engrosa las filas de las clases medias con individuos que, en otros tiempos, no hubieran sido considerados como tales.

Como mencioné antes, esto no es un fenómeno nuevo. En los años ‘60s y ‘70s varios estudios sobre estratificación en América Latina destacaban la “proletarización” de la clase media (Filgueira y Gianeletti, 1981). En los años ‘50s uno de los trabajos pioneros sobre esta temática fue la compilación realizada por Crevenna (1950-1951) para la Unión Panamericana. Esos trabajos han sido ampliamente discutidos y criticados, en parte por su uso poco preciso del concepto de “clase media” y sus conclusiones un poco contradictorias acerca de las pautas de consumo de estos sectores (en algunos casos destacando su frugalidad y, en otros, su consumo imitativo de las clases superiores), su papel en la política (en algunos casos visto como positivo y fundamental para el desarrollo y, en otros, visto como freno por la connivencia de estas clases con los regímenes de facto que luego se asentarían en la región en décadas posteriores).

En estos estudios ya se encontraba la idea de una “nueva” y una “vieja” clase media y se discutía la existencia de multiplicidad de clases en su interior, lo cual llevó a decantar los estudios posteriores por el uso del término estrato en vez de clase. El diagnóstico de algunos de ellos parece contar una historia repetida: (…) “América Latina registra cambios en sus estructuras de estratificación por dimensión de status con velocidades y ritmos muy diferentes, motivo suficiente para que se creen tensiones estructurales insolubles. Muchos trabajadores ven frustradas las aspiraciones de ocupación e ingreso para sus hijos, a los que han podido hacer llegar a niveles educacionales altos. Los efectos sociales, psicosociales y políticos de estas diferencias son evidentes.” (Filgueira y Geneletti, 1981:6)

Al final del día, el problema que se presenta es cómo asegurar que esas personas que están en el centro de la distribución tengan objetivos comunes e ideas de cómo lograr ese desarrollo, compartiendo, a su vez, ideas sobre el papel del conflicto en dicho proceso. El que eso no se pueda asegurar da origen al conflicto social que parece parte fundante de la explicación de las movilizaciones que vemos hoy en día.

Que estos problemas ya se mostraran en los estudios de los ‘60s, una década caracterizada, al igual que en el presente, por un enlentecimiento del crecimiento económico y la extensión de los conflictos sociales por la redistribución de los frutos del mismo, nos insta a mirar estos fenómenos en perspectiva histórica. En una futura entrega veremos, a partir del caso uruguayo a principios del siglo XX, cómo a pesar de las limitaciones de fuentes (principalmente la falta de Encuestas de Hogares), es posible analizar los fenómenos de estratificación social en el largo plazo.

[1] Esto está sustentado en los planteos originalmente realizados por Acemoglu y Zilbotti (1997), a pesar de que la evidencia empírica presentada por Banerjee et al (2008) no encuentra que en las clases medias haya más emprendedores que en las otras clases.

[2] Este argumento lo toman de Doepke y Zilibotti (2005,2008).

[3] Elaboración de PNUD a partir de estimaciones de CEDLAS. “El método de descomposición empleado por el CEDLAS corresponde al propuesto por Maasoumi y Mahmoudi (2013). El efecto crecimiento surge de una simulación en la que se re-escalan los ingresos de acuerdo al crecimiento observado entre dos periodos, y de computar la incidencia de la pobreza. El efecto distributivo surge como residuo entre el cambio observado en la pobreza durante estos periodos.” (PNUD, 2014:5).

Bibliografía

Acemoglu, Daron, Simon Johnson, and James A Robinson (2001). “The colonial origins of comparative development: An empirical investigation”. In: American economic review 91.5, pp. 1369–1401.

Acemoglu, Daron and James A Robinson (2005). “Economic origins of dictatorship and democracy” Cambridge University Press.

Acemoglu, Daron, and Fabrizio Zilibotti (1997) «Was Prometheus unbound by chance? Risk, diversification, and growth.» Journal of political economy 105.4: 709-751.

Alesina, Alberto and Dani Rodrik (1994). “Distributive politics and economic growth”. In: The quarterly journal of economics 109.2, pp. 465–490.

Banerjee, Abhijit V. and Esther Duflo (2008). “What is middle class about the middle classes around the world?” In: Journal of economic perspectives 22.2, pp. 3–28.

Bértola, Luis, and José Antonio Ocampo (2012) “The economic development of Latin America since independence” OUP Oxford.

Birdsall, Nancy, Carol Graham, and Stefano Pettinato (2000) “Stuck in tunnel: Is globalization muddling the middle?” In: Easterly, William (2001). “The lost decades: developing countries’ stagnation in spite of policy reform 1980–1998”. In: Journal of Economic Growth 6.2: 135-157.

Crevenna, Theo (1950-51) Materiales para el estudio de la clase media en América Latina, Washington D.C., Unión Panamericana, 1950-1951.

Doepke, Matthias, and Fabrizio Zilibotti (2005) «Social class and the spirit of capitalism.» Journal of the European Economic Association 3.2-3 (2005): 516-524.

Easterly, William (2001) “The Middle Class Consensus and Economic Development.” Journal of Economic Growth, 6(4), 317–35.

Ferreira, Francisco, Julian Messina, Jamele Rigolini, Luis-Felipe López-Calva, Maria Ana Lugo, and Renos Vakis (2013) “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina” The World Bank.

Filgueira, Carlos H and Carlo Geneletti (1981) “Estratificación y movilidad ocupacional en América Latina”. In: Cuadernos de la CEPAL.

Franco, Rolando, Martın Hopenhayn, and Arturo León (2010a) “Las clases medias en América Latina: retrospectiva y nuevas tendencias” Siglo Veintiuno.

Franco, Rolando and Arturo León (2010b) “Clases medias latinoamericanas ayer y hoy” Estudios Avanzados, núm. 13, junio, 2010, pp. 59-77 Universidad de Santiago de Chile Santiago, Chile

Franco, Rolando, Martın Hopenhayn, and Arturo León (2011).“Crece y cambia la clase media en América Latina: una puesta al día”. In: Revista CEPAL N° 103, abril.

Galor, Oded and Joseph Zeira (1993) “Income distribution and macroeconomics”. In: The review of economic studies 60.1, pp. 35–52.

Giddens, Anthony (1979) “Central problems in social theory: Action, structure, and contradiction in social analysis” Vol. 241. Univ of California Press.

Hopenhayn, Martín (2010) “Clases medias en América Latina: sujeto difuso en busca de definición”. In: En: Clases medias y desarrollo en América Latina. Santiago: CEPAL; Fundación CIDOB, 2010. LC/L. 3240. p. 11-37.

Josten, Stefan D. (2005) “Middle-class consensus, social capital and the mechanics of economic development” Federal Armed Forces Univ. Hamburg (Germany) Dept. of Economics.

Moore, Barrington (1966)  «Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World». Beacon Press, Boston, MA.

North, Douglass C (1990) “A transaction cost theory of politics”. In: Journal of theoretical politics 2.4, pp. 355–367.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2014) “Perfil de estratos sociales en América Latina: pobres, vulnerables y clases medias” PNUD.

Schneider, Ben Ross and David Soskice (2009) “Inequality in developed countries and Latin America: coordinated, liberal and hierarchical systems”. In: Economy and society 38.1: 17-52.

Skocpol, Theda, Peter Evans, and Dietrich Rueschemeyer (1985) «Bringing the state back in.» New York: Cambridge.

Torche, Florencia, and Luis F. Lopez-Calva (2013) «Stability and vulnerability of the Latin American middle class.» Oxford Development Studies 41.4 (2013): 409-435.