Los niveles de vida en América Latina. Una temática clave en la agenda historiográfica de los últimos años

Juan Luis Martirén, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (Argentina) jlmartiren@hotmail.com

Carolina Román, Universidad de la República (Uruguay) carolina.roman@fcea.edu.uy

RESUMEN. Los estudios sobre los niveles de vida en América Latina han sido tradicionalmente materia de debate en el campo académico, aunque desde fines del siglo XX captaron aún mayor atención. Los avances y contribuciones desde entonces han sido notables, en particular en lo que respecta a la generación de evidencia empírica, la aplicación de métodos comparativos y estadísticos más complejos y de nuevos marcos teóricos que permiten responder con mayor precisión parte de las “grandes” preguntas sobre el comportamiento de niveles de vida en este lado del Atlántico. Este nuevo panorama redundaría en aumento muy significativo de las publicaciones sobre el tema, pero también pondría al estudio de los niveles de vida como un tópico de gran interés en distintos espacios de discusión académica, con una activa participación de numerosos colegas latinoamericanos. En esta entrada compartimos unas notas sobre los resultados del simposio “Living Standards in Latin America: Income, Wages and Human Capital (XVIII to XXI centuries)”, organizado en el marco del XIV Congreso Mundial de Historia Económica, celebrado entre los días 26 y 29 de julio en París.


Fuente: Mercado en Buenos Aires, 1820. Pintura de Emeric Essex Vidal. Tomado de aquí.

Introducción

Las investigaciones sobre distintas variables relativas a los niveles de vida, que tradicionalmente han captado gran atención en los estudios académicos, han tomado un renovado auge, en particular los abordajes desde la Historia Económica. La elaboración de nuevas bases de datos históricas (que ofrecieron sólidas herramientas para cubrir las lagunas crónicas del período pre-estadístico latinoamericano), la renovación de los marcos teóricos y analíticos, más la aplicación de originales y complejos métodos, han sido fundamentales para promover el debate en el campo académico. Entre los temas medulares que han tomado protagonismo más recientemente podemos mencionar el origen y el momento de la divergencia con los países desarrollados (Haber, 1997; Acemoglu et. al, 2002; Engerman & Sokoloff, 2002; Bértola & Williamson, 2006; Allen et al., 2012), las explicaciones sobre la desigualdad de la región (Coatsworth, 2008; Bértola & Ocampo, 2013; Williamson, 2010, 2015), la heterogeneidad en los niveles de vida entre e intra países, los ciclos inflacionarios, los efectos de la Globalización y de la industrialización sobre el bienestar (Thorp, 1998; Bulmer-Thomas, 2006; Kacowicz, 2013; Prados de la Escosura, 2021, entre otros). Varias disciplinas convergen en esta temática, con miradas más amplias tanto regional como cronológicamente.

Asimismo, los estudios comparativos entre países de América Latina o a escala global ya no solamente cubren parte del siglo XX y XXI, sino que gracias a la elaboración de nuevas series de datos sobre un amplio cúmulo de variables –salarios, costo de vida, antropometría, nutrición, capital y desarrollo humano– han permitido complejizar el debate, poniendo en diálogo o en discusión hipótesis clásicas sobre la problemática.[1] Se trata de nuevas miradas a un viejo problema, sobre lo cual aún no hay consensos claros, pero que se han posicionado en el debate académico, ganando un saludable espacio en forma de simposios en distintos congresos de historia económica, tanto iberoamericanos como mundiales.[2]

Con el objetivo de contribuir con estos debates, tuvo lugar la sesión “Living Standards in Latin America: Income, Wages and Human Capital (XVIII to XXI centuries)”  organizada por Mario Matus (Universidad de Chile, Chile), Carolina Román (Universidad de la República, Uruguay) y Juan Luis Martirén (Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Argentina), en el marco del XIV World Economic History Congress (WEHC) en París en julio de 2022. La sesión marcó la continuidad de lo que ya es una constante en los distintos congresos mundiales de historia económica: la organización de simposios sobre niveles de vida en el largo plazo en América Latina.

La sesión tuvo lugar el martes 26 de julio e incluyó 10 ponencias, que aportaron evidencia empírica y diversos marcos analíticos sobre varias dimensiones de los niveles de vida en América Latina –salarios, costo de vida, indicadores de bienestar, riqueza. El eje temporal abarcado fue amplio, cubriendo periodos que van desde el siglo XVIII hasta la actualidad, y combinando enfoques nacionales con miradas subnacionales de Argentina, Chile, México y Uruguay. Las exposiciones se dividieron en cuatro bloques temáticos: riqueza y desigualdad en los siglos XVIII y XIX; salarios y niveles de vida de los siglos XVIII y XIX, economía y bienestar a inicios del siglo XX; economía, desigualdad y niveles de vida en el largo plazo.

Fuente: Mercado de la Verdura, Montevideo colonial. Tomado de aquí

En el primer bloque temático, ligado a la distribución de la riqueza y del ingreso en los siglos XVIII y XIX, se discutieron dos trabajos sobre las ciudades de Montevideo y México. El primero, titulado “Wealth Inequality in Colonial Hispanic-America: Montevideo in the Late Eighteenth Century” (de los autores Pablo Marmissolle, María Inés Moraes, Rebeca Riella y Carolina Vicario), ofreció una novedosa e inédita propuesta para el estudio de la historia colonial del Río de la Plata. A partir de la aplicación de la metodología de Alice Jones y de Peter Lindert para el análisis de muestras de inventarios post mortem, el trabajo buscó indagar sobre tres ejes centrales relativos a la riqueza en la ciudad y jurisdicción de Montevideo: su composición, su distribución y su relación con la estructura social en una economía de Antiguo Régimen. Los resultados son sugerentes y discuten posiciones clásicas, ya que, si bien encuentran alta concentración de riqueza en clases más altas, también identifican una destacada presencia de sectores medios, con inversiones considerables en inmuebles urbanos y en esclavos. Demuestran, así, que los indicadores de desigualdad en Montevideo no eran más altos que los de otros casos ya estudiados con métodos y fuentes similares. El otro estudio de caso, titulado “Rent-Wage Inequality in Mexico City, 1770-1930”, de Amílcar Challú, Israel García y Aurora Gómez-Galvarriato, presentó un amplio análisis sobre la evolución de la desigualdad en la ciudad de México en el largo plazo (1770-1930). La propuesta realizó un racconto de las distintas interpretaciones sobre la desigualdad mexicana durante el período, para luego ofrecer su propio análisis, basado en la elaboración de índices de salarios y de alquileres para todo el marco temporal analizado. Se elaboraron varios ratios ligados a los distintos valores de alquileres y salarios, y las conclusiones sobre la evolución de la desigualdad resultaron consistentes con las postuladas por Williamson (2010).

El segundo bloque, compuesto por tres presentaciones, estuvo centrado en la evolución de los precios y salarios en el Río de la Plata entre 1776 y 1860. El primer trabajo, titulado “Cost of living and real wages in a transitional economy. Buenos Aires (1776-1830)”, presentado por Julio Djenderedjian y Juan Luis Martirén,ofreció nuevos índices de costo de vida (alimentarios y otros más completos) para Buenos Aires entre el período borbónico y las primeras décadas independientes. La propuesta busca cubrir un período poco analizado en la literatura, es decir, que cubriera esa etapa transicional, en el que Buenos Aires fue insertándose progresivamente en los mercados atlánticos. Los resultados indicaron una progresiva caída en los salarios reales, marcada no sólo por el impacto de la guerra en determinados momentos, sino también por el encarecimiento progresivo de la carne vacuna, principal bien de consumo de la población. La segunda presentación, de Tomás Guzmán, también tuvo a Buenos Aires como centro de interés, aunque analizando el período 1820-1850. Titulada “Real Wages and Standards of Living in Urban Buenos Aires, 1820-1850”, la propuesta forma parte de una serie de trabajos que viene desarrollando el autor, en la que ofrece nuevas miradas sobre la evolución de los salarios y niveles de vida entre el primer período inflacionario de los años 1820 y el final del rosismo. Apoyado en una minuciosa y sólida base de datos sobre precios de alimentos y salarios de siete tipos de trabajadores urbanos, de elaboración propia, el autor muestra el comportamiento de los precios y el impacto de los ciclos inflacionarios en el poder de compra de las remuneraciones de Buenos Aires. En términos generales, los resultados indican una lenta recuperación a mediados de los 1830s, un colapso a finales del decenio y un rebote nuevamente en los años de 1840, que recién recuperará terreno desde 1848 (con excepción de los trabajadores de la construcción, que tuvieron gran crecimiento en sus salarios reales en esa década). El último trabajo del bloque, a cargo de Carina Frid, apuntó al estudio de la provincia de Santa Fe, y se tituló: “Decline and recovery. Cost of living and real wages in an inland region of the Río de la Plata (Santa Fe, 1815-1865)”. Se trata, también, de un abordaje inédito para la región y forma parte de una serie de trabajos que viene renovando la historia de precios y salarios en el Río de la Plata tardocolonial y postindependiente. El estudio también contó con evidencia empírica muy sólida, de elaboración propia. Esto es muy relevante en tanto la escasez crónica de fuentes estadísticas y comerciales siempre ha sido un gran obstáculo para poder elaborar series temporales. Tiene también el mérito de haber incluido en el análisis a toda la década de 1850, un parteaguas fundamental en la historia económica y política argentina. Los resultados, obtenidos mediante la metodología propuesta por Allen (2001) sobre canastas de consumo e índices de bienestar (welfare ratios) son una prueba categórica de los efectos negativos que las guerras posteriores a la independencia generaron sobre la economía santafesina y sus trabajadores. Da cuenta de una recuperación desde los años de 1830 y de un gran aumento de los niveles de bienestar en los años 1850, impulsado por el auge en los precios de los subproductos ganaderos exportables. Los tres trabajos presentan, además de útiles bases de datos, una nueva mirada sobre las condiciones de vida en el Río de la Plata postindependiente, en el que la apertura atlántica marcó un antes y un después en su estructura económica.

Fuente: Chile 1973, Tomado de aquí

El tercer bloque avanzó en el marco temporal, abarcando temáticas relativas al siglo XX y a las últimas dos décadas. Las propuestas se centraron en aspectos relativos al ingreso y al bienestar. En primer término, Humberto Morales expuso los resultados de su investigación, bajo el título “Economic wellbeing in rural and industrial landscapes in Mexico: 1910-1940”. La presentación incluyó un análisis de los salarios en el sector urbano y rural en el estado de Puebla entre 1910 y 1940. El autor construyó canastas para estimar el costo de vida, que luego utilizó para deflactar salarios mensuales de trabajadores rurales, industriales y de la construcción. Los resultados indican que entre 1917 y 1940 los salarios de los trabajadores rurales prácticamente se duplicaron, más allá de que sufrieron fuertes variaciones, sobre todo con la crisis de 1929. Por su parte, la presentación de Lucas Llach puso el eje en el debate sobre las bases del crecimiento en la Argentina de la Belle Epoque. Con un artículo titulado “Newly Rich, Not Modern Yet: Argentina Before the Depression”,el autor analizó en detalle hasta qué punto el crecimiento económico argentino de las primeras décadas del siglo XX había sido acompañado por otros indicadores de bienestar humano. ¿Era Argentina un país realmente rico, más allá de lo que indicaban sus agregados? A partir de esta pregunta, el autor presentó evidencia analítica considerando distintas mediciones de desarrollo, mediante las cuales mostró cómo esas mediciones económicas no se correspondían en términos comparativos con otros países desarrollados. Por último, la presentación de Mario Matus, “The Chilean economy between 1990 and 2020 through the evolution of real wages”, presenta un análisis del desempeño de los niveles de vida en Chile durante las últimas tres décadas. La evidencia incluyó series temporales de muy largo plazo (1886-2020) sobre salarios reales, además de otros indicadores económicos (PBI, inversión, inflación, desempleo, comercio exterior), a partir de los cuales el autor analizó el desempeño entre 1990 y 2020. La gran deriva ascendente de los salarios reales en este último período se explica, según Matus, por fuertes aumentos en el PBI, las exportaciones, el ahorro doméstico y el crecimiento de la productividad factorial total. Sin embargo, concluye que ese mejor desempeño en distintos indicadores salariales y de desarrollo humano durante el período pervivió con mecanismos institucionales regresivos y moderadas mejoras en los índices de desigualdad. Plantea que los indicadores más recientes estarían mostrando señales de agotamiento, por lo que habría que repensar el modelo económico; propone así reducir las brechas existentes en distintos sectores de la economía, recuperar los niveles de ingreso, manteniendo las medidas que han funcionado, pero transicionar hacia una nueva matriz productiva orientada a la producción de bienes y servicios tecnológicos.

El cuarto y último bloque incluyó la presentación de dos trabajos sobre costo de vida y niveles de bienestar en Chile. El primero, de Mauricio Casanova, se tituló “Inflation, living standards and the failure of the compromise state (Chile, 1932-1970)”, en el cual el autor propone una interpretación alternativa del estancamiento de la industrialización sustitutiva de importaciones en Chile, discutiendo el alcance de la intervención estatal durante ese periodo. Con este fin, aporta una medición de la pobreza, contrastándola con otros indicadores disponibles, para discutir el vínculo entre el modelo de industrialización, la inflación y la pobreza. El trabajo concluye que el modelo de industrialización entra en crisis en los años cincuenta debido a factores de índole política y monetaria, pero a diferencia de interpretaciones anteriores, el autor argumenta que las principales causas fueron las limitaciones de las capacidades estatales para administrar los recursos públicos. Finalmente, cerró la sesión la ponencia de José Díaz sobre “«Desarrollo humano» en Chile: 1900-2020. Un indicador básico” cuyo objetivo es caracterizar los niveles de vida en Chile entre 1900 y 2020.  Elabora un indicador de desarrollo humano que combina distintas dimensiones del bienestar –salud, educación e ingreso-–y propone alternativas metodológicas para la medición de cada dimensión. Asimismo, el autor procura identificar si los cambios que se observan en el índice son de tipo intensivo –aumentos en el nivel promedio– o extensivo –el alcance o la cobertura. Concluye que, si bien el bienestar en Chile aumentó durante el largo período de estudio, esta mejora no fue constante, ni tampoco el origen del cambio en las distintas fases históricas. A inicios del siglo XX, identifica que las mejoras fueron de tipo extensivo, a través del aumento de la matriculación y mayor cobertura de salud, mientras que, a inicios del siglo XXI, es el margen intensivo el que explica los cambios en el bienestar (a partir del crecimiento en los años de educación y el ingreso). Por último, discute la evolución del PIB per cápita y del índice de desarrollo humano propuesto, y concluye que, contrario a lo que ilustra la dinámica del crecimiento, las mejoras en el bienestar han descendido.

Fuente: Las vecindades en ciudad de México, tomado de aquí.

Nota: Un ejemplo televisivo clásico mexicano alusivo a las vecindades fue El Chavo del 8.

Ubi concordia, ibi victoria. Una agenda a futuro

La historia económica como disciplina académica cuenta en la actualidad con una vastísima producción, basada en diversos enfoques. En el caso latinoamericano, y puntualmente en lo referido al estudio de los niveles de vida, los aportes y debates han sido muy significativos en los últimos años. El impacto de la llamada primera globalización en el siglo XIX, los comienzos de la divergencia, el surgimiento de los estados de bienestar y los posteriores procesos de desregulación han sido momentos cruciales en la historia económica de América Latina en los últimos dos o tres siglos. Cómo impactaron estos cambios sobre las condiciones de vida de la población y cómo respondió cada país en este sentido fueron interrogantes clave sobre los que giraron los trabajos discutidos en la sesión. Historia global, globalización, precios, salarios reales, welfare ratios, consumo, riqueza, capital humano, desarrollo, fueron algunas de las variables o enfoques trabajados, con gran nivel de agregación y capacidad analítica.

Más allá de los interesantes resultados alcanzados, es importante remarcar que el diálogo entre distintas disciplinas y el debate sobre la aplicación de enfoques y metodologías precisa fortalecerse. Son marcadas aún las diferencias metodológicas en la factura de los abordajes, en particular entre los historiadores y economistas. Una mayor sinergia entre ambas disciplinas podría ser fundamental en este sentido. El simposio reseñado continuó el legado de sus precedentes realizados en los WEHC celebrados en Stellenbosch (2012), Kyoto (2015) y Boston (2018). La característica central de estas sesiones fue la presencia de numerosos colegas latinoamericanos o especialistas en historia de Latinoamérica, tanto en la organización como en la presentación de trabajos. Se trata sin dudas de una muy saludable iniciativa no sólo para generar nuevas contribuciones y aportes a la historia de los niveles de vida en América Latina, sino también en pos de fortalecer el diálogo y el debate multidisciplinar. Los estudios sobre niveles de vida, en especial aquellos abordados desde la historia económica, deben complementar enfoques y métodos de varias disciplinas. Sin dudas, avanzar en la construcción de una mirada conjunta y complementaria será fundamental.

[1] El aumento de la producción académica sobre las temáticas relativas a los niveles de vida latinoamericanos desde el siglo XVIII hasta la actualidad ha sido muy significativo en los últimos años. Sobre costo de vida y salarios en perspectiva histórica ver, entre otros, Astorga et al., 2005; Arroyo Abad et al., 2012, 2014, 2016; Dobado & García Montero, 2014; Dobado, 2015; Challú & Gómez Galvarriato, 2015; Djenderedjian & Martirén, 2015; Llorca & Navarrete, 2015; Moraes & Thul, 2015; Gelman & Santilli, 2018; Santilli, 2020. Sobre el tema, se recomienda también el monográfico especial sobre niveles de vida en América Latina, coordinado por Rafael Dobado, publicado en la Revista de Historia Económica/Journal of Iberian and Latin American Economic History, 38 (2020). Sobre la evolución de los estándares biológicos y antropométricos, ver, entre otros: Salvatore, 1998, 2004; Meisel & Vega, 2007; Challú, 2009; Salvatore et al., 2010; López Alonso, 2015; Llorca et al., 2021. Sobre estudios de desarrollo y capital humano, ver, entre otros, Llach, 2020; Bértola & Gatti, 2021; Prados, 2021.

[2] En el marco de los Congresos Latinoamericanos de Historia Económica (CLADHE), al menos cabe mencionar dos simposios. En el último CLADHE 7, celebrado en Lima en 2022, ver el Simposio “Precios, salarios y niveles de vida. El ingreso y el consumo en América Latina, siglos XVIII a XX” organizado por Daniel Santilli (Instituto Ravignani UBA/CONICET) y Mario Matus (Universidad de Chile). En el CLADHE 6, en 2019, ver el Simposio 19: Precios, ingreso y niveles de vida: problemas metodológicos en la agenda global, siglos XVI-XX, organizado por María Inés Moraes (Universidad de la República, Uruguay), Daniel Santilli (Instituto Ravignani, Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina) y Julio Djenderedjian (Instituto Ravignani, Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina) (una entrada sobre este congreso en este blog se puede consultar aquí).

Bibliografía

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La transición nutricional en América Latina: el caso chileno

Manuel Llorca-Jaña (Universidad Adolfo Ibáñez)

RESUMEN. En esta entrada introducimos el concepto de transición nutricional. Posteriormente examinamos y caracterizamos su temporalidad y naturaleza en Chile, concluyendo que hubo una transición nutricional en un corto período de tiempo (común en los países que se desarrollan comparativamente tarde), con un consumo promedio de energía alimentaria que aumentó de 2.600-2.700 kcal diarias por persona a poco más de 3.000 en unas pocas décadas. En Chile, como en la mayor parte de los países que han experimentado una transición nutricional (i.e. buena parte de América Latina), las opciones dietéticas se volvieron más diversas, pero también menos vegetarianas: el consumo de carne y productos lácteos aumentó drásticamente; hubo una disminución sin precedentes en el consumo de legumbres, y también hubo una reducción, menos sustancial, en la ingesta promedio de papas. Sin embargo, si se compara con el mismo proceso experimentado por la mayoría de los países desarrollados, el consumo combinado de cereales en Chile se ha mantenido inusualmente estable.


Vista interior del Antiguo Mercado de Concepción

Archivos de Nelson SurAnálogo. Diapositiva del archivo familiar del Sr. Guillermo Hetzler F., Chiguayante. Autor: Guillermo Hetzler F. (https://www.enterreno.com/moments/mercado-de-concepcion-1965).

Introducción

Durante el último siglo y medio buena parte de los países del mundo ha experimentado una profunda transformación en sus dietas, un fenómeno usualmente denominado transición nutricional (TN), y usualmente ligado a otras importantes transiciones, más familiares para los estudiosos de la historia económica mundial: la demográfica, la epidemiológica y la tecnofisiológica.

La transición nutricional en particular se caracteriza por tener algunas características salientes. Primero, una dieta monótona y principalmente vegetariana (inicialmente por debajo de estándares mínimos de nutrición) fue reemplazada por una dieta más abundante y más variada, rica en productos de origen animal (carnes y lácteos), aceites, azúcares, frutas y vegetales. Segundo, se observa una caída en el consumo promedio de varios productos, pero principalmente de carbohidratos (papas y cereales) y legumbres. Y tercero, se evidencia un aumento en el consumo promedio de calorías desde unas 2.200-2.500 kilocalorías (k/cal) diarias a unas 3.000-3.5000 k/cal por habitante. Una consecuencia de todo lo anterior es que la desnutrición fue erradicada, o bien disminuida de manera importante, en la mayoría de los países que experimentaron la TN. También se ha observado un aumento en la estatura de la población a nivel mundial, así como del índice de masa corporal. Una mejor nutrición también ha equipado mejor a la población mundial para combatir enfermedades, en particular las infecciosas.

Todo lo anterior reviste gran importancia pues las mejoras nutricionales en la población están asociadas a caídas en mortalidad y morbilidad, sobre todo infantil (directamente ligado a la transición epidemiológica), aumentos en esperanza de vida (por ello se vincula a la transición demográfica), así como a aumentos en cognición y productividad laboral (por ello se le vincula a la transición tecnofisiológica; ver Llorca-Jaña et al., 2022a). En efecto, el estado nutricional de la población se ha convertido en una importante variable de bienestar y desarrollo económico para los hacedores de política económica, en particular de políticas destinadas a mejorar la dieta de la población y/o atacar la recurrencia de ciertas enfermedades. A su vez, cabe destacar que la TN se ha producido en diferentes fases y de manera variada entre países: no ha existido un ritmo ni patrón único. Asimismo, se cree que países que se unieron tardíamente a la TN, como el grueso de los países latinoamericanos, han experimentado una TN acelerada.

Las principales variables que explican la temporalidad y naturaleza de la TN para cada país serían: aumentos de productividad en el sector agrícola (en particular la revolución agroindustrial), aumentos en ingreso medio familiar (que permiten un mayor gasto en alimentos), mejoras en transporte nacional (interno) e internacional (que abaratan la distribución de alimentos), aumentos en urbanización (y consecuentes cambios en el estilo de vida), mayor incorporación de la mujer en el mercado laboral asalariado, creciente importancia del consumo de alimentos procesados, expansión de medios masivos de comunicación y marketing, y mejoras en medios de preservación de comida (principalmente perecible). Como referencia, ver, por ejemplo, las investigaciones que se presentan en Grigg (1995), Cussó y Garrabou (2007), Caballero y Popkin (2002), Popkin (1993, 2008) y Semba (2017), entre otros.

El caso de Chile

¿Qué nos dice la evidencia para América Latina? A pesar de la riqueza de datos disponibles desde la FAO, al menos desde 1960, en particular para consumo aparente de alimentos, pocos/as investigadores/as latinoamericanos/as se han interesado en el tema.

Quizás el único país relativamente bien cubierto es Chile (ver Llorca-Jaña et. al, 2020a, 2022b). Las estimaciones de consumo per cápita de calorías diarias, así como de los principales alimentos asociados a la TN están disponibles para Chile desde 1930. De acuerdo a esta información, en la década de los años 1930 Chile consumía, en promedio, unas 2.260 k/cal por persona (ver Gráfico 1), vale decir, un nivel bajo para estándares internacionales. Dicho lo anterior, y en línea con lo anticipado por el patrón general de la TN experimentada previamente por países desarrollados, desde los años 1930s Chile experimentó un aumento moderado, pero sostenido, en su consumo de k/cal, interrumpido solo en los años 1980s (la denominada “década perdida en el desarrollo económico de América Latina), hasta casi alcanzar las 3.000 k/cal en la segunda década del presente siglo. Vale decir, de acuerdo a este indicador en particular, Chile experimentó una TN muy tardía, completada recién en el transcurso de las últimas décadas, y por tanto bastante acelerada.

Gráfico 1. Consumo per cápita de energía dietética en Chile (k/cal diarias por persona), promedios para cada década, 1930-2019

Fuente: Llorca-Jaña et al. (2022a).

Desglosando lo anterior, a nivel de ingesta de ciertos productos en particular, debemos destacar lo siguiente: el consumo per cápita de los principales cereales consumidos en Chile (trigo, maíz y arroz) se ha mantenido relativamente estable entre los años 1930 y la década del 2010, oscilando entre los 158 kgs per cápita y los 176 kgs; el consumo de papas cayó desde unos 72 kgs per cápita en los años 1930 a unos 50 kgs en los años 1990s, permaneciendo relativamente estable desde esa década; el consumo de legumbres experimentó una caída dramática, desde unos 15 kgs per cápita en los años 1930 hasta apenas 3 kgs en la última década; el consumo de carnes (vacuna, pollo y cerdo, principalmente) fue relativamente estable entre 1930 y los años 1980s (unos 30 kgs por persona al año), pero aumentó dramáticamente desde los 1990s, hasta alcanzar alrededor de 90 kgs en los últimos años; y el consumo de lácteos aumentó de manera importante entre los años 1930s y los 1960s, y luego nuevamente desde los 1990s. Todo lo anterior se resume en el Gráfico 2.

Gráfico 2. Consumo per cápita de las principales categorías de alimentos en Chile, expresado como índice, donde los años 1930s=100.

Fuente: Llorca-Jaña et al. (2022a).

Apuntes finales

Resumiendo, podemos concluir que Chile experimentó una profunda TN, que entre otras cosas le ha permitido erradicar casi por completo la desnutrición (en línea con lo encontrado por estimaciones recientes en Llorca-Jaña et al., 2021), disfrutando una dieta más variada, que a su vez es menos vegetariana, pero con ciertas peculiaridades. Es cierto que el consumo per cápita de calorías ha aumentado de manera notable, y en particular el consumo de carnes y lácteos, y que el consumo de legumbres ha caído de manera dramática, lo que estaría en línea con el patrón típico experimentado por países desarrollados. Dicho lo anterior, la alta ingesta de algunos alimentos con alto contenido de carbohidratos, como papas y pan, sigue siendo bastante hegemónico en la dieta nacional, lo que sería una diferencia con el patrón más típico de la TN de países desarrollados, o al menos del seguido por países con mayores niveles de ingreso medio que el chileno. Finalmente, cabe destacar que Chile pasó de un tipo de malnutrición (desnutrición) a otro: sobrepeso. En efecto, las altas tasas de obesidad de la población chilena también marcan una diferencia con buena parte del mundo desarrollado.

Para sacar conclusiones para el conjunto de la región, esperamos que otros/as colegas repliquen estudios similares a los existentes para el caso chileno para sus propios países. En este sentido merece especial mención el trabajo en curso de Presa y Román para Uruguay: “Consumo de alimentos en Uruguay (1900-1970): Metodología y fuentes para la elaboración de series de consumo aparente”, así como una entrada en este mismo Blog realizada por los autores.

Referencias

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Llorca-Jaña, M., Del Barrio, D. and Borrescio-Higa, F. (2022a) “¿Qué pasó con la ‘evolución tecnofisiológica’ en Chile?”. Estudios Públicos, Vol. 166: 141-170.

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Llorca-Jaña, M., Barría Traverso, D., Del Barrio, D. and Rivas, J. (2021). “Malnutrition rates in Chile from the Nitrate Era to the 1990s”, International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(24): 13112.

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Popkin, B. M. (1993). “Nutritional patterns and transitions”. Population and Development Review 19(1): 138–157.

Popkin, B. M. (2008). “The dynamics of the dietary transition in the developing world”. In: Caballero, B., Popkin, B.M. The Nutrition Transition: Diet and disease in the Developing World. 2nd edition. London, Academic Press: 111-128.

Presa, M. y Román, R. (2020) “Consumo de alimentos en Uruguay (1900-1970): Metodología y fuentes para la elaboración de series de consumo aparente”. Serie Documentos de Trabajo, DT 03/20. Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad de la República, Uruguay.

Semba, R. D. (2017). “Nutrition and development: a historical perspective”. In: De Pee, S., Taren, D., and Bloem, M.W.: Nutrition and Health in a Developing World. 3rd ed. New Jersey, Humana Press: 3-29.

La evolución de la violencia interpersonal: ¿qué sabes de América Latina?

ANALÍA RIVERO BORGES (Universidad de la República, Uruguay)

Analía Rivero Borges es estudiante de Doctorado en Economía por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), Magister en Historia Económica y Licenciada en Economía por la Universidad de la República (Uruguay).

RESUMEN. En esta entrada al blog se presenta la evolución de la violencia interpersonal a nivel mundial enfatizando en las disparidades por regiones. Esta ha sido incluida en trabajos recientes como un nuevo indicador de bienestar y sigue siendo mayormente una incógnita para los países latinoamericanos. Para finalizar se reseñan los resultados de un trabajo que estudia el período 1910 – 2010 en Uruguay.


Muerte del General Venancio Flores por Juan Manuel Blanes, pintura realizada en 1968.

Lo que sabemos de la evolución de la violencia en el mundo

La importancia de conocer la evolución de la violencia interpersonal por regiones puede darnos indicios sobre su bienestar en diferentes momentos del tiempo. Una excelente argumentación con respecto a esto se presenta en una entrada anterior en este blog de Llorca-Jaña y Rivero-Cantillano.

En ese sentido, el último reporte disponible de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito indica que América es el continente más violento del mundo con una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes de 17,2. Asia, seguida por Oceanía y Europa, ocupan la posición opuesta, con una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes menor o igual a 3 (UNODC, 2019).

Fuente: UNODC (2019), víctimas de homicidios intencionales cada 100.000 habitantes por región, año 2017.

El conocimiento que tenemos sobre el presente y que nos permite ubicar a las regiones en distintas posiciones, esconde un profundo desconocimiento sobre el pasado en algunas de ellas. Una clara evidencia de esto es que, a nivel internacional, los trabajos que estudian la evolución de la violencia en el largo plazo han estado centralmente concentrados en los casos de Europa y EE.UU., con pioneros como Eisner (2016; 2014, 2013, 2003) y Pinker (2011). En ellos se muestra una disminución sistemática de la violencia a la largo de la existencia humana.

Fuente: Eisner (2003), se presenta la tendencia general de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes para el período 1200 – 2000, estimada con datos pre-modernos locales y cuatro series nacionales. Las estimaciones del primer tipo provienen de la History Homicide Database y las series nacionales pertenecen a: Suecia, Inglaterra y Gales, Suiza e Italia.
Fuente: Eisner (2014) presenta la tendencia de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes para Europa y variaciones locales seleccionadas en el período 1300 – 2010. Los datos provienen de la History Homicide Database.

En ese sentido, partiendo de niveles que superan los americanos a comienzos del milenio pasado, hoy la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes no supera el dígito para las regiones europeas analizadas (Eisner, 2014, 2003). Estudios de mediano aliento como los de LaFree (1999) y Lappi-Seppälä y Lehti (2014), reafirman la tendencia a la disminución de la violencia, aunque una vez que son incluidas otras regiones éstas parecerían hacerlo con variantes (Lappi-Seppälä y Lehti, 2014)[1].

América Latina en el largo plazo

El caso latinoamericano en el muy largo plazo sigue siendo mayormente una incógnita, con un solo antecedente que aborda la evolución de la violencia en el período 1880 – 2010 para el caso de Chile. A diferencia de lo encontrado por los autores anteriores, en Rivero-Cantillano y cols. (2020) se aprecia que entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX la violencia en Chile se encontraba cercana a lo hallado para el caso europeo a comienzos del milenio pasado. Luego se produce un pronunciado declive a partir de la década de 1940 llegando a niveles por debajo de la media mundial de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes en los 2000.

Si se tiene en cuenta que solo existen datos para el caso de Chile y de Uruguay, tal como se presentará a continuación, es posible afirmar que en general no se cuenta con datos sistemáticos de largo plazo para los países de América Latina. Además, en el caso de que estos existan, no ha sido posible hacer rescontrucciones previas a 1880. El estudio de la violencia desde una perspectiva histórica, en vínculo con el devenir económico y social de cada uno de los países latinoamericanos, es aún una materia pendiente. 

El caso de Uruguay

El caso uruguayo resulta de interés si se tiene en cuenta que la nación presenta en la última década una variación notable en lo que respecta a sus indicadores de violencia. Partiendo de una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes en 2010 en torno al 6, ésta se ubica en 11,6 para 2018 (Ministerio del Interior, 2020), alcanzando por primera vez en su historia reciente los dos dígitos. También es alta para los parámetros internacionales ya reseñados lo que se puede apreciar con más claridad en el mapa que sigue.

Fuente: UNODC, mapa de datos de la tasa de homicidios cada 100.000 habitante para el año 2018 a partir de la base de datos disponible en https://dataunodc.un.org/content/homicide-rate-option-2

En ese marco, es que fueron producidos los primeros datos de largo plazo de homicidios para el país. Precisamente, en mi tesis de maestría reconstruí una serie de homicidios que comienza en 1910 y se extiende hasta 2020, con datos provenientes de salud pública.

Fuente: Rivero Borges (2021), evolución de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes para el caso uruguayo 1910 – 2020.

Aunque la evolución de las primeras décadas del siglo XX plantea ciertas dudas, en la medida en que la fuerte oscilación de la serie puede deberse a problemas de registro de las causas de muerte, es claro que hay un patrón de decrecimiento a partir de 1945 y otro de crecimiento a partir de 1980, con una aceleración de este último en las primeras décadas de los 2000 y especialmente a partir de 2010. Además, la serie presenta una fuerte inercia, es decir, su valor presente es explicado en gran medida por su valor inmediato anterior, y así sucesivamente. Ello implica que políticas de corto plazo pueden tener algunas dificultades para ser rápidamente efectivas. 

Un aporte de la nueva serie de datos disponible radica en que permite contrastar la evolución de los homicidios en Uruguay con respecto a otros países del mundo para los que también se cuenta con datos históricos. Como adelantaba, según estudios pioneros, como los de Pinker (2011) y Eisner (2003 y 2014) los homicidios se reducen sistemáticamente desde el 1200 a la actualidad, particularmente para el caso europeo. De esta manera, para el caso uruguayo se debería haber esperado encontrar un franco descenso en los homicidios durante todo el siglo XX. Sin embargo, esto no sucede. Si lo comparamos con las regiones europeas para las que se cuenta con más datos, es posible observar que el nivel de homicidios de Uruguay a principios del siglo XX es similar al que se obtiene para estos otros países a principios del siglo XVIII, es decir, el país comienza el siglo XX con un nivel de violencia superior al obtenido para las regiones del mundo que mejor se desempeñan, y vuelve a ese mismo valor en las primeras décadas del siglo XXI.

A nivel regional, debido a la escasez de información, solo es posible realizar comparaciones de largo plazo con Chile. En ese caso, al analizar la información que presentan Rivero-Cantillano y cols. (2020), es posible observar que la violencia en Uruguay se mantuvo en niveles bajos durante todo el siglo con respecto al país andino, aunque en este último los homicidios comienzan a descender a partir de la década de 1940 hasta ubicarse en la actualidad en alrededor de 4 cada 100.000 habitantes, muy por debajo de la tasa de Uruguay.

Conclusiones

La violencia interpersonal como indicador de bienestar es una preocupación incipiente en los estudios de historia económica. Su evolución es mayormente conocida para los países europeos y aún es insuficiente el conocimiento del que se dispone para América Latina con dos trabajos que focalizan en casos nacionales. Sus resultados parecerían mostrar algunas diferencias no solo con respecto a los países desarrollados estudiados, sino que entre ellos.

Los crímenes, y particularmente los crímenes violentos como los homicidios, son una preocupación creciente en América Latina, con una cobertura alta y sistemática en medios de comunicación. Entender la evolución de su pasado es una fuente de información valiosa para comprender el presente, pero especialmente para proyectar el futuro. Un futuro que sin lugar a dudas debería ser de una reducción drástica de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes, que permita a los latinoamericanos proyectar sus vidas en sociedades con mayor bienestar y libres de violencia.

[1] Una visión alternativa puede encontrarse en Braumoeller (2019).

Referencias

Eisner, M. (2003). Long-term historical trends in violent crime. Crime and Justice, 30, 83–142.

Eisner, M. (2013). What causes large-scale variation in homicide rates? Aggression in Humans and Other Primates Biology, Psychology, Sociology, 137-63.

Eisner, M. (2014). From swords to words: Does macro-level change in self-control predict long-term variation in levels of homicide? Crime and Justice, 43 (1), 65–134.

Eisner, M., Nivette, A., Murray, A. L., y Krisch, M. (2016). Achieving population-level violence declines: implications of the international crime drop for prevention programming. Journal of public health policy, 37 (1), 66–80.

Jaitman, L., Caprirolo, D., Granguillhome Ochoa, R., Keefer, P., Leggett, T., Lewis, J. A., Mello, M. (2017). The costs of crime and violence: New evidence and insights in latin america and the caribbean (Vol. 87). Inter-American Development Bank Washington, DC.

Migliónico, A. (2001). La mortalidad en Uruguay en el siglo XX: cambios, impacto, perspectivas (No. 715.2 MIG).

Ministerio del Interior. (2020). Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad:https://www.minterior.gub.uy/observatorio/images/pdf/2018/HOMICIDIOS2018:pdf.

LaFree, G. (1999). Declining violent crime rates in the 1990s: Predicting crime booms and busts. Annual Review of Sociology, 25 (1), 145–168.

Lappi-Seppälä, T., y Lehti, M. (2014). Cross-comparative perspectives on global homicide trends. Crime and justice, 43 (1), 135–230.

Pinker, S. (2011). The better angels of our nature: The decline of violence in history and its causes. Penguin UK.

Rivero Borges, Analía (2021). Análisis Histórico de la Violencia y la Desigualdad para el caso uruguayo 1910 – 2010. Tesis de Maestría en Historia Económica, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.

Rivero, Rodrigo; Manuel Llorca-Jaña, Damian Clarke, Javier Rivas, Martina Allende, Daniel Quezada (2021) “Interpersonal violence in Chile, c.1880s-2010s: A tale of delayed but successful convergence”, SocialScience History (forttcoming).

UNODC. (2019). Global Study on Homicide. Homicide trends, patterns and criminal justice response.


Violencia interpersonal: un nuevo indicador de bienestar

MANUEL LLORCA-JAÑA (Universidad de Valparaíso)

RODRIGO RIVERO-CANTILLANO (Universidad Adolfo Ibáñez)

Manuel Llorca-Jaña es PhD en Historia Económica por la Universidad de Leicester (UK), Master en Historia Económica Internacional por la misma institución y Economista de la Universidad de Santiago de Chile.

Rodrigo Rivero-Cantillano es PhD en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, Máster de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Barcelona, Universidad Pompeu Fabra y Universidad Autónoma de Barcelona y Licenciado en Historia, Universidad de Valencia.

RESUMEN. En esta entrada del Blog presentamos la violencia interpersonal como un nuevo indicador de bienestar. El mismo ha sido usado de manera creciente en análisis de bienestar para países desarrollados, pero no así para América Latina. Presentamos, además, los principales resultados de un estudio que realizamos para Chile, que utiliza la tasa de homicidios como proxy de la violencia interpersonal, explicando la importancia y los principales determinantes de este importante indicador.


Fuente: Archivo Histórico Riva-Agüero. Instituto Riva-Agüero. Pontificia
Universidad Católica del Perú. (2013). Asesinato del presidente Manuel
Pardo [Image]. http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/9704.

Introducción

Existe un creciente consenso en que el concepto de bienestar es complejo, además de multidimensional: mientras más variables/dimensiones relevantes consideremos respecto de todo aquello que afecte los niveles de vida de la población, mejor. Entre las diversas variables que han ido ganando terreno en las últimas décadas se encuentra la seguridad personal, y, dentro de ella, la violencia interpersonal. En efecto, en 2014 la OECD publicó un muy buen libro titulado How was life? Global well-being since (van Zanden et al. eds., 2014), en el cual se incluyeron indicadores de bienestar clásicos como PIB per cápita, salarios reales y esperanza de vida, pero también se agregaron muchos otros menos familiares para los cientistas sociales: estatura, medioambiente y seguridad personal; este último normalmente medido a través de indicadores de violencia interpersonal, tales como la tasa de homicidios o la tasa de robos violentos.

Algunos aspectos conceptuales

Gracias a este tipo de publicaciones, hoy en día es ampliamente aceptado que las tasas de homicidio, como proxy de violencia interpersonal, representan un buen indicador del bienestar de una sociedad (Baten et al., 2014; OECD, 2014). En efecto, la violencia interpersonal es una variable de primera importancia a la hora de evaluar el desarrollo, dado que las sociedades con altos niveles de violencia son asociadas a la existencia de un bajo capital social y, a su vez, éstas también muestran bajos niveles de capital humano (Gust y Baten, 2019). Las sociedades con alto nivel de violencia deben asignar una cantidad considerable de recursos y esfuerzos a la resolución de conflictos en lugar de destinarlos a la inversión productiva, o a la oferta de servicios públicos, incluyendo el gasto social. Por otro lado, los crímenes violentos impactan negativa y directamente en la calidad de vida de las personas, puesto que reducen la seguridad de la propiedad privada generando un clima de desconfianza e incertidumbre. Incluso, otra consecuencia negativa de los altos niveles de violencia interpersonal es la profundización de la desigualdad de género, conduciendo a la pérdida de autonomía femenina (Gust y Baten, 2019). Finalmente, el bienestar de la población es mayor si los habitantes de una sociedad se sienten seguros. El impacto negativo en el bienestar de las personas del sentimiento de inseguridad es considerado tan serio como el crimen mismo. Por tanto, la seguridad interpersonal es uno de los aspectos más valorados y exigibles tanto para el desarrollo económico como social (Fanjzylber, Lederman y Loayza, 1998; 2002a y 2002b).

Como dijimos, el principal indicador de violencia interpersonal es la tasa de homicidios intencionales entre civiles. El homicidio intencional generalmente se define como una muerte ilegal infligida deliberadamente a una persona por otra persona, excluyendo las bajas por guerras ya sean estas internacionales o civiles (Eizner, 2003a; 2003b). Cuando se quiere estudiar la seguridad personal al interior de una sociedad, la tasa de homicidios presenta ventajas frente a otras alternativas como el número de robos, puesto que esta última está expuesta a un mayor grado de subregistro, ya que una gran proporción de los robos no son denunciados ni registrados. (Fajnzylber, Lederman and Loayza 2002a; OECD, 2011). En cambio, los homicidios intencionales, probablemente, el más grave de todos los delitos, por su naturaleza y connotación social, tienen menor probabilidad de pasar desapercibidos y están menos propensos a la manipulación estadística, consecuentemente, se registran con mayor eficacia en la mayoría de los países (Fajnzylber, Lederman and Loayza 2002b; Eisner 2003b). Incluso, frente a otros graves delitos de carácter interpersonal, como la violencia sexual o contra los niños, los registros de homicidios cuentan con mayor confiabilidad. De hecho, existe un amplio acuerdo en que los registros de homicidios son quizás la única cifra de delitos que proporciona una medida precisa, razonable y consistente de los niveles de delitos graves, por esta razón, permiten realizar análisis comparativos entre países o entre regiones de un mismo país durante largos períodos de tiempo (Eisner, 2003a). Por último, el homicidio, en cuanto crimen, siempre ha atraído el interés de las instituciones, desde las sociedades medievales hasta hoy, mientras que, desde el punto de vista de las autoridades, su importancia se ha mantenido estable en el transcurso de los últimos siglos (Eisner, 2003b). Este interés también ha sido recogido por el cine, inmortalizando las historias de famosos asesinos como Charles Manson en Helter Skelter (1976), los numerosos títulos dedicados a Al Capone, incluyendo su máximo perseguidor Eliot Ness en la premiada The Untouchables (1987), pero también creando historias de ficción que se han convertido en parte de la propia tradición del cine, sobre todo después del éxito de Psycho (1960) de Alfred Hitchcock, la muy premiada Fargo (1996) de los hermanos Coen o, más recientemente, la serie Mind Hunter (2017) que se adentra en la investigación de dos agentes del FBI para conocer los patrones psicológicos de los mayores asesinos en serie. Sin duda, el éxito de estos films responde al gran impacto que este tipo de crímenes genera en la sociedad.

Entre los distintos determinantes de los niveles de violencia interpersonal al interior de las sociedades, un factor central es la capacidad del Estado para monopolizar la violencia. La noción del Estado como una comunidad humana que demanda el monopolio del legítimo uso de la violencia física al interior del territorio está directamente relacionado con la capacidad de gobernar, y es un elemento clave en el desarrollo político y económico de los países. La historia está plagada de ejemplos de países que han fracasado en establecer este monopolio y las razones son muy variadas. De esta manera, existe un amplio acuerdo en la literatura que para analizar las tendencias seculares en la violencia interpersonal, se necesita una perspectiva de análisis amplia que incluya aspectos contextuales como los cambios en las estructuras sociales de poder, la legislación, la mentalidad, la composición por edades de la población, condiciones culturales y económicas, niveles de desigualdad, las tasas de pobreza, factores como las diferencias regionales, la demografía, la economía y la estructura política, las cuales ayudan a explicar los distintos patrones observados en las tasas de homicidios a través del tiempo (Eisner, 2003b; Mares, 2009; Gurr, 1981).

La escasa historiografía para América Latina

Lamentablemente, existen pocos estudios sobre cómo ha evolucionado la tasa de homicidios para países latinoamericanos en el largo plazo. El único estudio publicado para algún país latinoamericano es el de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile (fruto del proyecto Anillos ANID PIA SOC 180001). Existe, además, una muy buena tesis de maestría que fue defendida recientemente por Analía Rivero en la Universidad de la República, Uruguay, que cubre un periodo similar al de Rivero-Cantillano et al., pero para Uruguay, y que seguramente saldrá prontamente publicada como artículo.

El trabajo de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile analiza, en particular, la evolución de las tasas de homicidio en Chile desde la década de 1880 hasta la de 2010. Los autores constataron que las tasas de homicidio fueron muy elevadas a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX (Figura 1). Sin embargo, esta situación comenzó a mejorar gradualmente desde la década de 1930, y de forma más pronunciada entre los años cincuenta y sesenta, lo que permitió que las tasas de homicidio se mantuvieron bajas según estándares internacionales hasta finales de siglo. A lo largo de las últimas dos décadas, no obstante, se ha observado un incremento relativo de los homicidios en Chile. El análisis cuantitativo del estudio sugiere que el aumento del gasto social en el pasado se asocia con la reducción de los homicidios en el presente, que el crecimiento económico pasado y presente también se correlaciona con la reducción de la tasa de homicidios, cuestión similar a lo que ocurre con el aumento de la presencia policial. Con todo, el estudio destaca que las décadas de 1930 a 1960 constituyen un periodo clave en la evolución de la violencia interpersonal, lo que coincide con la aparición de un estado de bienestar (y el aumento del gasto social), el descenso de los índices de pobreza, la mejora de la sanidad y la educación, y el aumento del sufragio.

Figura 1: Tasa de homicidios para Chile (número de homicidios por 100.000 habitantes, medias móviles a 5 años, 1880-2017)

Fuente: Rivero-Cantillano et al 2021.

Nuestro llamado es a entusiasmar a colegas latinoamericanos a producir trabajos similares a los de Rivero-Cantillano et al. (2021) para Chile y de Analía Rivero para Uruguay, pero para otras repúblicas, para así poder realizar estudios comparativos de largo plazo.

Referencias

Eisner, Manuel (2003a) “Long-term historical trends in violent crime.” Crime and Justice 30: 83-142, doi: 10.1086/652229

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Gurr, Ted R. (1981) “Historical Trends in Violent Crime: A Critical Review of the Evidence”. Crime Justice 3(1): 295–353, https://www.jstor.org/stable/1147382

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