«Tú eres el enemigo»

Juliette Levy (UC Riverside), 08 julio de 2013.

Las clases magistrales han muerto, y en su versión virtual online, son sólo uno de los múltiples medios de aprendizaje que son flexibles e interactivos. Las clases online proporcionan el contenido, que se ve reforzado por pruebas y exámenes, y por las discusiones y foros de colaboración, donde el material se discute, se aplica y se cuestiona.

«Tú eres el enemigo». Esas fueron las palabras que una colega casi me escupió. Le acababa de compartir que uno de mis proyectos de verano iba a ser enseñar mi primera clase magistral totalmente en línea.

Su tono no era en broma, y la acusación era bastante contundente. Participar en una clase en línea sería equivalente a una traición a nuestra profesión.

Mi colega asumió ésta posición sobre el fenómeno de la educación en línea con base en lo que había leído en el New York Times (aquí). Los profesores de filosofía en la San José State University (SJS) escribieron una carta de protesta al presidente de la universidad porque un curso de filosofía en línea (disponible a través de EDX, un proveedor sin fines de lucro de los cursos en línea de universidades de élite en el mundo) de un profesor de Harvard iba a transformar a los profesores de la facultad de filosofía en auxiliares docentes lo que ponía en serio peligro la misión de una universidad pública.

Leída fuera de contexto – o sin contexto – la carta parecía indicar que el presidente de San José State pretendía  sustituir un curso impartido en el Departamento de Filosofía por una clase en línea, relegando así al profesorado de la facultad de filosofía a devenir supervisores del curso, en esencia convirtiéndolos en auxiliares, lo que, por supuesto, alteraría a cualquier  facultad.

Leído dentro de contexto, la carta de la facultad de filosofía es algo más reaccionaria. El curso no es una imposición sobre la facultad de filosofía. El curso se ofrece como una opción. Ningún docente se ve obligado a actuar como asistente de enseñanza, y nadie está sugiriendo que la facultad deje de enseñar el mismo curso en vivo que la clase en línea del profesor de Harvard está cubriendo.

Tenemos miedo de lo que no conocemos, y lo vamos a tratar de matar

La reacción de mi colega y de los profesores  de SJS es una respuesta instintiva ante la percepción de un ataque contra los privilegios de la academia, entre los que se encuentran la libertad de expresión, así como la libertad de impartir conocimientos sin control administrativo. También existe la perspectiva de que la enseñanza es una experiencia oratoria que requiere la interacción en vivo para ser plenamente disfrutada y apreciada por los alumnos. Si un profesor no puede declamar en grandes auditorios sobre su estrado o en pequeñas tertulias en una acogedora oficina, el edificio de la academia corre el riesgo de desmoronarse.

No importa que esta percepción persista a pesar de que la evidencia en contra es ABRUMADORA. Las clases magistrales impartidas por profesores son la experiencia más pasiva (para el estudiante), y queda claro que el empeño es clave para el aprendizaje. Una clase magistral de 80 minutos no equivale a 80 minutos de aprendizaje. Ciertamente, la experiencia puede incluir algunos grandes momentos de iluminación, pero el rendimiento de la inversión para el estudiante, es en general bastante bajo. En el contexto de una clase tradicional, los estudiantes aprenden cuando están estudiando para el examen, cuando intercambian ideas con sus compañeros de clase y cuando se les pide que apliquen lo que han aprendido.

Esto es lo que hace la clase en línea moderna. Lejos quedaron los días de los cassettes de la Open University o los preguntas unidireccionales de los foros de discusión – el medio de la educación en línea está  inspirándose en los medios sociales y conectando estudiantes y profesores, lo que lleva a una comunidad de aprendizaje muy productiva – que incluye tanto estudiantes como profesores.

La muerte de la clase magistral (y presencial)

Las clases magistrales han muerto, y en su versión virtual online, son sólo uno de los múltiples medios de aprendizaje que son flexibles e interactivos. Las clases online proporcionan el contenido, que se ve reforzado por pruebas y exámenes, y por las discusiones y foros de colaboración, donde el material se discute, se aplica y se cuestiona. Esto sucede cada día, cada semana, y para cuando llegan los exámenes los estudiantes han estado sumergidos desde tanto tiempo en el material que el aprendizaje ya ha sucedido antes de que pasen toda la noche estudiando. Y sorpresa, la retención del material aprendido es significativamente mayor en una clase en línea que en las clases en vivo.

Esto requiere una profunda revisión de la metodología de enseñanza de profesores universitarios, especialmente en las universidades con alta matrícula. En los círculos de la educación, ésta metodología que ahora se relaciona con las clases online se cataloga como «centrada en el aprendizaje de los estudiantes», pero de hecho, no es algo que requiera un medio en línea. Se ha aplicado en las escuelas primarias y secundarias en las últimas dos décadas sin necesidad del internet. Su transición a universidades ha sido irregular y ad hoc, pero la revolución de las interacciones en línea con fines académicos lo ha hecho accesible, divertido y posible para aquellos de nosotros que quieren ser instructores más eficaces.

A diferencia de lo que sucede con los profesores de institutos (preparatorias, bachilleratos), los profesores universitarios rara vez han tenido que demostrar resultados o demostrar el aprendizaje de cada alumno. Los medios en línea ponen datos a nuestra disposición que fácilmente demuestran  la eficacia de un profesor. No sólo tenemos diagnósticos que nos indican el tiempo que el estudiante promedio pasó en responder un examen, o en cuales preguntas la  mayoría se equivocó, o el número medio de palabras para cada ensayo que escribieron, o en qué sección de mi clase online la mayoría de los estudiantes tuvieron que rebobinar para volver a ver y escuchar.

Toda esta información nos ayuda a enseñar mejor. También nos proporciona datos que la administración universitaria y la empresa que gestiona la plataforma de aprendizaje  puede recopilar para preparar mejores diseños de cursos, mejores planes curriculares y mejores presupuestos.

La libertad académica y el meta-data

Estos datos sobre lo que enseño, cómo lo enseño y lo que los estudiantes aprenden no son comunes en el mundo académico. Por lo mismo, también llega a ser inquietante para algunos profesores que no están acostumbrados a estar supervisados durante sus clases y que se ven esto como una inserción de la administración en sus clases, lo que podría llevar un mayor control administrativo de la docencia, y que es lo que realmente preocupa a los profesores de SJS.

Pero parte de la crisis en la educación superior se basa en la cuestión del valor añadido de un título universitario, y la falta de trabajo para los recién graduados presiona a las universidades, que tienen que defenderse de acusaciones de que no aportan un valor añadido a la sociedad. No tenemos suficiente espacio aquí para debatir lo que todos suponemos es un hecho: la educación agrega valor – pero ¿cómo probarlo?

Las universidades públicas en los EE.UU. están lidiando con tasas de graduación bajas y/o lentas, en un clima de aumento del costo de las inscripciones y con tipos de interés cada vez mayores para los préstamos educativos. Por esto es cada vez más importante que las universidades 1) demuestren el valor de su contribución y 2) permitan que los estudiantes se gradúen a mayor velocidad, maximizando así su valor y reduciendo el tiempo de estudios para cada estudiante.

El debate sobre el valor agregado de la educación y la maximización de la eficiencia de la educación es algo que molesta a muchos de mis colegas. Muchos profesores universitarios a menudo consideran que su valor intelectual es un hecho, y se ofenden al tener que demostrarlo. En el ámbito académico, el desempeño se mide a través de las publicaciones en revistas académicas. Hasta cierto punto se valora la enseñanza y el servicio administrativo, pero rara vez es una consideración en la decisión de promoción. La revolución en la enseñanza en línea es un reto a este equilibrio, y nos corresponde a todos entender este nuevo mundo al que nuestra profesión se dirige inevitablemente.

No todos los cursos estarán en línea, no todos los profesores enseñarán en línea, pero todos debemos saber cuáles son los desafíos y las oportunidades de éste futuro. (Véase la nota al pie para la lectura recomendada[1])

Laptop U. y tú y yo y todos los demás[2]

Actualmente estoy enseñando una clase en línea o mejor dicho, mis alumnos están tomando mi clase en línea. Están viendo videos cortos de mí, presentaciones en las cuales les enseño como si estuvieran en clase – pero que pueden ver cuando quieren.  Están leyendo un libro de texto (que también está disponible como un texto electrónico), están leyendo fuentes primarias (disponibles en formato pdf a través de la página web del curso), están comentando y debatiendo la relación entre las lecturas y las clases en una plataforma de debate interactivo, y están reuniéndose con un asistente a través de Google hangouts (una fenomenal innovación – un cruce entre Skype y Gmail: práctico, directo, con una interfaz amigable que elimina la sensación de distancia y efectivamente crea una conexión con todos los miembros del garito). Mis horas de oficina han sido desmontadas – contesto preguntas a través del panel de discusión, a través de twitter y hablo con los estudiantes a través de Skype o Google hangout.

El curso me llevó para preparar cerca de tres meses – esto implicó la creación de las clases en video,   la digitalización de documentos, y el ensayo de diferentes tecnologías, además del diseño de la ruta de aprendizaje para los estudiantes. La inversión de tiempo inicial es, simple y sencillamente, enorme. La ventaja ahora es que puedo dar la clase desde cualquier lugar, siempre y cuando tenga una conexión de internet. Puedo enseñar la clase mientras estoy en una conferencia, puedo enseñarla mientras estoy trabajando en un archivo, y puedo enseñar a tantos estudiantes como quieran tomar la clase. La clase magistral ha muerto, al igual que el salón de clases, y eso es probablemente una cosa muy buena.

Mi primer curso en línea es una clase introductoria de historia de América Latina, y estoy pensando en más cursos que pueda enseñar usando una plataforma en línea que permita a los estudiantes de varias escuelas  tomar una clase conmigo.

Por ejemplo, nunca he enseñado una clase de historia económica en mi departamento. No sé si  están enterados, pero la historia económica en las facultades de historia en universidades de los EEUU lleva años siendo el patito feo. Sobre todo entre los que consideran que los números son sospechosos,  que dudan de la validez de las estadísticas en el análisis histórico y que niegan la contribución de los mercados a la estructura social de la historia.  Pero cada año hay por lo menos 2 o 3 estudiantes en el programa de graduados que están interesados, y tenemos suficientes alumnos en la facultad de negocios y en la facultad de historia para justificar una clase de historia de negocios, o una clase sobre la historia económica de América Latina, o en el actual clima político y económico, ¿no les parece atractivo un curso sobre banca y finanzas en la historia? Puede que no haya suficientes estudiantes en mi universidad para apoyar tal proyecto, pero estoy segura que puedo conseguir 40 estudiantes en la red de todos los campus de la  Universidad de California que se inscribirían. Y si a alguno de nuestros lectores le gustaría enseñar conmigo en equipo (y en línea) una clase sobre la historia económica del mundo, que me envíe un email y se consiga una cámara de video. Sé exactamente por dónde empezar.


[1] Marsha Lovett et al, Carnegie Mellon; David Dibiase.

[2] Nathan Heller, Laptop U, New Yorker Magazine, May 20, 2013