Los componentes de la inequidad y su sentido en el largo plazo

Esteban Nicolini (CIEDH – Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), 21 de febrero de 2014.

En esta entrada del blog juntaremos dos temas que se han tratado en este sitio: el primero es la evolución de la inequidad global en el largo plazo; el otro es el de la reconstrucción de los PIBs regionales en el mundo y en América Latina en particular.

En relación a la inequidad global, la mayoría de las investigaciones recientes coinciden en que la inequidad de ingresos ha aumentado considerablemente en el mundo en los últimos 200 años (aproximadamente) y que la mayor parte de ese incremento se produjo por el aumento de la inequidad “entre” los países y no por la inequidad “dentro” de los países (Milanovic 2011, Bourguignon y Morrison 2002).

Recordemos que la inequidad entre países es una medida de la distancia entre los ingresos medios nacionales, suponiendo que el ingreso de cada hogar en cada país es igual al promedio. La inequidad dentro de los países es una medida de la distancia entre los ingresos de cada hogar en cada país con respecto a la media de su propio país. La práctica usual es ponderar el aporte que hace cada país según su tamaño (en algunas medidas de la inequidad el tamaño viene dado por la población mientras que en otras medida el tamaño viene dado por su ingreso total).

Los proyectos de investigación mencionados por Henry Willebald en la entrada anterior, concentrados en la reconstrucción de los PIBs regionales en Europa y en América Latina pueden ser considerados un avance en la desagregación espacial de la desigualdad en el sentido de que aportan una visión de la inequidad dentro de los países pero sin llegar al nivel de los ingresos de los hogares individuales. Podríamos decir que medir la desigualdad entre unidades sub-nacionales (regiones, provincias, departamentos) es una medida de la parte de la desigualdad “entre” dentro de cada desigualdad “dentro”. Por lo tanto, y dado que la desigualdad “dentro” es una parte pequeña de la desigualdad global, la desigualdad entre regiones tendrá que ser relativamente baja.

En esta breve entrada propongo dos cuestiones para la reflexión o discusión. La primera tiene que ver con la elección de la frontera que separa lo “entre” de lo “dentro”.  En los estudios mencionados al comienzo, centrados en la inequidad global (planetaria) en el largo plazo, lo “entre” es “entre países” y las fronteras, entonces, son las fronteras nacionales. Quedan en general relegadas a notas al pie las menciones de los detalles incómodos de los cambios de las fronteras, la disgregación de países y la aparición de algunos nuevos. ¿Tiene lógica esta elección? Probablemente, en términos generales, sí. Los países poseen una serie de características comunes, las que llamamos macroeconómicas en nuestros cursos introductorios, que seguramente tienen mucho que ver la evolución de los ingresos: la moneda y el tipo de cambio, los niveles de precios, cierta integración de los mercados laborales, las  políticas fiscales. En lo que puede darse más heterogeneidad es en la dotación de recursos naturales en particular en países geográficamente extensos como China o Rusia y en el contexto latinoamericano, Brasil, México o Argentina. Esto puede generar ciertas hipótesis interesantes sobre la posible conexión entre la dispersión “entre” como asociada a las instituciones y las políticas (que sería en gran medida lo que hace a unos países distintos de otros) y las dispersión “dentro” como más asociada a los recursos naturales (dado que la muchas de las políticas y las instituciones son comunes para las regiones dentro de un país). Esto, claro está, es sólo una sugerencia para la construcción de posibles vías de investigación. De hecho existe evidencia de que las instituciones no solo pueden tener impactos en el muy largo plazo (por ejemplo Acemoglu et al. (2002)) sino que también algunas instituciones muy antiguas y no asociadas a la política “nacional” pueden generar diferencias dentro un país.[1] Para terminar con esta parte, dejo sólo planteada la inquietud de historiador frente a la tendencia un tanto simplista de hablar de la inequidad entre países en períodos como la primera mitad del siglo XIX, en particular para América Latina. Los primeros datos tanto de Bourguignon y Morrsion (2002) como de Milanovic (2011) corresponden a 1820 momento en el cual muchos de los actuales “países” en América Latina no existían como tales y eran, en el mejor de los casos, entidades difusas de fronteras por definir.

La segunda cuestión es un corolario de la anterior, con un ejemplo concreto y algunos datos construidos recientemente. La evolución histórica de Argentina suele usarse como ejemplo de fracaso (especialmente por los argentinos). Una versión muy generalizada en la historiografía puede simplificarse proponiendo que luego de un momento brillante de notable  crecimiento económico y altos niveles de ingreso a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Argentina habría entrado en una decadencia sostenida durante (aproximadamente) los dos últimos tercios del siglo XX. El debate sobre las causas de esta decadencia está abierto pero las que más adeptos reúnen son una mala elección de políticas o, más profundamente, un mal sustrato institucional (Aráoz 2013). Lo que está claro es que desde 1930, la mayor parte de las políticas aplicadas en el período anterior se cambiaron de manera bastante drástica: se pasó de una integración intensa al mercado internacional de bienes y factores a una política de autarquía y sustitución de importaciones; se relajó el control monetario y se permitió una mayor tasa de inflación se intervino de manera más activa en muchos mercados y la participación del estado en la economía creció significativamente. ¿Qué sucedió con la inequidad en este período en Argentina? No lo sabemos porque todavía no tenemos estimaciones confiables y completas de la distribución de los ingresos de los hogares. Sin embargo, muy recientemente, dos co-autores y yo hemos podido reconstruir (con las limitaciones del caso) los PIBs de las provincias argentinas en 1914 (Aráoz, Nicolini y Soria Fuentes 2013) y un resultado digno de mencionar en el contexto de lo que estamos hablando es que las posiciones relativas de las provincias ha tenido una estabilidad notable entre 1914 y 1953 (primer año para el que teníamos estimaciones de otros autores –Elías (1996)- con las que podemos hacer la comparación).

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En otras palabras, en un contexto en el cual la situación macroeconómica de Argentina cambió drásticamente y este país descendió considerablemente en el ranking de ingreso de los países, la situación “hacia adentro” no cambió casi nada: la mayoría de las provincias ricas lo siguieron siendo y las pobres también. De manera tentativa, entonces, aparentemente los cambios de las políticas y las instituciones tienen poder explicativo para la posición relativa de un país mientras no parecen generar impactos relevantes en (al menos una dimensión de) lo que pasa dentro de ese país.

Quizás en el CLADHE IV en Bogotá nos permita darle forma más precisa a las preguntas y encontrar algunas respuestas.

Referencias:

Acemoglu, Daron; Johnson, Simon y Robinson, James (2002). Reversal of fortune: geography and institutions in the making of the modern world income distribution. Quarterly Journal of Economics 117, 1231-1294.

Aráoz, María Florencia (2013). La calidad institucional en Argentina en el largo plazo. Revista de Historia Económica 31, 73-109.

Aráoz, María Florencia; Nicolini, Esteban A. y Soria Fuentes, Rodrigo (2013). Regional Disparities in income per capita in Argentina in 1914. Mimeo. UNSTA – Argentina.

Bourgugnon, Francois and Morrison, Christian (2002). Inequality among world citizens: 1820-1992. American Economic Review 92, 727-744.

Dell, Melissa (2008). The Mining Mita. Explaining institutional persistence. Mimeo. MIT.

Milanovic, Branko (2011). A short history of global inequality: the past two centuries. Explorations in Economic History 48, 494-456.


[1]  Dell (2008) muestra que la institución colonial de la Mita habría tenido un impacto económico negativo en la actualidad en aquellas regiones en las que fue implementada en comparación con aquellas regiones en las que no lo fue.

Hacia una contabilidad de los PIBs regionales en América Latina: primeros pasos de una agenda abierta

Henry Willebald (Universidad de la República, Uruguay), 23 de enero de 2014

Las contribuciones de la Geografía Económica a las Teorías del Desarrollo han significado un campo fértil de análisis y discusión para los progresos recientes de la Historia Económica. Mucho ha prosperado la disciplina en interpretar y contabilizar fenómenos de carácter regional y local en las economías centrales y su evolución parece abrir nuevas posibilidades analíticas en las economías de la periferia mundial. América Latina está llamada a constituirse en una de las fronteras de avance en esta temática.  

 En mi última entrada al Blog (“La relevancia del enfoque local y regional en la historia económica: ¿hacia una contabilidad de los PIBs regionales en América Latina?”) argumentaba sobre la conveniencia de dar continuidad, desde la historia económica, al esfuerzo que se ha procesado desde diversos flancos de la Teoría del Desarrollo para contemplar la preeminencia de los procesos regionales y el rol de los actores locales como factores determinantes de la performance económica. No obstante, algunas preguntas también quedaban planteadas, ¿tiene sentido realizar estos esfuerzos de contabilización en las economías periféricas?, ¿estamos en condiciones, en América Latina, de promover ese tipo de investigaciones?

Admitía que, quizás, resultara pretencioso aspirar a avanzar por este camino cuando todavía varios países de la región no habían completado sus cuentas nacionales históricas (algunos han hecho progresos notorios con estimaciones del lado de la producción, mientras que la mayoría poco ha avanzado del lado del gasto y del ingreso). Sin embargo, muchas de las disparidades de las que habla la Geografía Económica son materia clave para comprender la propia historia económica de nuestros países y el esfuerzo es mucho más que un mero capricho académico. ¿Será posible estudiar la historia económica de países tan vastos como Argentina y Brasil o tan diversos como Chile y Colombia sin estas consideraciones? ¿Tendrá sentido estudiar la historia económica de Uruguay sin integrarla a la de la pampa húmeda argentina y a la de Río Grande do Sul? ¿Cuánto de la historia económica de Bolivia puede comprenderse sin su integración al norte argentino o sin la consideración del territorio que le daba salida al mar?

El objetivo de estas líneas es realizar una revisión de los trabajos recientes que se están realizando en América Latina sobre esta temática e identificar las opciones metodológicas disponibles. Para ello, se repasan los resultados y principales conclusiones del Primer Encuentro sobre la “Reconstrucción de los PIBs regionales en América Latina, 1890- 2010”, celebrado en Montevideo, los días 6 y 7 de diciembre de 2013. El Encuentro, convocado por el Departament d’Història i Institucions Econòmiques, de la Universidad de Barcelona, y el Instituto de Economía, de la Universidad de la República, Uruguay, contó con la participación de investigadores de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, México, Perú, Uruguay y España quienes presentaron sus avances recientes y contribuyeron a la construcción de un debate que aún está en ciernes.

En cuanto a la localización territorial de las actividades económicas, dos son las explicaciones teóricas más extendidas en la literatura. Por un lado, la teoría del comercio neoclásica –representada por el modelo Heckscher-Ohlin-Samuelson (H-O-S)– establece que la distribución espacial de la actividad económica es determinada por las ventajas comparativas derivadas de la dotación de factores. Dentro de un restrictivo esquema de hipótesis –inexistencia de costos de transporte, retornos constantes en la producción, mercados en perfecta competencia– el modelo predice que la distribución de la actividad económica dependerá de la dotación relativa de factores entre las economías que comercian. Por otro lado, la Nueva Geografía Económica (NEG, por sus siglas en inglés) parte de unos supuestos alternativos y destaca que la distribución espacial de la producción responde a la interacción entre costos de transporte, retornos crecientes a escala y el tamaño del mercado, trabajando con estructuras teóricas que admiten la competencia monopolística (Krugman, 1991, 1995). Esta conceptualización da lugar a explicaciones de los fenómenos de aglomeración espacial de la actividad productiva, formación de clusters de producción y efectos de escala. Los esfuerzos de investigación –en donde la Historia Económica ha realizado aportes muy relevantes– han demostrado que la distribución espacial de la actividad económica puede responder a ventajas comparativas o factores NEG en forma simultánea, dando cuenta de que se trata de explicaciones que conviene considerar complementarias.

En los últimos años, se ha llevado a cabo un importante esfuerzo para reconstruir datos de PIB a nivel regional en Europa para el conjunto del siglo XX y, en los casos que es posible, las últimas décadas del XIX. A partir del estudio pionero de Geary & Stark (2002) y el posterior de Crafts (2005) para el Reino Unido, una serie de trabajos ha presentado nuevas estimaciones para países como Bélgica (Buyst, 2011), España (Rosés et al., 2010; Martínez-Galarraga et al., 2013), el Imperio Austro-Húngaro (Schulze, 2007), Italia (Felice, 2011), Portugal (Badia-Miró et al., 2012) o Suecia (Enflo et al., 2010). Estos trabajos referidos a Europa ofrecen opciones metodológicas, preguntas y respuestas que, inicialmente, permitirán encontrar diversos atajos a los estudios realizados en otras regiones.[1] Entonces, con la experiencia del citado Encuentro, cabe preguntarse, ¿cuáles han sido los “grandes mensajes” surgidos del intercambio y la presentación de trabajos en diverso estado de avance? Ordenaré la respuesta realizando consideraciones metodológicas relativas a las formas de estimación, la delimitación del objeto de estudio y la definición de unidades de análisis.

En primer lugar, en cuanto a las metodologías de medición propuestas, la norma ha sido una alta diversidad directamente relacionada con la disponibilidad de información. Inicialmente, esto puede ser entendido como una limitante relevante desde el punto de vista interpretativo pues condiciona las posibilidades de realizar trabajos comparativos. Sin embargo, en un contexto en el cual las estimaciones de PIB nacionales aún plantean dudas no menores, optar por estimaciones directas de productos regionales puede ayudar a validar las estimaciones del producto total. Las metodologías de trabajo pueden dividirse en tres grandes bloques.

Uno de ellos consiste en trabajar de acuerdo a la estimación directa del PIB regional, la cual refiere al cálculo del VAB de alguna actividad productiva con referencia territorial (estado, provincia, departamento) y que, habitualmente, se realiza a partir de la consideración del valor bruto de producción (VBP) y la correspondiente deducción del valor de los insumos (IS). Se trata de un esfuerzo grande de relevamiento de información –cantidades producidas de cada rubro, precios de venta, materiales e insumos utilizados y precios de compra de éstos– y caracterización de una función de producción apropiada para cada rama de actividad. Las opciones metodológicas dependen de cada caso y pueden oscilar desde el cálculo preciso con cierta periodicidad, hasta el uso de indicadores aproximados que tomen como referencia años censales o la simple aplicación de coeficientes técnicos.

El segundo de los bloques refiere a la metodología propuesta en Geary & Stark (2002), la cual es de amplio uso en la literatura y está basada en la utilización de tres variables: (i) PIB para el total de la economía; (ii) fuerza de trabajo clasificada por regiones; (iii) productividad laboral regional (agrupada por actividades productivas; en general, agropecuaria, manufacturera y servicios). De ese modo, los PIBs global y sectoriales son distribuidos de acuerdo a la discrepancia territorial de productividad y de asignación de trabajadores, aproximando la primera por el salario relativo a la media del país (o indicadores ad hoc que señalen una relación equivalente). De un modo complementario, Crafts (2005) propone un ajuste al método propuesto en Geary & Stark (2002). En algunos casos –sobre todo en aquellos en los cuales la diversificación productiva sea amplia y la industrialización hubiera avanzado sensiblemente– conviene identificar ingresos no-salariales (especialmente las rentas del capital) en la distribución territorial del ingreso total. Una fuente de información útil para abordar esta propuesta es recurrir a los registros de impuestos a la renta (tax incomes) pues ellos dan cuenta de aquellos ingresos asociados con fuentes distintas a las salariales. Este es un camino posible en aquellos países con sistemas tributarios maduros (como el británico) pero es impracticable en la mayoría de los países de la periferia mundial. Una alternativa (aún poco explorada) es calcular tasas de retorno sobre el activo empresarial (en tierra y maquinaria, por ejemplo) pues existe información que puede explotarse.

Finalmente, y como tercer bloque, también hubo propuestas de estimación motivadas en temáticas más próximas a la distribución del ingreso que al crecimiento, que toman como referencia la construcción de social tables por provincias/estados. El problema, en este caso, consiste en construir una estructura de población ocupada con un detalle amplio de profesiones (considerando, según el caso, diferencias de género, condición contractual o skill) y asignar ingresos a cada una de ellas.

En segundo lugar, se encuentra un aspecto referido a la especificidad del objeto de estudio. En particular, se insistió en la necesidad de plantear cuestiones alternativas a las que se han manejado en los trabajos sobre localización de la actividad económica en los países industrializados. La comprensión de la geografía económica de los países de América Latina, donde la industria y las economías de aglomeración han jugado un papel secundario (al menos, hasta la segunda mitad del siglo XX) y la sostenida heterogeneidad estructural pasa por proponer nuevas preguntas e hipótesis para calibrar el rol que le cupo al acceso a los mercados, las políticas comerciales y la localización de los recursos naturales. Además, en contextos donde las economías de subsistencia tuvieron un papel muy relevante (unido, además, al componente indígena tan presente en varios países), resulta trascendente comprender su incidencia para dar fiabilidad a las estimaciones.

En tercer lugar, se discutió la definición de las unidades de análisis. Dentro de este aspecto, son dos los tipos de consideraciones a tomar en cuenta. Por un lado, manejar con rigurosidad el cambio de fronteras nacionales que se ha producido desde la independencia y la forma en cómo afrontar esa problemática de contabilización. Por otro lado, siempre que se pretenda hacer algún ejercicio de carácter supranacional, se requerirá realizar un esfuerzo de homogeneización de unidades administrativas muy dispares entre países (por ejemplo, las provincias argentinas con los departamentos uruguayos y los estados brasileños) y los criterios de agrupación obligarán a realizar discusiones específicas sobre el tema. Relacionado con ello, la perspectiva analítica para uno y otro caso es diferente; esto es, pueden definirse ciertas (grandes) regiones para ejercicios que abarquen varios países pero, al momento de realizar estudios individuales, es probable que convenga recurrir a subdivisiones menores y más representativas (lo que se realza aún más si el análisis resulta un insumo de política pública).

El desafío está planteado y la agenda está abierta. El Cuarto Congreso Latinoamericano de Historia Económica, que será celebrado en Bogotá, los días 23 al 25 de julio de 2014, ofrece una nueva oportunidad para contrastar avances y propuestas renovadas para una construcción que, necesariamente, deberá ser colectiva.

Badía-Miró, M., Guilera, J., Lains, P. (2012): “Regional incomes in Portugal: industrialization, integration and inequality,1890-1980”. Revista de Historia Económica – Journal of Iberian and Latin American Economic History 30(2), 225-244.

Bassino, J.P., Fukaob, K., Paprzyckib, R., Settsuc, T., Yuand, T. (2012): “Regional inequality and migration in prewar Japan, 1890-1940”. Paper presented at the Economic History Society Conference, University of York, 5-7/04/2013.

Buyst, E. (2011): “Continuity and change in regional disparities in Belgium during the twentieth century”. Journal of Historical Geography 37(3), 329-337.

Caruana-Galizia, P. (2013): “Indian regional income inequality: estimates of provincial GDP, 1875-1911”. Economic History of Developing Regions 28(1), 1-27.

Crafts, N. (2005a): “Regional GDP in Britain, 1871–1911: Some estimates”, Scottish Journal of Political Economy 52(1), 54-64.

Enflo, K., Henning, M., Schön, L. (2010): “Swedish regional GDP 1855-2000: estimations and general trends in the Swedish regional system”. Working Papers in Economic History, Universidad Carlos III, 10/03.

Felice, E. (2011): “Regional value added in Italy, 1891-2001, and the foundation of a long-term picture”. Economic History Review 64, 929-950.

Geary, f., and Stark, T. (2002): “Examining Ireland’s post-famine economic growth performance”, The Economic Journal, No. 112, 919-935.

Krugman, P. (1995): Development, Geography, and Economic Theory, MIT Press, Cambridge.

Krugman, P. (1991): “Increasing Returns and Economic Geography”, en Journal of Political Economy, vol. 99, Nº3.

Martínez-Galarraga, J., Rosés, J.R., Tirado, D. (2013): “The long-term patterns of regional income inequality in Spain, 1860-2000”. Regional Studies (forthcoming).

Rosés, J., Martínez-Galarraga J., Tirado D. (2010): “The upswing of regional income inequality in Spain (1860-1930)”. Explorations in Economic History 47 (2), 244-257.

Schulze, M.S. (2007): “Regional income dispersion and market potential in the late nineteenth century Hapsburg Empire”. London School of Economics Working Papers, 106/07.


[1] Recientes trabajos han comenzado a extender el ámbito geográfico de estudio, incluyendo a Japón (Bassino et al., 2012) e India (Caruana-Galizia, 2013).