Una “herencia colonial” no tan mala: salarios, estaturas y desigualdad en la América española a fines del período virreinal

Rafael Dobado (Universidad Complutense de Madrid), 23 de abril de 2013.

Goza de amplia aceptación la idea de que el lento crecimiento y la gran desigualdad han sido los dos principales problemas del desarrollo económico de Hispanoamérica durante los siglos XIX y XX. También es popular la idea de que ambos problemas constituyen una parte esencial de la herencia colonial española. Esa supuesta herencia colonial es frecuentemente señalada tanto en la prensa popular como en libros y artículos especializados o declaraciones políticas- como una maldición sobre la historia económica, y no sólo, de esa parte del mundo. Sin embargo, sorprendentemente, el fundamento cuantitativo de esa interpretación es más bien limitado, por no decir inexistente, al menos en algunas de sus versiones menos ilustradas. A este respecto, mientras que abundan los supuestos, escasean los datos numéricos. Por esta razón, algunas preguntas relevantes necesitan respuestas bien fundadas cuantitativamente: ¿cómo eran realmente los niveles de vida durante el período virreinal? ¿era la desigualdad tan grande como se suele dar por descontado?     

En 2004-2008, el crecimiento económico en Iberoamérica alcanzó tasas que era desconocidas desde la década de 1970. La recuperación de la crisis internacional ha sido inusualmente rápida y sólida. El crecimiento reaparece en 2010-2012. La reducción reciente de la pobreza ha sido substancial, pues ha permitido que, entre 1990 y 2010, su incidencia se haya reducido desde casi un 50% a menos del 33%. El retroceso de la indigencia ha sido aun mayor.

         La desigualdad también ha disminuido. Después de crecer durante la década de 1990, su evolución posterior contrasta con la de la mayor parte de los BRICS: en doce de diecisiete casos, la reducción media anual del coeficiente de Gini entre 2000 y 2007 ha sido del 1,1 puntos porcentuales se ha reducido (López-Calva and Lustig, 2010).

         Durante los años de crecimiento lento y desigualdad en aumento, la “herencia colonial” era el malo de la película. Sigue siéndolo en los de crecimiento rápido y mayor igualdad.

         En su versión más influyente, la “herencia colonial” consistiría en instituciones ineficientes, extractivas o jerárquicas que inhibían el crecimiento y promovían la desigualdad tanto antes como después de la independencia (North, 1990; Engerman and Sokoloff, 1997, 2002, 2005; North et al., 2000; Acemoglu et al., 2002; Coatsworth, 2006).

         Sin embargo, pese a su popularidad, la evidencia empírica en apoyo de esta visión de la “herencia colonial” es escasa o inexistente. Por ello, resulta interesante el estudio de los niveles de vida (económicos y biológicos) en la América de fines del período virreinal desde una perspectiva internacional comparada. Esta investigación, en contraposición a los supuestos, que no conclusiones, habituales, muestra que: a) ni los salarios eran tan bajos ni las estaturas tan cortas como muchos esperarían (Dobado y Garcia, 2009, 2012); y b) la desigualdad era también más baja que la que no pocos atribuirían a priori (Dobado y Garcia, 2010).

Entre 1800 y 1820, los trabajadores no cualificados de diversos sectores productivos y lugares de la América española disfrutaban de niveles de vida medios o altos, si se miden por la capacidad de compra de los salarios en términos de grano, carne y azúcar. Eran más altos que en muchas partes del mundo, incluyendo Asia y algunos países europeos, pero no, coincidiendo en ello con Allen et al. (2012), que en los EEUU. También se observan, al igual que apuntan Arroyo et al. (2012), diferencias de alguna importancia entre unos y otros virreinatos y actividades económicas.

Gráfico 1: Salarios en grano, carne y azúcar (kilos por día) hacia 1800.

Legenda: (1) urbano; (2) rural; (3) no especificado; (4) “tierras bajas”; (5) “tierras altas”; (6) minería. Fuente y método: Véase Dobado y García, 2012.

Legenda: (1) urbano; (2) rural; (3) no especificado; (4) “tierras bajas”; (5) “tierras altas”; (6) minería.
Fuente y método: Véase Dobado y García, 2012.

         Si atendemos a los niveles de vida biológicos, resulta que, en las décadas centrales del siglo XVIII, las estaturas en algunas regiones novohispanas y venezolanas –por no mencionar la rioplatense- eran similares a las europeas. Los varones de la Nueva España suroriental eran claramente más bajos, pero no tanto como para que no se encuentren estaturas semejantes en partes de Europa por entonces y más tarde. Al igual que en los EEUU o Gran Bretaña existías diferencia sociales en las estaturas. Sin embargo, estas no parecen ser mayores que en estos dos países y tendieron a decrecer entre las décadas de 1730 o 1740 y la de 1760.

         La comparación internacional de salarios reales y estaturas contrasta con la imagen resultante de las estimaciones de producto per capita disponibles para fines del período virreinal (Coatsworth, 2008; Maddison, 2009). Las diferencias de producto exceden a las de niveles de vida. Incluso si Dobado y García sobrevalúan en alguna medida los niveles de vida, la falta de correspondencia entre el primero y los segundos deberían ser explicadas. Es probable que la causa, como se sostiene en Dobado y García (2009) y apuntan posteriormente Arroyo et al (2012), se deba a la necesidad de revisar al alza las estimaciones del producto, al menos para algunos territorios americanos (por ejemplo, particularmente, Nueva España).

         Limitada y mejorable como es, estos nuevos datos sobre salarios reales y estaturas suponen un reto para algunas ideas convencionales acerca de los efectos económicos de largo plazo de la “herencia colonial”. La persistencia secular de una desigualdad intensa no resulta confirmada por la exploración preliminar de la desigualdad internacional comparada hacia 1820 basada en el “Índice de Williamson”.

Gráfico 2: Ratios del PIB per capita en 1820 a los salarios en grano en 1800-1820.

Fuente y método: Véase Dobado y García, 2010.

Fuente y método: Véase Dobado y García, 2010.

         Curiosamente, algunos países de la América española resultarían antes poco desiguales que lo contario. Por su parte, ni Coatworth (2008) ni Williamson (2009) encuentran nada excepcional en la desigualdad durante el período virreinal.

         Si la imagen revisionista de los niveles de vida y la desigualdad no es refutada por nuevas investigaciones bien fundamentadas cuantitativamente, surge una pregunta. ¿Hasta que punto es compatible esta imagen con la del neoinstitucionalismo? Ciertamente, junto a la esclavitud, otras instituciones extractivas (mita, encomienda, repartimientos, etc.) y desiguales existieron, como habían existido en el período prehispánico. No obstante, ni fueron ubicuas ni permanentes. Muy al contrario, tendieron a ser substituidas total o parcialmente en casi todas las actividades productivas por un mercado de trabajo asalariado que no dejo de crecer desde comienzos del siglos XVI y que antes no existía en América. Circa 1800, las instituciones extractivas distaban de ser mayoritarias o incluso más comunes que el trabajo asalariado. Un ejemplo de ello lo constituye la minería andina, ese supuesto epítome de la extracción colonial. Por otra parte, algunas de esas instituciones que perduraron frecuentemente combinaban salarios –no siempre bajos- con compulsión (por ejemplo, en Potosí). Es más, ya a fines del siglo XVI, “private labor markets” se habían convertido en “the principal mechanism to allocate indigenous labor to Spanish enterprise” (Coatsworth, 2006, p. 264). Se olvida muy frecuentemente que “instituciones de propiedad privada”, tales como los mercados de factores (tierra, trabajo y capital), sólo hicieron su aparición tras la Conquista.

         En cualquier caso, las instituciones tardovirreinales podrían ser  relativamente ineficientes si se comparan con las otras areas más desarrolladas  del mundo (North, 1990; Coatsworth, 2006). Ello no impidió  que partes de la América española experimentasen un crecimiento económico genuino en el siglo XVIII.  Una alta ratio tierra/trabajo y políticas más favorables a la especialización y la integración de los mercados podrían explicar simultáneamente los altos niveles de vida y el crecimiento económico –aunque lento, como era la norma internacional por entonces-  de algunos territorios antes de la independencia.

         Las implicaciones para el debate sobre la Gran Divergencia podrían no carecer de interés. Si, a comienzos del siglo XIX, los niveles de vida eran semejantes a los de algunos países occidentales, o incluso mejores, por no mencionar a Asia, éste dejó claramente de ser el caso entre 1820 y 1870. Así, la pregunta acerca de cuándo ocurrió la Gran Divergencia con el Oeste podría ser respondida con algo de certeza: no en el período virreinal sino después.

         En resumen, los duraderos problemas económicos de Iberoamérica –algunos de los cuales, afortunadamente, parecen estar aliviándose- podrían no estar tan profundamente enraizados en el período virreinal como muchos economistas e historiadores económicos, así como políticos y gente corriente, tienden a pensar. Necesitamos mucha más investigación cuantitativa sobre la Edad Moderna. Al mismo tiempo, en su búsqueda de explicaciones, quienes se preocupan por la suerte de esos 175 millones de seres humanos que viven todavía en la pobreza en esa parte del mundo y por la elevada desigualdad de la distribución de la renta (un Gini de 0,5 hacia 2010) deberían disminuir un tanto la “culpabilidad” atribuida al período virreinal y examinar más detenidamente la que corresponde a momentos posteriores de la historia. Que la segunda es un resultado estricto y exclusivo de la primera, sea cual sea, es algo a demostrar, no a dar por sentado.

 BIBLIOGRAFÍA

ACEMOGLU, D.; JOHNSON, S., and ROBINSON, J. (2002), “Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of the Modern World Income Distribution”, Quarterly Journal of Economics, 117, pp. 1231-1294.

ALLEN, R. C., MURPHY; T. E. Y SCHNEIDER, E. B. (2012), “The Colonial Origins of the Divergence in the Americas: A Labor Market Approach”, The Journal of Economic History, 72, 4, pp. 863-894.

ARROYO, L., DAVIES, A. y Van Zanden, J. L. (2012), “Between conquest and independence: Real wages and demographic change in Spanish America, 1530-1820”, Explorations in Economic History, 49, pp. 149-166.

COATSWORTH, J. H. (2006) “Political Economy and Economic Organization”, BULMER-THOMAS, COATSWORTH and CORTÉS (eds.), The Cambridge Economic History of Latin America, vol. I, Cambridge University Press, pp. 237-273.

— (2008), “Inequality, Institutions and Economic Growth in Latin America”, Journal of Latin American Studies, 40, pp. 545–569.

DOBADO, G. y GARCÍA, H. (2009), “Neither so low nor so short! Wages and Heights in Eighteenth and Early Nineteenth Centuries Colonial Latin America”, paper presented at the Mini-Conference A Comparative Approach to Inequality and Development: Latin America and Europe, Madrid.

— (2010), “Colonial Origins of Inequality in Spanish America? Some reflections based on new empirical evidence”, Revista de Historia Económica. Journal of Iberian and Latin American Economic History, 28, Special Issue 2, pp. 253 -277. (http://mpra.ub.uni-muenchen.de/28738/1/MPRA_paper_28738.pdf).

— (2012) Neither So Low Nor So Short: Wages and Heights in Bourbon Spanish America from an International Comparative Perspective, EHES, Working Paper in Economic History, No. 14., February.

ENGERMAN, S. L., y SOKOLOFF, K. L. (1994), “Factor Endowments: Institutions, and Differential Paths of Growth Among New World Economies: A View from Economic Historians of the United States”, HABER, S. (ed.) How Latin America Fell Behind, Stanford University Press.

— (2002), “Factor Endowments, Inequality, and Paths of Development Among New World Economies”, NBER Working Paper no. w9259.

— (2005), “Colonialism, Inequality, and Long-Run Paths of Development”, NBER Working Paper no. w11057.

LÓPEZ-CALVA, l. y LUSTIG, N. (2010), “Declining Latin American inequality: Market forces or state action? VOX, http://www.voxeu.org/index.php?q=node/5148.

MADDISON, A. (2009), Statistics on World Population, GDP and Per Capita GDP, 1-2006 AD, (http://www.ggdc.net/maddison/).

NORTH, D. C. (1990), Institutions, Institutional Change, and Economic Performance, Cambridge University Press, etc.

WILLIAMSON, J: G. (2009), “Five Centuries of Latin American Inequality”.

La visión de los vencidos

Juan H. Flores (Universidad de Ginebra), 12 de abril de 2013

Recuerdo el título de ese libro maravilloso concebido por Miguel León Portilla y que narra la visión de los indígenas de México frente a la conquista. Es original e inspirada precisamente por aquello que oímos una y otra vez, que la historia la escriben los vencedores. Esto viene a cuento también con las crisis financieras, y el caso de América Latina es ilustrativo. Cada crisis parece venir acompañada de un componente histórico de culpabilidad y resignación. Recordamos siempre nuestra mala suerte por los políticos que nos tocaron, su corrupción, su pobre manejo de las finanzas publicas, su uso irresponsable de la impresora de billetes, su voracidad para endeudarse y la indiferencia hacia sus gobernados. Queda poco, al menos visto desde el ángulo de los vencidos, de la memoria del otro lado de la historia, de aquella que queda oculta en los pasillos de los senados, congresos o parlamentos de los países de donde llegaron los millones de dólares, marcos, yenes o francos; nos olvidamos de los reguladores, aquellos que no quisieron o no pudieron evitar la euforia con la que su sector financiero invirtió en países que invariablemente iban a quebrar. Se nos olvida frecuentemente el papel de los bancos, aquellos que otorgaron créditos a condiciones atractivas y que no se preocuparon por supervisar el uso de los fondos. Esto se repite una y otra vez, y a continuación enumero algunos ejemplos.(Articulo completo publicado en la Revista Peso aquí)

Postmortem: El «Financial Crisis Inquiry Report» del Congreso de Estados Unidos(2011) como un documento histórico

Carlos Marichal (El Colegio de México), 3 de abril de 2013.

Un documento importante no sólo por lo que nos puede decir sobre las causas de la crisis, sino también porque nos explica la respuesta política a este tipo de catástrofes financieras.

El Informe de Investigación de la Crisis Financiera es uno de los documentos oficiales más importantes sobre la crisis financiera que estalló en Estados Unidos en septiembre de 2008 y que se convirtió rápidamente en un accidente financiero y económico mundial. Es importante no sólo por lo que nos puede decir sobre las causas de la crisis, sino también porque nos explica la respuesta política a este tipo de catástrofes financieras. El Congreso de Estados Unidos creó la Comisión Investigadora de la Crisis Financiera, cuando se ratificó la Ley de Fraude y Recuperación el 20 de mayo de 2009, apenas seis meses después de la caída de la casa de Lehman Brothers. Durante el año 2010, la comisión revisó millones de páginas de documentos obtenidos como resultado de 19 audiencias públicas celebradas en todo Estados Unidos y en las cuales fueron entrevistados e interrogados más de 700 testigos, incluyendo banqueros, gestores de inversión, empresarios, funcionarios de gobierno, reguladores financieros y figuras académicas. El informe final fue presentado el 27 de enero de 2011 como “Reporte de la comisión de investigación de la crisis financiera”. Este documento fue publicado unos meses más tarde en forma de libro, que también puede ser consultado como un libro electrónico en línea. **

 

Debido a sus muchas semejanzas en objeto y funciones, esta comisión del Congreso de EE.UU. 2010 ha sido comparada con la Comisión Pecora, creada en la década de 1930, y que fue la encargada de investigar las causas de la crisis de octubre de 1929 y el posterior colapso económico conocido como la Gran Depresión. También puede ser interesante hacer notar que en las audiencias del Senado publicadas en 1931, los políticos de Estados Unidos pusieron especial énfasis en su investigación sobre la negociación de los préstamos latinoamericanos para explorar la forma en que los banqueros de Nueva York habían negociado dichos préstamos en la década de 1920, haciéndolos responsables de haber tomado enormes riesgos y de corromper a funcionarios gubernamentales de América del Sur con sobornos. Los casos eran tan extravagantes que sirvieron como los mejores testimonios tanto para explicar el comportamiento de los bancos como para condenarlos por la crisis de 1929, aunque fue un poco más difícil encontrar el mismo grado de fechoría en las operaciones más rutinarias de las finanzas nacionales.

Pero si usted fuera a mirar incluso más atrás, hay antecedentes de otras crisis financieras que tuvieron importantes repercusiones políticas. Una de las comisiones de investigación anteriores fue la establecida por el Parlamento Británico a raíz de la crisis financiera internacional de 1873, cuando los políticos británicos también buscaron una explicación al pánico que tuvo consecuencias mundiales, causando el colapso de muchas empresas en Londres, así como crisis de deuda en un número bastante grande de países. Entre las primeras naciones afectadas estuvieron Santo Domingo, Honduras y Paraguay, que suspendieron el pago de sus deudas. Una vez más los políticos encontraron evidencias de fraudes increíbles y de comportamiento especulativo llevados a cabo en estas operaciones de crédito por los bancos de inversión más agresivos de Londres y París, aunque como Flandreau y Flores han demostrado recientemente, esto era típico de las casas más pequeñas y con menos prestigio, que tendían a buscar ganancias rápidas en lugar de proteger a sus clientes ya fueran los países deudores o sus clientes inversionistas a quienes vendieron los bonos.

En 2010, sin embargo, no fue posible para el comité del Congreso de EE.UU. centrarse en los préstamos de gobiernos extranjeros como responsables de incluso parte de la crisis financiera. El informe se centra claramente en la enorme burbuja de las hipotecas en los Estados Unidos y su colapso gradual en 2007 y principios de 2008, que condujo a un enorme cortocircuito en los mercados financieros. La comisión estaba formada por diez miembros, seis demócratas y cuatro republicanos, lo que refleja la fortaleza relativa de estos partidos políticos en ese momento. El informe refleja en gran medida el punto de vista económico de cada grupo de miembros constituyentes sobre las causas de la crisis. El informe final dirigió su artillería contra los bancos de inversión, las empresas hipotecarias y las agencias de calificación. Los demócratas en la Comisión, incluida su presidenta, Phill Angelides, y miembros de la comisión, Born Brooksley, Byron Georgiou, Bob Graham, Heather Murren y John W. Thompson, votaron a favor de las conclusiones generales. Por otro lado, los cuatro republicanos, el vicepresidente Thomas Bill y sus colegas comisionados, Hennessey Keith, Douglas Holtz-Eakin y Peter J. Wallison no estuvieron de acuerdo y no recomendaron su publicación.

Los demócratas y sus asistentes de investigación argumentaron básicamente que la crisis fue en gran parte el resultado de la creencia generalizada entre los financistas e inversores, así como de los bancos centrales y reguladores, que los mercados podrían regularse por sí mismos, una opinión que llevó a muchos actores privados a adoptar posiciones muy riesgosas en los mercados financieros, incluidos los niveles extraordinariamente altos de apalancamiento con la correspondiente falta de transparencia en sus operaciones, al mismo tiempo que los reguladores oficiales mostraron una notable falta de visión y de rigor en su supervisión. Los peligros de una debacle fueron silenciadas por el uso extensivo de la cobertura de riesgos en forma de derivados y de una increíble cantidad de complejos instrumentos financieros creados para asegurar que las empresas y los inversores individuales no fueran a perder ni la camisa. Tanto los bancos que vendían las hipotecas y derivados, como sus clientes, creyeron al parecer el cuento de la ganancia inevitable y garantizada. Además, las agencias de notación jugaron un papel importante en impulsar la enorme ola de especulación financiera, proporcionando la máxima calificación para la mayoría de los instrumentos financieros vendidos. El informe también destacó el exceso de liquidez proporcionado por la Reserva Federal, las políticas oficiales en favor de la construcción de viviendas, incluyendo el papel de las agencias hipotecarias del gobierno. Pero el informe también señala que estas políticas no fueron la causa real de la crisis, sino que más bien obedeció a las acciones de muchos actores privados nacionales dentro de un caos financiero que estaba lleno de una especulación enorme y arriesgada, y que finalmente llevó al accidente.

Tres republicanos en la comisión presentaron una opinión discordante que también fue publicada en el volumen que se examina. No estaban de acuerdo con los demócratas, con el argumento de que los mercados financieros de Estados Unidos no tenían la culpa y tampoco los actores financieros y las instituciones que promovieron el auge de las hipotecas. Más bien, la enorme burbuja crediticia se había generado en gran parte a través de la transferencia internacional de exceso de capital a los Estados Unidos por parte de China, así como el reciclaje de los petrodólares de los países árabes, lo que provocó un descenso de las tasas de interés, y prácticamente empujó el dinero al negocio de las hipotecas, incluyendo las de alto riesgo. La burbuja hipotecaria posterior había desestabilizado a los bancos y a otras instituciones financieras y desató la crisis. Por último, el cuarto y más radical conservador republicano, Peter Wallison, quien también estaba en la Comisión y que aparece claramente como un partidario del Tea Party, también presentó sus conclusiones. Sostuvo que él tampoco estaba a favor de la publicación del informe, porque toda la culpa de la crisis se ponía sobre los pies del gobierno y más particularmente sobre las agencias federales, Fannie Mae y Fannie Mac, que habían conducido a los actores privados por el mal camino, por empujarlos a asumir un riesgo excesivo en el negocio hipotecario.

En resumen, los demócratas culparon a la desregulación financiera y a la falta de supervisión en el comportamiento de los agentes privados y de los mercados financieros como las principales causas de la caída, mientras que los republicanos sostuvieron que la regulación y la supervisión no fueron las causas fundamentales sino más bien la globalización financiera. Por supuesto, estas posiciones no son sólo interpretaciones, como puede verse en las innumerables libros y artículos que han sido publicados en la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, y de la que probablemente se escribirá mucho más en el futuro. En estos momentos estamos todavía en la etapa de discernimiento sobre cuales podrían considerarse las causas más importantes de la implosión de los bancos de inversión estadounidenses, así como los principales bancos comerciales británicos y la caída de muchas empresas financieras en Europa a finales de 2008.

El debate es estridente y hay un gran número de interpretaciones que tendrán que ser probados. Pero como historiadores económicos, también es conveniente revisar y analizar cuidadosamente los documentos oficiales y las investigaciones que se realizaron inmediatamente después del estallido de la debacle financiera y que han seguido publicándose hasta el presente. Tal vez la Gran Recesión está casi acabada, excepto en Europa, que la seguirá sufriendo durante muchos años, pero ciertamente sus enormes consecuencias a nivel mundial merecen la atención no sólo de los economistas, sino también de los científicos sociales e historiadores para explicar un punto de inflexión de la historia reciente. Y vale la pena empezar por echar un vistazo a los informes oficiales de las causas de la crisis en los Estados Unidos, que después de todo, fue donde el cataclismo fue generado, con ondas de choque que se propagaron por todo el mundo como un tsunami financiero.

 ** Además de la versión del ebook del Informe Investigación de la Crisis Financiera, y que se puede encontrar en Internet en el sitio del Congreso de los EE.UU., la mayoría de los documentos y las entrevistas y he visto en un sitio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford.

Otro sitio con documentos del congreso es este.

«Nuevo» blog en historia económica: economichistorybar

Nos enteramos tarde y tomamos tiempo en reaccionar, pero damos la bienvenida a nuestro blog hermano en historia económica economichistorybar, cuyos comienzos datan ya de principios de año. Felicitamos a sus creadores – un grupo multinacional y dinámico de historiadores económicos de América Latina – y les deseamos todo el éxito del mundo.

Esperamos tener una colaboración estrecha en el futuro.